sí que sufrió canallescas campañas mediáticas
Por Carlos Bukovac *
La Prensa,
01.03.2021
Los actos en
recuerdo de fechas patrias suelen traer algunas perlitas. Entre ellas, las
traspolaciones que hacen los dirigentes políticos en sus palabras alusivas,
trayendo hechos pasados al presente y llevando agua para su molino, con riesgo
de cometer errores. Pues bien, eso fue lo que ocurrió el pasado jueves cuando
se conmemoró en Yapeyú un nuevo aniversario del natalicio del Libertador José
de San Martín, ocasión en que el Presidente Alberto Fernández pronunció estas
palabras: ``Cuando siento que los diarios, la televisión y en las redes generan
debates que por momentos nos obligan a desatender lo importante, pienso que
aquellos enormes hombres de 1800 no tenían que enfrentar esa adversidad que es
luchar contra la prédica malintencionada.''
La pregunta cae de
madura. ¿Fue realmente así? ¿No sufrió San Martín ataques de la prensa? Varios
autores se ocuparon del tema: desde un historiador de fuste como Armando Alonso
Piñeiro hasta el mediático Felipe Pigna.
Lo concreto es que
lamentamos informarle al Sr. Presidente que sí sufrió a la prensa y bastante.
Solía recibir un trato desconfiado y sospechoso hacia su persona, de lo cual se
lamentaba en la correspondencia con su amigo Tomás Guido. Y, en ocasiones, el
trato era directamente injuriante. Para demostrarlo, nos limitaremos a dos
episodios bien concretos.
HOSTIGAMIENTO
El primero de
ellos se produjo hacia 1818 y podríamos compararlo con las campañas actuales de
hostigamiento en las redes sociales. Ocurría que su antiguo amigo, Carlos María
de Alvear, se encontraba despechado por haber tenido que renunciar al
Directorio, luego del escándalo de ofrecerle estas provincias a S.M.B. A partir
de allí, se había confabulado con otro despechado, el chileno José Miguel
Carrera. Ambos, según palabras de Pueyrredón a San Martín, habían
"desplegado su furor, inundando la Capital con libelos de varias
calidades, llenos de suciedades asquerosas contra usted y contra mí''. Años más
tarde, Alvear escribiría una biografía de San Martín llena de injurias y
falsedades y adornada con láminas en las que se lo representaba con rostro
humano ciñendo una corona y el resto del cuerpo de tigre.
No obstante, considerando
lo hasta aquí descripto Fernández podría afirmar que solamente recibió maltrato
personal y no de la prensa, o, en palabras actuales, de la corporación. Nada
más errado. El grupo de poder económico que representaba a la clase oligárquica
de Buenos Aires jamás le perdonó a San Martín su desobediencia en 1820 a
enfrentar a los caudillos provinciales.
Este grupo de
poder, comandado políticamente por Bernardino Rivadavia -su histórico enemigo-
encontraría la oportunidad para cobrarse revancha. En efecto, durante la Guerra
con el Brasil de 1827, San Martín había decidido no ofrecer sus servicios
debido a la presencia de Rivadavia, quien en 1823 había pretendido
"prenderlo como a un facineroso'' y juzgarlo por un consejo de guerra.
Ahora bien, ante la escandalosa caída de Rivadavia, decide emprender el
regreso. No obstante, al llegar a estas tierras, se enteró de una triste
noticia: su antiguo granadero, el Gral. Juan Galo Lavalle, había derrocado a
Manuel Dorrego y lo había hecho fusilar.
La decisión estaba
tomada: no desembarcaría en Buenos Aires, sino que permanecería en Montevideo a
la espera de su regreso definitivo a Europa y, de ese modo, cumplir su promesa:
``El General San Martín jamás desenvainará su sable en guerras civiles''.
No obstante, tendría
tiempo para recibir el caluroso saludo de la prensa porteña. En primer lugar,
el diario El Tiempo comenzaría una desagradable campaña el 9 de Febrero de
1829: "Llegar a Montevideo, no desembarcar, fondear en nuestros puertos y
en el acto, sin saltar a tierra, pedir su pasaporte para regresar, es una
comportación que parecería inexplicable. Es imposible que el Gral. San Martín
llegara sin estar perfectamente impuesto de lo ocurrido desde el día 1° de
diciembre. Él ha recibido a bordo muchas visitas de sus amigos; se habrá
impuesto por consiguiente de que en el día de hoy no se sostiene otra lucha que
la del orden contra la anarquía y tampoco ignorará que en este país no hay
hombres precisos. De lo que acaso en su larga ausencia no haya tenido proporción
de juzgar con exactitud. Deseamos que tenga un buen viaje y que se desvanezcan
cuanto antes todos sus escrúpulos''.
Posteriormente,
Florencio Varela publicaba una nota llamativamente titulada Ambigüedades en El
Pampero del 12 de febrero de 1829: ``En esta clase reputamos el arribo
inesperado a estas playas del general San Martín, sobre lo que diremos, a más
de lo expuesto por nuestro coescritor El Tiempo, que este general ha venido a
su país a los cinco años, pero después que ha sabido que se han hecho las paces
con el emperador del Brasil''.
Finalmente, el
mismo día, aniversario de la Batalla de Chacabuco, nuevamente El Tiempo le
ponía el broche a la sucia campaña. Ubicada tramposamente en la sección
correspondencia, aparecía una nota firmada por "unos argentinos''.
Por cuestiones de
espacio solamente citamos fragmentos de la misma pero que bastan para describir
la bajeza moral de estos escribas al servicio del poder portuario: "Sabéis,
General, que nuestra patria triunfante, mientras ha durado vuestra larga
ausencia en la gloriosa lucha contra el Brasil, celebró una paz honrosa y que
por consecuencia de aquel memorable acontecimiento pocos meses ha, las bocas
del Río de la Plata quedaron abiertas a la comunicación del mundo. Ahora
queremos hacer notar que es un capricho singular de nuestra fortuna, el que
después de aquel período histórico seáis, vos, tal vez el guerrero más ilustre
de la Argentina, uno de los primeros que hayan visitado las aguas de nuestro
río. También es raro que cuando estábamos para alcanzar la dicha, de que
permanecieseis entre nosotros hayáis encontrado el país indigno de habitarlo, y
regreséis sin verlo. ¿Cómo podremos haceros arrepentir, General, de la idea de
burlar nuestra esperanza? Viviendo con nosotros mil veces habréis podido tener
ocasión de darnos ejemplos útiles; habríais intervenido alguna vez como árbitro
o consejero fiel en las contiendas. Nos abandonáis, sin embargo; pero podemos
manifestaros que la gratitud nos obliga a dejaros dueño de vuestro destino y
que el cuidado de nuestra propia suerte nos impone la necesidad de armarnos del
coraje sublime de habitar la patria a la que pertenecemos ¿Adónde iríamos
huyendo de nuestra patria? ¿Cómo partir de las riberas del Río de la Plata
gritando a todo el mundo que no hay en sus márgenes un solo punto habitable?
Confesamos que esta resolución es imposible para nosotros. Los que dejáis en el
país, de cuyo estado parecéis asustado y temeroso, creed, que antes de imitar
vuestro ejemplo, preferirán con orgullo perecer en la tormenta por no
defraudarla voluntariamente en uno solo de sus hijos de cualquiera capacidad.
No olvidéis, cuando merezcamos el favor de un recuerdo, que a ningún hombre por
grande que sea su mérito, le es permitido divorciarse con la patria''.
Sepa disculparse
la longitud de la cita; la gravedad lo imponía. En pocas palabras, lo trataban
de cobarde y de renegar de su Patria.
Por aquellos días,
también lo visitarían delegados de Lavalle para ofrecerle el mando. Pero San
Martín rechazó el ofrecimiento respetando su promesa.
En síntesis, a
pesar de la errónea frase del Presidente, vaya si tuvo que soportar el
Libertador los ataques de la malintencionada prensa. Por ello, es
importantísimo ser prudente a la hora de hacer comparaciones históricas. Sólo
una humilde sugerencia: volviendo siempre al ilustre Arquetipo y a su
intachable moral, nunca fallaremos. Como muestra, recordamos la célebre frase
que nos dejó al rechazar aquél ofrecimiento: "Si mi alma fuese tan
despreciable como las suyas, yo aprovecharía esta ocasión para vengarme de las
persecuciones que mi honor ha sufrido de estos hombres; pero es necesario
enseñarles la diferencia que hay de un hombre de bien a un malvado''.
* Docente UNR -
Miembro Asociación Sanmartiniana `Cuna de la Bandera'.
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