Por Adrián Pignatelli
Infobae, 22 de Agosto de
2020
Cuando el ministro de Guerra
Pablo Riccheri, que pasaría a la historia como el creador del servicio militar
obligatorio, tuvo en sus manos la partitura de una marcha militar cuyo título
era su propio apellido, se sorprendió. El autor era el uruguayo nacionalizado
argentino Cayetano Alberto Silva, un músico que aún no había llegado a los
treinta años. Silva se desempeñaba en bandas militares, además de haber sido
músico del Teatro Colón y que por cuestiones laborales se había radicado en
Venado Tuerto.
“No le ponga mi nombre”,
respondió Ricchieri, posiblemente por una cuestión de recato y pudor. (…) “Póngale
el lugar donde nací”, pidió. “¿Y dónde nació?”, preguntó el músico. “En San
Lorenzo”.
Así nacería la famosa Marcha
de San Lorenzo.
El
28 de octubre de 1902 fue estrenada oficialmente en el Convento de San Carlos,
testigo del combate de San Lorenzo, con la presencia de las más altas
autoridades oficiales. Y el Ejército Argentino la adoptó como marcha oficial.
El mendocino Carlos Javier
Benielli, amigo de Silva, fue el que el 27 de abril de 1907 le puso la letra.
Cayetano Alberto Silva había
nacido el 7 de agosto de 1873 en San Carlos, Uruguay. En 1898, se estableció en
Venado Tuerto, ya que había sido contratado por la Sociedad Italiana de dicha
ciudad para desarrollar actividades musicales. El 20 de septiembre de ese año
haría su presentación oficial y en 1903 obtuvo la carta de ciudadanía
argentina. Fue en esa ciudad santafecina que compuso, en 1901, la famosa
marcha.
Estaba casado con Filomena
Santanelli y tuvo ocho hijos. Fue músico en el Teatro Colón y director de la
banda de distintos regimientos. Luego se desempeñó como director de la Banda de
Policía de la provincia de San Juan. La de San Lorenzo no fue la única marcha
que compuso; hubo otras, como Curupaytí, Río Negro, 22 de julio y Tuyutí.
Lamentablemente, por
apremios económicos había vendido por 50 pesos sus derechos sobre la Marcha de
San Lorenzo. Empleado policial, para hacer frente a la difícil situación
económica que pasaba, esperaba ser aceptado en la banda de música de la ciudad
de Rosario, mientras tramitaba su reincorporación al Ejército. Agobiado y
deprimido porque no obtuvo ninguno de los dos nombramientos, falleció en
Rosario el 12 de enero de 1920.
Ni aún muerto sería entonces
reconocido. Por ser de raza negra, su madre había sido esclava, la policía de
Santa Fe le negó la sepultura en el panteón policial, y fue inhumado en una
fosa común.
Fama mundial
Lo
que su autor no alcanzó a dimensionar fue la espectacular trascendencia mundial
que logró su composición musical. Permiso mediante, fue ejecutada el 22 de
junio de 1911 en la coronación del rey Jorge V de Inglaterra y es ejecutada en
el cambio de guardia en el Palacio de Buckingham, costumbre que solo se
interrumpió durante la guerra de Malvinas.
Por las estrechas relaciones
que mantenían los ejércitos argentino y alemán a comienzos del siglo XX, la
Argentina le había obsequiado al gobierno alemán la marcha. En cortesía,
Alemania nos obsequió la marcha Viejos camaradas. Cuando las tropas nazis
entraron a París, el 14 de junio de 1940, lo hicieron al compás de la marcha de
San Lorenzo. En desagravio, el general Eisenhower la hizo ejecutar cuando los
aliados entraron a París en agosto de 1944.
Asimismo, la marcha está en
el repertorio de las bandas militares de países de todos los lugares del mundo.
Con respecto al autor de la
letra, Benielli, dedicó su vida a la docencia. Tres escuelas llevan su nombre,
una en la Ciudad de Buenos Aires y dos en Santa Fe. Falleció en 1934 y en el
2005 sus restos fueron trasladados al cementerio de los franciscanos, en el
paraje donde tuvo lugar la histórica batalla de los Granaderos de San Martín.
Para Silva, debieron pasar
más de setenta años para ser debidamente homenajeado. En 1997, sus restos
fueron trasladados al cementerio municipal de Venado Tuerto. La casa que habitó
se transformó en un museo regional. Fue en esa casa donde, por primera vez,
ejecutara en violín la histórica marcha ante una calificada audiencia: su hija
menor.
La escuela en Rosario que
lleva su nombre y su estatua en Venado Tuerto demuestran que, por más que la
historia pueda ser injusta, finalmente el reconocimiento llega.
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