LA GRAN HAZAÑA

 

 del Éxodo Jujeño

 

Por Julio C. Borda *

La Prensa, 22.05.2025

 

Sin duda que una de las mayores hazañas de la historia argentina fue el éxodo jujeño, una gesta sin igual que fuera dirigida y organizada por Manuel Belgrano. Aquella empresa heroica, admirable y única, se produjo con el fin de que los realistas -que ya se estaban acercando al territorio norteño- se vieran privados de contar con las posesiones de los habitantes de esa tierra, cuando aquéllos pisaron ese suelo.

 

Debido a la difícil situación por la que iba a atravesar, el genio de Belgrano se va a manifestar en todo su esplendor. Al tomar conocimiento de los propósitos de invasión del general realista José Manuel Goyeneche, el prócer comienza a reorganizar el ejército maltrecho que estaba bajo su mando.

Ya el gobierno a través de Instrucciones Reservadas, le sugeriría una retirada para evitar el enfrentamiento contra un adversario varias veces superior. Haciendo caso omiso a esa sugerencia, Belgrano decide ponerse al frente de esa grandiosa empresa.

 

Su decisión no fue mirada con buenos ojos por gran parte de la gente que habitaba las provincias del norte pues a través del bando expedido el 19 de julio de 1812, las órdenes debían ser cumplidas en forma inmediata sin dar lugar a excusa alguna. Esas órdenes consistían en el abandono de las viviendas, de los animales, en la quema de los campos y productos pertenecientes a los labradores, a los hacendados ya los comerciantes; asimismo se debían desprender de todo aquello que pudiera ser de utilidad para los hombres que componían el ejército realista, el que se hallaba cada vez más cerca de su objetivo.

 

Es cierto que el polémico bando dirigido a las provincias de Salta y de Jujuy -ya que ésta pertenecía a la jurisdicción de la primera- era de un rigorismo tal que despertó entre sus habitantes un terror indisimulable, pues el castigo que se iba a aplicar en caso de desobediencia, era el de la pena de muerte.

 

Así, sin más; no había posibilidad de apelación, ni de clemencia alguna. La orden además, debía ser cumplida en el acto. Muchas veces Belgrano se caracterizaba por proceder con suma rudeza, y este era uno de los casos.

 

EL FUTURO DE LA PATRIA

 

Bernardo Frías, un duro crítico del bando expedido por el jefe del ejército, sostenía que tales disposiciones eran inhumanas, pues iban en contra de los intereses de los norteños.

 

Expresa el destacado investigador salteño que tanto el Cabildo de Salta como el de Jujuy elevaron su súplica en nombre de los vecinos, ya que al tomar el pueblo conocimiento del bando, las penas y los lamentos se dejaban oír por todo el territorio; y con el fin de evitar tantas medidas rigurosas y llegar a un acuerdo satisfactorio para todos, se le ofreció a Belgrano hacer aportes voluntarios, ofrecimiento que el jefe del Ejército del Norte rechazó de plano. Nada fue suficiente para torcer la voluntad del General, pues consideró que lo que estaba en juego era el futuro de la Patria ya ella había que someterse.

 

En defensa de su firme posición, el prócer señalaba: "No busco plata con mis providencias: busco el bien de la Patria. Yo no oigo clamores de particulares, sino el bien general. Los que no quieran sufrir esos perjuicios, anímense a defender la provincia, y no por conservar unos ganados, que serían para el enemigo, permanecerán fríos espectadores de las desgracias de la patria".

 

Las palabras de don Manuel eran sinceras, le nacían desde el fondo de su corazón y estaba convencido de que procedía correctamente porque para él no había acto más grande y noble que ponerse al servicio de la Patria en espíritu y alma.

 

Pero también resulta razonable que mucha gente se sintiera despojada de los pocos bienes que poseía, por una causa que para muchos era incomprensible; esa gente veía en el proceder de Belgrano una actitud prepotente, soberbia, propia de una personalidad ajena a las necesidades de los norteños. Frías, siguiendo con su postura contraria a la conducta del comandante, sostenía que la medida tomada por Belgrano era cruel, intempestiva y violenta.

 

Con hondo dramatismo Ovidio Giménez ilustra en forma brillante ese momento crucial de la historia patria: ganados retirados, sementeras destruidas, viviendas abandonadas, acequias destrozadas. Si algo quedaba, era la humareda de las hogueras en sus rojas expresiones… era el holocausto de un pueblo persiguiendo su derecho a ser libre. El enemigo sólo debía encontrar casas desiertas, campos yermos, bosques talados, pozos sin agua y percibía, al avanzar sobre escombros, que no tenía que habérselas con un ejército, sino con todo un pueblo levantado en heroico gesto.

 

MEDIDAS EXTREMAS

 

Las circunstancias por las que atravesaba la Patria naciente obligaba a tomar extremas, y Belgrano sabía que si empezaba a dudar de medidas de su decisión oa tener en cuenta los ruegos de los más tibios, el resultado sería desastroso. No había lugar para reclamos, para justificaciones sin sentido. La libertad estaba en juego y por ella se debía matar o morir. Así lo entendía, y por lo tanto se debía proceder lo más pronto posible para que las tropas del rey transitaran por un desierto, acosados ​​por el hambre, la sed, la incertidumbre y la desolación más espantosa. Esa estrategia convertiría a ese ejército de soldados aguerridos, en un conjunto de hombres desesperados, desmoralizados y sin deseos de presentar batalla.

 

Pero para ello, había que dejar atrás la tierra natal dejando los bienes más preciados: las casas, los animales, los campos. A la tarde del 23 de agosto de 1812, comienza la gran marcha. Alguien escribe que las carretas van colmándose de muebles, de provisiones, de fardos y personas. A su alrededor se agitan peones a caballo, esclavos, mulatos…tropas de ganado cruzan las calles, arreadas por soldados del ejército ayudados por gauchos…en las calles se amontonan los enseres que no pueden llevarse para ser entregados a las llamas. No debe quedar nada ni nadie.

 

Una decisión que sin duda al creador de la Bandera le dolía y le afectaba, pero era el único modo de liberarse en forma definitiva del ejército realista, que iba a sufrir las consecuencias de tan trascendente resolución.

 

Hombres, mujeres, niños, artesanos, campesinos, abogados, médicos… todos, absolutamente todos -unos por la fuerza y ​​otros por propia voluntad- van en búsqueda de un nuevo destino, en búsqueda de un camino que los guiara hacia la independencia que tantos deseaban.

 

La epopeya ideada por Belgrano, se ponía en marcha; la Independencia iba naciendo a la luz. Las gloriosas batallas de Tucumán y Salta, serían el justo premio para alguien que, como don Manuel, buscaba solo el bien de su amada Patria.

 

* Abogado e historiador, autor de “Aquel gran hombre. Vida del Gral. Manuel Belgrano”.

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