¿HUBO REVOLUCIÓN DE MAYO EN 1810?

 


Mario Meneghini

 

Según el diccionario, el término revolución expresa un cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional.

Explica el Dr. Ruiz Moreno lo ocurrido en el cabildo abierto. Ante la ausencia en España de la autoridad legítima, por hallarse detenido en Francia el Rey Fermando VII, el monarca impuesto por Napoleón era un mero usurpador. Se puso en práctica, entonces, la doctrina sobre el origen del poder vigente en la época: frente a la acefalía de la autoridad auténtica, la soberanía retrovertía en el pueblo, que había delegado por contrato tácito en el soberano.

 

En la Proclama a los habitantes de la capital del Río de la Plata, emanada de la Junta Provisional Gubernativa, se afirma:

Teneis ya establecida la Autoridad que remueve la incertidumbre de las opiniones, y calma todos los recelos. (…) Un deseo eficaz, un zelo activo, y una contracción viva y asidua a proveer por todos los medios posibles la conservación de nuestra Religión Santa, la observancia de las Leyes que nos rigen, la comun prosperidad, y el sosten de estas Posesiones en la más constante fidelidad y adhesión a nuestro muy amado Rey y Señor Don Fernando VII y sus legítimos sucesores en la corona de España.

 

Designado Presidente de la Junta, don Cornelio Saavedra, este, hincado de rodillas y poniendo la mano derecha sobre los Santos Evangelios, prestó juramento de desempeñar legalmente el cargo, conservar íntegra esta parte de América a nuestro soberano el Señor Don Fernando Séptimo y sus legítimos sucesores y guardar puntualmente las leyes del Reino.

 

El alzamiento antibonapartista en la España de 1808, produjo la reaparición del antiguo espíritu medieval feudalista y municipal que enfrentó al prometeico liberalismo que traían los ejércitos del Corso.

 

 

Perfecta comprensión del acontecimiento de la Patria Grande lo mostró don Juan Manuel de Rosas en meditado discurso ante el Cuerpo Diplomático el 25 de mayo de 1836. Allí lucen los párrafos que reproducimos: “Qué grande, señores, debe ser para todo argentino este día consagrado por la Nación para festejar el primer acto de soberanía… Y cuán glorioso es para los hijos de Buenos Aires haber sido los primeros en levantar la voz con un orden y dignidad sin ejemplo . autoridades legítimamente constituidas No para rebelarnos contra nuestro soberano, sino para conservarle la posesión de su autoridad, de que había sido despojado por un acto de perfidia . No para romper los vínculos que nos ligaban a los españoles sino para fortalecerlos más por el amor y la gratitud, poniéndonos en actitud de auxiliarlos. Acta debería grabarse en láminas de oro para. eterna honra del gran pueblo porteño. Pero ¡ah! ¡Quién lo hubiera creído! Un acto que ejercido entre otros pueblos con menos dignidad y nobleza mereció los mayores elogios , fue interpretado entre nosotros malignamente como una rebelión disfrazada por los mismos que debieron haber agotado su admiración y gratitud para corresponderlo dignamente, etc…”

 

Refiriéndose a esta alocución escribió Don Julio Irazusta: “Ella concilia el hecho de la emancipación con el lealismo imperial y monárquico de nuestro primer gobierno autónomo y salva la dignidad nacional de la tacha de perfidia colectiva…”

 

El verdadero carácter de la Revolución de Mayo fue de honor en la fidelidad y jamás de perfidia culpable de la guerra con la Madre Patria. El enfrentamiento llegó luego del 24 de septiembre de 1810, cuando la masónica Asamblea de Cádiz desdeñó el federalismo natural de Reinos y Provincias, basado en la comunidad de sangre y Fe para instaurar un inmenso Estado centralizado según el modelo de la subversión francesa. Fue el momento en que José de San Martín se incorporó a la lucha de América.

 

Fidelidad ya exhibida con altivez en las reuniones de Montevideo y Buenos Aires de agosto de 1806 y febrero de 1807, cuando Liniers fuera proclamado Jefe Militar y luego Virrey. Se daba por entonces el primer fracaso de Gran Bretaña en su intento de destruir el Imperio Hispano Católico transformando sus restos atomizados en dependencias financieras londinenses. Honor a la Patria que mostró la “Muy Fiel y Reconquistadora Ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo” en el Cabildo Abierto del 21 de septiembre de 1808 donde expresó su voluntad de formar “una Junta como las de España”.

 

Para entender el alcance que le daban a los sucesos de mayo, los habitantes de Buenos Aires, bastaría con leer la Canción Patriótica publicada en La Gaceta el 28 de octubre de 1810:

 

No es la libertad

Que en Francia tuvieron

Crueles regicidas

Vasallos perversos

Allí la anarquía

Extendió su imperio

Lo que en nosotros

Derecho natural

El mismo derecho

¿Qué tiene España?

De elegir gobierno

Si aquella se pierde

Para algún evento

No hemos de seguir

La suerte de aquellos.

 

Fuentes:

Mayo de 1810: actas del Cabildo de Buenos Aires/recopiladas por Isidoro Ruiz Moreno. Buenos Aires, 2009.

Luis Alfredo Andregnette Capurro. El verdadero Mayo; Cabildo digital, 1 de junio de 2007

Enrique Díaz Araujo. “Mayo Revisado”, T. I, Santiago Apóstol, 2005.

 

 

LA GRAN HAZAÑA

 

 del Éxodo Jujeño

 

Por Julio C. Borda *

La Prensa, 22.05.2025

 

Sin duda que una de las mayores hazañas de la historia argentina fue el éxodo jujeño, una gesta sin igual que fuera dirigida y organizada por Manuel Belgrano. Aquella empresa heroica, admirable y única, se produjo con el fin de que los realistas -que ya se estaban acercando al territorio norteño- se vieran privados de contar con las posesiones de los habitantes de esa tierra, cuando aquéllos pisaron ese suelo.

 

Debido a la difícil situación por la que iba a atravesar, el genio de Belgrano se va a manifestar en todo su esplendor. Al tomar conocimiento de los propósitos de invasión del general realista José Manuel Goyeneche, el prócer comienza a reorganizar el ejército maltrecho que estaba bajo su mando.

Ya el gobierno a través de Instrucciones Reservadas, le sugeriría una retirada para evitar el enfrentamiento contra un adversario varias veces superior. Haciendo caso omiso a esa sugerencia, Belgrano decide ponerse al frente de esa grandiosa empresa.

 

Su decisión no fue mirada con buenos ojos por gran parte de la gente que habitaba las provincias del norte pues a través del bando expedido el 19 de julio de 1812, las órdenes debían ser cumplidas en forma inmediata sin dar lugar a excusa alguna. Esas órdenes consistían en el abandono de las viviendas, de los animales, en la quema de los campos y productos pertenecientes a los labradores, a los hacendados ya los comerciantes; asimismo se debían desprender de todo aquello que pudiera ser de utilidad para los hombres que componían el ejército realista, el que se hallaba cada vez más cerca de su objetivo.

 

Es cierto que el polémico bando dirigido a las provincias de Salta y de Jujuy -ya que ésta pertenecía a la jurisdicción de la primera- era de un rigorismo tal que despertó entre sus habitantes un terror indisimulable, pues el castigo que se iba a aplicar en caso de desobediencia, era el de la pena de muerte.

 

Así, sin más; no había posibilidad de apelación, ni de clemencia alguna. La orden además, debía ser cumplida en el acto. Muchas veces Belgrano se caracterizaba por proceder con suma rudeza, y este era uno de los casos.

 

EL FUTURO DE LA PATRIA

 

Bernardo Frías, un duro crítico del bando expedido por el jefe del ejército, sostenía que tales disposiciones eran inhumanas, pues iban en contra de los intereses de los norteños.

 

Expresa el destacado investigador salteño que tanto el Cabildo de Salta como el de Jujuy elevaron su súplica en nombre de los vecinos, ya que al tomar el pueblo conocimiento del bando, las penas y los lamentos se dejaban oír por todo el territorio; y con el fin de evitar tantas medidas rigurosas y llegar a un acuerdo satisfactorio para todos, se le ofreció a Belgrano hacer aportes voluntarios, ofrecimiento que el jefe del Ejército del Norte rechazó de plano. Nada fue suficiente para torcer la voluntad del General, pues consideró que lo que estaba en juego era el futuro de la Patria ya ella había que someterse.

 

En defensa de su firme posición, el prócer señalaba: "No busco plata con mis providencias: busco el bien de la Patria. Yo no oigo clamores de particulares, sino el bien general. Los que no quieran sufrir esos perjuicios, anímense a defender la provincia, y no por conservar unos ganados, que serían para el enemigo, permanecerán fríos espectadores de las desgracias de la patria".

 

Las palabras de don Manuel eran sinceras, le nacían desde el fondo de su corazón y estaba convencido de que procedía correctamente porque para él no había acto más grande y noble que ponerse al servicio de la Patria en espíritu y alma.

 

Pero también resulta razonable que mucha gente se sintiera despojada de los pocos bienes que poseía, por una causa que para muchos era incomprensible; esa gente veía en el proceder de Belgrano una actitud prepotente, soberbia, propia de una personalidad ajena a las necesidades de los norteños. Frías, siguiendo con su postura contraria a la conducta del comandante, sostenía que la medida tomada por Belgrano era cruel, intempestiva y violenta.

 

Con hondo dramatismo Ovidio Giménez ilustra en forma brillante ese momento crucial de la historia patria: ganados retirados, sementeras destruidas, viviendas abandonadas, acequias destrozadas. Si algo quedaba, era la humareda de las hogueras en sus rojas expresiones… era el holocausto de un pueblo persiguiendo su derecho a ser libre. El enemigo sólo debía encontrar casas desiertas, campos yermos, bosques talados, pozos sin agua y percibía, al avanzar sobre escombros, que no tenía que habérselas con un ejército, sino con todo un pueblo levantado en heroico gesto.

 

MEDIDAS EXTREMAS

 

Las circunstancias por las que atravesaba la Patria naciente obligaba a tomar extremas, y Belgrano sabía que si empezaba a dudar de medidas de su decisión oa tener en cuenta los ruegos de los más tibios, el resultado sería desastroso. No había lugar para reclamos, para justificaciones sin sentido. La libertad estaba en juego y por ella se debía matar o morir. Así lo entendía, y por lo tanto se debía proceder lo más pronto posible para que las tropas del rey transitaran por un desierto, acosados ​​por el hambre, la sed, la incertidumbre y la desolación más espantosa. Esa estrategia convertiría a ese ejército de soldados aguerridos, en un conjunto de hombres desesperados, desmoralizados y sin deseos de presentar batalla.

 

Pero para ello, había que dejar atrás la tierra natal dejando los bienes más preciados: las casas, los animales, los campos. A la tarde del 23 de agosto de 1812, comienza la gran marcha. Alguien escribe que las carretas van colmándose de muebles, de provisiones, de fardos y personas. A su alrededor se agitan peones a caballo, esclavos, mulatos…tropas de ganado cruzan las calles, arreadas por soldados del ejército ayudados por gauchos…en las calles se amontonan los enseres que no pueden llevarse para ser entregados a las llamas. No debe quedar nada ni nadie.

 

Una decisión que sin duda al creador de la Bandera le dolía y le afectaba, pero era el único modo de liberarse en forma definitiva del ejército realista, que iba a sufrir las consecuencias de tan trascendente resolución.

 

Hombres, mujeres, niños, artesanos, campesinos, abogados, médicos… todos, absolutamente todos -unos por la fuerza y ​​otros por propia voluntad- van en búsqueda de un nuevo destino, en búsqueda de un camino que los guiara hacia la independencia que tantos deseaban.

 

La epopeya ideada por Belgrano, se ponía en marcha; la Independencia iba naciendo a la luz. Las gloriosas batallas de Tucumán y Salta, serían el justo premio para alguien que, como don Manuel, buscaba solo el bien de su amada Patria.

 

* Abogado e historiador, autor de “Aquel gran hombre. Vida del Gral. Manuel Belgrano”.