SAN MARTÍN EN BÉLGICA

 

 

Roberto L.  ELISALDE ( * )

 

Don Pedro Ugarteche Tizón, destacado historiador y diplomático peruano en 1965, pocos días antes de dejar la representación de su Patria, pronunció una conferencia en nuestra Academia Nacional de la Historia, sobre el tema “San Martín en Bélgica”, reino donde entre 1949 y 1951 se había desempeñado como embajador. Fue Ugarteche quien comunicó a las autoridades que el Perú había declarado 1950 como año del Libertador, lo que motivó que se uniera dicho país junto con la Argentina a los homenajes en Bruselas, a iniciativa de Walter Loridal, director del departamento político del Ministerio de Asuntos Exteriores, con la posterior invitación del canciller Pol van Zeland. Se necesitaba un retrato de San Martín para el acto central y uno de los pintores belgas más cotizados del momento Jacques Maes, fue quien lo confeccionó, había cobrado especial simpatía por el Libertador durante su residencia en el Perú y su imagen le era familiar, junto con los datos que le proporcionaron peruanos y argentinos. Al finalizar las ceremonias, el cuadro de grandes dimensiones le fue obsequiado a Ugarteche, quien nunca se demostró su propietario sino un simple depositario y cuando las circunstancias fueron propicias, lo donó al Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, donde se encuentra en una de las salas más importantes  [1] .

 

Varios historiadores hicieron diversas conjeturas sobre la fecha de la llegada de San Martín a Bruselas. Bonifacio del Carril lo presume a multas de 1824 entre noviembre y diciembre  [2] . El historiador belga Carlo Bronne, natural de Lieja, “espíritu curioso por todo, de extraordinaria erudición, de elevada exigencia intelectual, que dedicó un profundo estudio a Napoleón”  [3] según la semblanza que le dedicó Jean Lacroix, su colega en la Real Academia de Lengua y Literatura Francesa de Bélgica, fue quien aclaró documentalmente el tema del arribo de San Martín a Bruselas. El 17 de agosto de 1950, Bronne en un artículo que evocaba el centenario de la muerte del Libertador, hizo conocer que el 15 de septiembre de 1824, el periódico local “Mathieu Laensberg” anunció que “El general San Martín había arribado ayer de Escocia”. ” y se alojaba en el Hotel de la Cruz Blanche, en la calle Fossé aux Loups [4] .

 

Conocía la ciudad en la que había permanecido por unos pocos días en julio de ese mismo año, según quedó asentado en el registro de extranjeros, venía desde Londres, en el paquebote a vapor “Talbot”, con pasaporte británico y asentaron su edad 44 años. , dos menos de los que había cumplido. A continuación se escribió a su antiguo subordinado en el Ejército de los Andes, José Antonio Álvarez Condarco, que además era el padrino de bautismo de su hija Mercedes. La “niña” mientras tanto continuaba su educación en Londres  [5] .

 

Seguramente el primer viaje, fue para conocer personalmente Bruselas y su resolución fue más que acertada. Así se lo hizo saber a varios de sus corresponsales. En febrero de 1825 le confesó al brigadier Bernardo O´Higgins: “desde fines del año pasado, me he establecido en ésta. Lo barato del país y la libertad que se disfruta, me han decidido fijar mi residencia aquí hasta que finalice la educación de la niña…”  [6] . En noviembre de ese año le explicó Miguel Molina: “Yo vivo en ésta hace siete meses, lo barato del país y más que todo mi inclinación a vivir fuera de las grandes capitales, me han decidido a esta elección”  [7] . En diciembre de 1825 se sinceró de este modo con Diego Paroissien: “Mi vida es uniforme y tranquila; las noches las empleos en el teatro y los días entre el paseo y la lectura. Después de la vida agitada de América, necesitaba gozar de paz por algún tiempo”  [8] .

 

Con el general Guido su confidente, se explayó: “En cuanto a mí, solo le diré que paso por un verdadero cuáquero; no veo ni trato a persona viviente, porque de resultados de la revolución he tomado un tedio a los hombres que ya toca lo ridículo. Vivo en una casita de campo, tres cuadras de la ciudad, en compañía de mi hermano Justo, ocupa mis mañanas en la cultura de un pequeño jardín y en mi taller de carpintería; por las tardes salgo a paseo y las noches en la lectura de algunos libros alegres y papeles públicos”  [9] . No se ha encontrado hasta ahora documento alguno que pueda dar referencia de la ubicación de dicha casa, aunque sabemos que estaba compuesta por “tres piezas perfectamente tapizadas y un jardín de más de una cuadra”, con un costo de mil francos anuales  [10] .

 

No pocos proscriptos por distintas razones vivían en la capital de los belgas que albergaba unas 100.000 almas. El mismo San Martín se refiere a esa hospitalidad en una ciudad, convertida en punto “de reunión de un inmenso número de extranjeros”  [11] . El general retirado mereció el reconocimiento local. Su presencia no pasó desapercibida, a pesar de su retiro de la vida pública, la Logia La Perfaite Amitie le obsequió una medalla en reconocimiento que según informó el periódico “Le Belge ami du Roi et de la Patria” era “un general extranjero justamente célebre [ 12] . El consumado grabador belga Jean Henri Simon fue su autor y ha sido reconocido como la más bella pieza de la numismática sanmartiniana [13] . 

 

A poco de llegar, en diciembre de 1824 le escribió a su compadre y apoderado porteño Miguel de Riglos: “He estado quince días en cama atacado de un dolor que me ha tenido bien apurado; afortunadamente ya me encuentro recuperado pero escarmentado para cuidarme un poco más, y no olvidarme que soy ya viejo para abandonar mi salud”  [14] .

 

El general Guillermo Miller en 1826 le escribió desde Londres y le indicó que cuando se viera desocupado se iba a dar una vuelta a Bruselas”, propuesta a la que San Martín respondió: “con gusto tomo la palabra que me da usted… para mi será una satisfaccion el abrazarlo; y mucho más si gusta venir a parar a mi casa, en donde encontrará un alojamiento militar y una independencia completa”  [15] .

 

Bien podría decirle (con las demoras propias de la correspondencia) O´Higgins en 1827: “No podía Ud. elegido haber lugar más aparente para su residencia que el de Bruselas, lejos de ingratos y adonde llegarán helados los maledicentes tiros de la detracción y de la perfidia…” a la vez que después de esta metáfora climática aquel le respondió: “Es evidente que la rigidez del invierno con ese temperamento no podrá acomodarse siempre con la naturaleza de Ud. acostumbrada a climas más templados y que, a medida del tiempo, se irá haciendo más sensible esta verdad”  [16] .

 

Si tuvo San Martín una ocupación, más que una preocupación, fue la educación de su hija Mercedes, porque fue un padre presente para usar un término tan actual. La niña quedó estudiando en un internado en Londres, pero la visitaba de manera frecuente. Es un tema recurrente en toda la correspondencia de esos años. A Guido le manifestó: “Cada día me felicito más y más de mi determinación de haberla conducido a Europa y arrancado de al lado de doña Tomasa; esta amable señora con el excesivo cariño que le tenía, me la habían resabiado (como dicen los paisanos) en términos que era un diablotín. La mutación que se ha operado en su carácter es tan marcada como la que ha experimentado en figura. El inglés y el francés y su adelanto en dibujo y música son sorprendentes. Ud. me dirá que un padre es un juez muy parcial para dar su opinión, sin embargo mis observaciones son hechas con todo el desprendimiento de un extraño, porque conozco que de un juicio equivocado pende el mal éxito de su educación”  [17] .

 

En términos semejantes le comentó a Riglos: “Mercedes sigue haciendo sus progresos: la señora del Capitán Heywood, que la ama como una hija, me dice que habla el inglés como si hubiera nacido en el país, y que su afición al dibujo y sus rápidos adelantados en este punto sorprenden”  [18] . Pero poco después se encontró con este inconveniente, que sabemos pudo solucionar: “A fin de mes pienso hacer una visita a Mercedes; Ésta, según me escriben, ha olvidado enteramente el español pero en breve lo volverá a adquirir, ella hace progresos en la música y en el dibujo”  [19] . A su vez le confiaba a otro amigo: “para setiembre próximo pienso traerme a Mercedes, pues para ese tiempo ya estará corriente en el inglés" [20] . Ya en Bruselas decidió internarla en uno de sus “excelentes colegios” y agregaba este beneficio “me costará la mitad menos y yo tendré el gusto de estar a su lado”  [21] Poco después afirmaba: “Tengo a Mercedes en mi compañía, aún no ha pasado al colegio en razón de que habiendo olvidado enteramente el castellano. no quiero separarla de mi lado hasta que vuelva a adquirirlo completamente Los progresos que ha hecho en un año y la docilidad que por ahora presenta su carácter me promete que su educación será aprovechada” [22] . 

 

En abril de 1827 le confiaba con angustia a Miller: “mi espíritu ha sufrido infinitamente, pues Mercedes ha estado a las puertas del sepulcro de resultados del sarampión o como acá se llama a la fiebre escarlatina, enfermedad que atacó a casi todas las niñas de la pensión; felizmente la chiquita está fuera de todo peligro pues hace tres días se levantó por primera vez”  [23] . Meses después le anunciaba que estaba “buena, y mucho más robusta que antes de su peligrosa enfermedad; ésta y mi hermano lo saludan”  [24] . Y al terminar 1827 a O´Higgins: “Yo pienso permanecer en Europa dos años más, tiempo que creo necesario para concluir la educación de mi hija”  [25] .

 

Sus horas no estaban alejadas de las preocupaciones materiales, (en la necesidad de proteger a Merceditas también en ese aspecto); por su chacra de Mendoza en 1826 le escribió a su administrador don Pedro Advíncula Moyano, “mandaré un inventario de todo lo que existe en la hacienda a mi hermano Manuel (Manuel de Escalada, su cuñado y apoderado); usted sabe la confianza que siempre me ha merecido y me merece, para que ni remotamente tenga la menor desconfianza; pero usted y yo somos mortales, y es necesario que si faltamos uno de los dos, todo quede arreglado”  [26] .

 

La política del Río de la Plata tampoco le era indiferente, así en octubre de 1827 en carta a O'Higgins, criticaba a Rivadavia cuya “administración ha sido desastrosa y sólo ha contribuido a dividir los ánimos” y sobre las calumnias que difundió sobre el Libertador le indicó haber “despreciado tanto sus groseras imposturas, como su innoble persona”. Con él al frente no había ofrecido sus servicios para la guerra con el Brasil, sin embargo lo hizo con el gobierno de Buenos Aires, y si le eran admitidos, estaba en su espíritu “embarcar sin pérdida de tiempo” [27] .

 

Dos meses antes, en agosto de 1827, le confesó a Juan de la Cruz Vargas: “Efectivamente no pienso regresar al país, pero será ínterin no lo vea en tranquilidad, porque enemigo de facciones, la situación actual de nuestra patria no me dejaría vivir en neutralidad, y por sabia y prudente que fuese la línea de conducta que adoptase, sería envuelto en el torrente de las pasiones que desgraciadamente tanto nos perjudican”  [28] .

 

Tras la renuncia de Rivadavia a la presidencia el 7 de julio de 1827 el doctor Vicente López desempeñó esas funciones, que fueron personalizadas por poco más de un mes, en que finalizó aquel experimento con la disolución del Congreso. Enterado San Martín por los papeles públicos en diciembre de ese año le escribió a López, -cuando hacía casi cuatro meses que había dejado el cargo- estas líneas que el autor del Himno habrá sin duda meditado largamente: “Compatriota y señor de todo mi aprecio : Como la experiencia me ha demostrado que todas las ventajas que proporciona el mando no son otras que sinsabores continuos, es por esto que estoy muy distante de felicitarle por su elección a la presidencia de esa república, pero si lo haré a nuestra Patria, por las ventajas que ella puede reportar. En el que incluyo ofrezco mis servicios en la justa, aunque impolítica guerra en que se halla empeñada nuestra patria”  [29] .

 

La comentada correspondencia con su apoderado en Buenos don Miguel José de Riglos, es muy interesante y permanece prácticamente inexplorada. Reafirma algunos conceptos de Oscar Carbone  [30] y Raúl de Labougle  [31] , respecto al patrimonio del general, y ella nos referimos en el aspecto económico en la sesión privada de esta Academia  [32] , tema sobre el que no vamos a abundar . Pero nos informa de otros también desconocidos sobre los movimientos o actividades de San Martín, en noviembre de 1824 le informaba desde Bruselas: “He visto maniobrar setenta mil prusianos en el campo de Innsbruck por el espacio de once días. ¿Quién hubiera podido remitir algunos de ellos para el Perú?”, y agregaba: “he recorrido toda Holanda, es país digno de verso tanto por el carácter original de sus habitantes como por su industria sin igual, pero sobre todo por sus magníficas obras hidráulicas”. Por ella sabemos que había remitido a Buenos Aires “un gran cajón de libros y grabados” por Mr. Lafitte en el Havre, para que se embarcaran en “La Bayonesa” y compró dos chimeneas por medio de un señor Dickson para su hermano político Manuel. de Escalada  [33] . San Martín para desplazarse en Europa había adquirido en un remate una berlina, y pensaba utilizarla Buenos Aires a su vuelta, pero como había demorado su retorno decidió que Riglos la vendiera, por lo que la embarcó en el buque “De Hope”  [34] . También le encargó que idéntica conducta tomara con los libros modernos, no los viejos ni las estampas para comprar otros [35] ; lo que nos revela su permanente afición a la lectura y contar con una buena biblioteca consigo  [36] .

 

Su salud no era la mejor, sufría fuertes dolores debido al reumatismo, pero no dejaba de señalar estos episodios con humor como cuando le escribió al general Miller: “Casa vieja todas son goteras. Esto es lo que pasó por mí; ayer me he levantado después de once días de cama de resultados del incómodo reumatismo que se apoderó de mi pierna izquierda y que sólo se ha podido desalojar a fuerza de sanguijuelas y baños; algo mejorado…”  [37] . En otra carta afirmó: “Mi salud sigue buena en el día: no es extraño en la buena estación -está firmada el 21 de junio de 1827 primer día del verano en Europa- más análoga al temperamento a que estamos acostumbrados, porque es menester haber criado en ellos”  [38] .

 

Para aliviar las molestias del reumatismo, el 1º de mayo de 1828, le anunció a Miller “dentro de doce o quince días partiré para Aix la-Chapelle, a fin de tomar los baños, a fines de junio estaré de regreso en ésta”  [ 39] . El 16 de junio de 1828 ya instalado en la estación termal le narraba su experiencia: “El 27 salí de Bruselas para estos baños, bastante aliviado de mi reumatismo: más bien fuese el movimiento del carruaje o lo húmedo del día, a mi llegada a Liège, el 28, me encontré en un estado de postración tal, que me fue imposible continuar mi marcha hasta el 11 del corriente, que llegué a ésta, sufriendo lo que es indecible, Especialmente el brazo derecho, que se me había hinchado monstruosamente. El 6 comencé a tomar los baños, ya a pesar de la estación, que no me ha ayudado por lo frío y húmedo, me encuentro en el día con un alivio extraordinario”  [40] .

 

Minucioso en detalles, daba cuenta de la visita de su viejo ayudante el general irlandés Juan O´Brien, “pero como el estado de mi salud me obligaba a partir; no pude estar en su compañía más de dos días… Si mi salud sigue en la mejoría que hasta el presente experimento, regresaré a Bruselas el 12 del entrante”. Y aclara los motivos del regreso: “con el fin de traerme a casa a Mercedes, pues, en este día, se cierra la pensión en que se halla hasta el 1º de agosto, que concluyen las vacaciones de verano: en seguida regresaré a esta para continuar los baños por todo el tiempo que me lo permita la estación… Justo, que se encuentra en mi compañía”  [41] .

 

Cuando encontró que su correspondencia había “sido pasto de la curiosidad de la policía prusiana y francesa”; aconsejó a Miller omitiera en los nombres el grado de “general y ponga simplemente Mr. St. Martín” [42] . Por 1828 a causa de la guerra con el Brasil, la falta o demora de los pagos de sus sueldos, el Libertador empieza a sufrir una merma en sus ingresos, aunque nunca vivió en la pobreza; por esa razón decidió abandonar la casa quinta de las afueras de Bruselas y trasladarse al centro, como lo notificó a Miller: “si tiene usted algo que escribirme, hágalo a esta -Rue de la Fiancée, num 1422- que es la nueva casa que habito, que desde aquí me dirigirán sus cartas” [43] . Al año siguiente se realizó un censo de población, quien fuera de nuestro colega académico Luis Santiago Sanz, que además fue embajador en el Reino de Bélgica lo encontró registrado en uno de los departamentos de esa dirección como “Marcelis, Josephus Jan, de 48 años, natural de Buenos, rentista, de religión católica, viudo de María Escalada” [44] .  

 

Uno de sus subordinados, el general Miller estaba escribiendo sus memorias y lo consultaba permanentemente por distintos temas de la campaña libertadora, que él contestaba prolijamente; en octubre de 1827 le advirtió: “Permítame le haga una observación, la que espero no la atribuya a un exceso de moderación, sino una verdadera justicia. Usted carga demasiado la mano en elogios míos: esto dará a su obra un aire de parcialidad, que rebajará su verdadero mérito. Conozco demasiado bien la honradez e independencia de su carácter para atribuirse sus elogios por deferencia hacia mí…”  [45] .

 

Intentó el conseguir un editor para la obra de Miller en Bruselas, vio a dos libreros a los que conocía, pero no tuvo éxito en la gestión, razón por la cual aclaró “(dicen que todos los de este país son miserables)”. En esa carta del 10 de octubre de 1828 el Libertador habla de su retrato “que estará concluida la semana entrante… Afortunadamente me avisaron había llegado un francés de regreso de Spá, hombre de habilidad, y efectivamente puedo asegurar a Ud., que por lo que respeta a la semejanza no deja nada que desear. En fin, Ud. me ha hecho quebrantar el propósito que había hecho de no volverme a retratar en mi vida”  [46] . El 24 le envió la prueba del trabajo realizado por el francés Jean Baptiste Madou y apuntó: “los que lo ha visto dicen que aunque se parece bastante, me ha hecho más viejo y los ojos se encuentran defectuosos; ello es lo mejor que se ha podido encontrar para su ejecución; -al fin yo he cumplido con su encargo, asegurándole será el último retrato que haga en mi vida”  [47] .

 

No fue el único retrato, otro de esa etapa en Bruselas. El famoso cuadro que lo muestra envuelto en la bandera argentina, algunos autores que fue pintado por una maestra de dibujo de su hija y que ella intervino en su confección, y Bonifacio del Carril opina que la mano de Madou estuvo en ese lienzo que es tan conocido  [48] . Otro, atribuido al pintor Francois-Joseph Navez, uno de los más reconocidos de su tiempo, que culminó su carrera como Director de la Academia de Bruselas, se exhibe en el Museo Histórico Nacional  [49] .

 

San Martín era un hombre de buen humor, según se ve en su correspondencia. En las cartas a Tomás Guido encontramos frases realmente sabias ya veces ingeniosas. Cuando a éste lo nombró ministro de Relaciones Exteriores le escribió: “como amigo de Ud. lo siento, como individuo del país me alegre”. Y recomendaba al Sr. Deslile nuestro cónsul de Amberes y agregaba: “yo creo que estos funcionarios públicos son muy útiles como no cuestan dinero y que sirvan los empleos ad honorem”. Y agregaba jocosamente por el último término que había estudiado dos años gramática latina “y según el antiguo adagio de que la letra con sangre entra tengo bien presente los sendos azotes” que le había costado una frase  [50] . En respuesta a otra donde el mal humor de don Tomás era evidente lo califica de “rico y gotoso viejo”  [51] .

 

En otra le recuerda a Guido “¡Que es de Hilarión…! Que batallas tan furibundas no me dio en Montevideo, que Dios se lo perdone: protesto a Ud. que le había cobrado tal miedo que a pesar de la distancia que nos separa aún no ha desaparecido del todo. Desgraciadamente el amor (que indistintamente ataca a toda edad y profesión) bajo la figura de una rolliza y pelinegra se apoderó del corazón de mi tío (Hilarión de la Quintana era tío político de San Martín, hermano de su suegra) y lo convirtió en un volcán. ¡Que escenas no presenciaron, mi querido amigo! Antes ni después del sitio de troya no las ha habido comparables. Hubo moquetina de tal tamaño que la diosa espantada se presentó en mi casa a deshoras buscando mi protección. Yo creí que el juicio final había llegado. En conclusión, baste decir a Ud. que protegido de Eolo y Neptuno me hallaba ya en el Ecuador y aún la sombra de Hilarión me perseguía”  [52] . En los primeros días de agosto de 1827 de la Quintana había visitado a San Martín en Bruselas y se había reencontrado en Montevideo [53]

 

Los comentarios de San Martín a un Guido ocupado largamente como ministro de relaciones exteriores, le permitieron a don Tomás esta expansión: “Como Ud. tiene el arte de hacerme reír aun en mis pocas horas de malhumor, me cuenta Ud. los amores de nuestro buen tío (que me han hecho desternillar, pues sepa Ud. para su gobierno que ya ha entrado en guardia otra rechonchona a quien espero que la deje como una tonta”  [54] .

 

La Revue de Paris , publicó un artículo titulado “Los exiliados de Bruselas”, donde pasó revista a los personajes que por diferentes razones y de distintos lugares, se acogían a la hospitalidad de esa ciudad. El autor Monsieur Baron, dice: “Me acuerdo un día en que se encontraron reunidos el general Zaldívar, que había figurado en las Cortes de España, Guillermo Pepe, el napolitano, y el Libertador del Perú, San Martín. Era un baile, y estas tres figuras, morenas, velludas, de aspecto dominante, sobre todo la de San Martín, tan gallarda que hace pensar en Dugommier y en Kléber, formaban violento contraste con el tinte lechoso, lustroso, de los belgas e ingleses. . San Martín y Zaldívar se habían conocido en España; el encuentro fue afectuoso; Después, apoyados en el alféizar de una ventana, cada uno habló de sus batallas, de los éxitos obtenidos. La lengua francesa rebelábase pero terminaba por plegarse al pensamiento, y entonces, lo raro de la expresión o la frecuencia del ademán que trataba de suplirlas, infundía gracia especial a los relatos maravillosos. San Martín nos contaba, entre otras cosas, el paso de los Andes cuando fue a libertar a Chile. Era un canto de “La Araucana”. San Martín es, sin duda alguna, uno de los hombres más completos que puedan encontrarse: militar excelente, espíritu elevado, carácter firme, buen padre a la manera burguesa, hombre de fácil acceso y de un atractivo personal irresistible. Resulta inexplicable el reposo a que se ha condenado en pleno vigor de su edad y de su genio”  [55] . Cuando en 1830 los revolucionarios de la independencia belga le ofrecieron el mando de su ejército, rehusó la oferta invocando las leyes de la hospitalidad que le había brindado y su condición de extranjero.

 

La correspondencia variaba de los temas políticos al clima, como en febrero de 1830, en el “horroroso invierno” que se vivió en Bruselas: “de memoria de vivientes no se ha conocido otro igual. Yo hace tres meses que no he salido de mi habitación en razón de mi herida (aquel vuelco del coche que de Falmouth lo llevaba a Londres a su regreso de América); y en esta situación he llegado a apreciar lo que valen los consuelos que me ha proporcionado mi tierna hija. Ésta se halla gozando de una cumplida salud, y el amable carácter que me desplega me hace esperar con fundamento que ella será una buena esposa y tierna madre”. Y utiliza en esta carta aquel refrán de “a perro flaco”  [56] .

 

Para resguardar a Mercedes ante el temor a que se sucedieran episodios de violencia -algo que siempre después aterró a San Martín- por los movimientos independentistas que se gestaban en Bruselas le confió a Vicente López, que “el mismo día que partí para París, adonde fui con mi hija, con el objeto de ponerla en un colegio: antes de ayer he regresado y me apresuro a aprovechar el paquete de este mes, que debe salir esta semana”. En dicha carta coincide con don Vicente López en que el “incremento que han tomado las discordias en Buenos Aires tiene su base en la revolución y contrarrevolución”, pero más adelante alude a que esos “mismos síntomas, el mismo cuadro de desórdenes y la misma inestabilidad” no sólo compite “a todas las antiguas colonias españolas”  [57] . En el viejo continente en ese momento fermentaba la agitación política y social. En esta carta que es de las últimas que escribió el Libertador en Bruselas agregó: “Dos son las bases sobre las cuales reposa la estabilidad de los gobiernos conocidos, a saber: en la observancia de las leyes o en la fuerza armada: los representantes se apoyan en la primera, los absolutos en la segunda; de ambas garantías carecen las de América…” [58] .

 

No dejaba de indicar a sus corresponsales la idea de regresar a mediados de 1831 a Buenos Aires. Así se lo escribió a Gutiérrez de la Fuente “en que la educación de mi hija habrá concluido. Yo lo deseo, pues este clima es ya poco compatible con mis años y salud” [59] . Al general Fructuoso Rivera al que saludó por su nombramiento como presidente de la Banda Oriental, aunque “la experiencia me ha enseñado que los cargos públicos, y sobre todo el que Ud. obtiene, no proporcione otra cosa que amarguras y sinsabores”, le anunció su retorno, con la salud “bastante quebrantada”  [60] . A Vicente López lo mismo, aunque alega además que “la depresión de nuestro papel moneda, que no me permite vivir en Europa con el rédito de mis fincas, es la causa que me obliga a dar este paso”  [61] .

 

En julio de 1830 desde París en extensa carta le explicó a José de Ribadenaira los motivos por los que dejó Bruselas: “la revolución que estalló en los Países Bajos me obligó a dejar mi residencia de Bruselas y conducir a mi hija a esta con el objeto de evitarla de los peligros y temores de que son consecuentes a una insurrección, cuyos principios acompañados de saqueos e incendios hacían temer sus consecuencias, y al mismo tiempo, a su educación. También decía a Ud. la situación de este continente amenazado de una guerra general, cuyos temores sobre este punto aún no están del todo disipados, pues siempre quedan pendientes los dos graves puntos en cuestión a saber; la suerte definitiva de Polonia y Bélgica”. A esto agregaba “los progresos del cólera morbus que ni los cordones sanitarios establecidos por las potencias del Norte, y todas las demás adoptan medidas de cuarentenas, etc., etc., no han podido hasta el presente detener la marcha de tan espantosa enfermedad”  [62] .

 

En aquellos últimos días de San Martín en Bruselas, el joven diplomático chileno don José María de la Barra, que había sido alférez en Maipo se apresuró en visitarlo. Una iniciativa de don Pedro Palazuelos el cónsul de Chile en ese momento, organizó una visita a caballo al llano de Waterloo. San Martín aceptó la invitación los ilustró sobre lo sucedido de este modo: “Cabalga el general con gallardía y es un consumado jinete. El cicerone no nos fue necesario, porque San Martín nos explicó la batalla de un modo tan claro y preciso y al mismo tiempo pintoresco, que parecía que hubiera estudiado mucho las campañas de Napoleón en el mismo terreno. Nos dimos cuenta perfecto del primer ataque y victoria de Napoleón y enseguida el cambio completo en el plan por la aparición de Blucher. Criticó los movimientos del general como sólo él sabe hacerlo. Era hermoso oír a San Martín explicando sobre el terreno a Napoleón. Regresamos al galope en una hermosa tarde de verano, con San Martín, erguido y silencioso a la cabeza. Parecía que el recuerdo de sus victorias embarcaba por completa la mente del expatriado” [63] .

 

La última carta de San Martín desde Bruselas es del 11 de diciembre de 1830 a Guido, allí desliza este comentario de increíble actualidad: “nuestro país necesita de hombres, no sólo conciliables sino que obren sin pasiones ni espíritu de partido. Ud. me dirá que es bien difícil poder formar una administración que toda ella parte de este principio más si no hay una uniformidad absoluta, es suficiente el que una parte contenga los arrebatos de la otra: he leído no sé en dónde que los mejores matrimonios son los que se componen de caracteres encontrados, es decir, que si el marido es violento y el de la mujer dulce y prudente, éste suaviza el de aquel y tempera sus violencias: por el contrario, si ambos fueron arrebatados todo se lo llevaría Pateta en un momento”. Y agregaba esta referencia: “Hace seis días que regresó a ésta con el objeto de recoger algunas ropas y objetos que había dejado: este país se encuentra aún sin constituir, pero hay esperanza de que en breve se constituya en un Estado independiente”  [64 ] .

 

Hemos intentado a través de estas cartas de San Martín y de algunos de sus corresponsales, dar un pantallazo sobre la vida de nuestro héroe en Bruselas, caminamos con él por esas calles, lo acompañamos en el reencuentro con su hermano Justo Rufino, padecimos los dolores. del reumatismo o la herida en el brazo que lo dejó postrado, disfrutamos sus dichos castizos, la preocupación por sus finanzas, su obsesión por la mejor educación para Merceditas, sus sabias reflexiones sobre las Ingratitudes de la vida pública o nos divertimos con lo enamoradizo de su tío político y cabalgamos juntos en los llanos de Waterloo. Estaba ya lejos de su tierra cuando el triunfo de Ayacucho o cuando al mando del bravo paraguayo José Félix Bogado regresaron sus granaderos. En una palabra hemos vivido en su compañía a dos siglos de distancia, en el marco de este bicentenario que comenzamos a recordar finaliza en el 2030.

 

Quizás uno de los mayores títulos que tiene Bélgica con respecto a San Martín, es de haberle otorgado algo que en palabras de una persona tan reservada es más que un elogio y no le visto en ninguna de sus cartas. Esto le escribió al general Tomás Guido: “Ud. Diré que soy feliz. Sí, amigo mío verdaderamente lo soy”. Y agregó esto que es más que ratifica aún más el vínculo de los belgas para con los argentinos: “A pesar de esto ¿creerá usted si le aseguro que mi alma encuentra un vacío que existe en la misma felicidad? ¿Sabe cuál es? El de no estar en Mendoza. En cuanto a mis planes futuros son los siguientes: dentro de dos años, tiempo que creo necesario para afirmar la educación de mi hija, pienso con ella ponerme en marcha para Buenos Aires. Si me dejan tranquilo y gozar de la vida, sentaré mi cuartel general un año en la costa del Paraná, porque me gusta mucho, y otro en Mendoza, hasta que la edad me prive de viajar… Usted sabe que en cualquier parte en que me halle, una habitación y un puchero serían partidos con Ud. con el mayor placer: sírvale de gobierno”  [65] .

 

Pero hay finalmente un tema, que llama a la reflexión, a la búsqueda y porque no al suspenso, en el que los historiadores argentinos y belgas debemos trabajar. El general San Martín sabemos que testó tres veces en su vida: la primera el 23 de octubre de 1818 en Mendoza, ante el escribano del Cabildo, don Cristóbal Barcala. La segunda en Pisco el 29 de septiembre de 1820 a poco de su desembarco, ante la posibilidad de “fenecer o bien caer prisionero” y la última el documento ológrafo fechado en París el 23 de enero de 1844, preservado en su momento en una notaría , original que el gobierno francés entregó en ocasión del sesquicentenario de la Revolución de Mayo y se conserva en este Instituto  [66] .

 

Sin embargo, hacia 1825 el Libertador recibió en Bruselas unas duras líneas de su “lancero amado” como llamaba a Tomás Guido. Bien dice Patricia Pasquali, recordada amiga que se fue muy joven y que formó parte de esta Academia: “Esta fortísima carta conmocionó el ánimo del Libertador pues no podía permanecer indiferente frente a la suerte corrida por sus compañeros”. Ella “gira principalmente en torno a Bolívar, quedando claramente puntualizado el concepto que el general había formado acerca de su persona y actuación”  [67] .

 

En dicha carta San Martín le dijo a Guido: “Cuando deje de existir Ud. Encontrará entre mis papeles, pues en mi última disposición hay una cláusula expresa para que le sean entregados, documentos originales y sumamente interesantes. Ellos, y los apuntes que hallarán Ud. ordenados, manifiestan mi conducta pública y las razones de mi retirada del Perú. Ud. me dirá que la opinión pública, y la mía en particular están aceptadas en que estos documentos vean la luz en mis días”. Para justificar ese silencio guardado frente a sus detractores, agregó que la demora para esa respuesta obedecía a su convicción “que lo general de los hombres juzga de lo pasado según lo pasado según la verdadera justicia, y de lo presente, según sus intereses”. Y por si no fuera suficiente con humor suponía que “de los tres tercios de habitantes de que se componen el mundo dos y medio son necios y el resto pícaros, con muy poca excepción de hombres de bien  [68] .

 

Guido no olvidó esa oferta, se debía sentir honrado con tal prueba de confianza, y diez años menor, pensó que podía sobrevivirlo a San Martín. Así en febrero de 1829, volvió sobre el tema: “Recuerdo la oferta que en repetidas cartas me hizo Ud. desde Bruselas, de sus papeles para la historia; ha llegado el tiempo de cumplir esta promesa”  [69] .

 

Pero ninguno de ellos volvió a tratar el tema. No dudo que San Martín tan previsor como era, seguramente ese testamento lo debió poner a buen recaudo en una notaria, poco después emprendió su regreso a la Patria, con el frustrado desembarco, y cruzar el Atlántico, dejando una hija de trece años, a cargo de un hermano suyo, nos hace meditar en este documento que nunca apareció.

 

Sabemos que Guido, cuyo peregrinar como diplomático en tiempos de Rosas en la corte de Río de Janeiro, o por la Confederación Argentina en la misma ciudad, en Paraguay y en Uruguay, lo ocupó largos años, tuvo el tino de no tocar nunca más el Tema con San Martín. Acabada esa vida pública en 1861, pareció que había llegado el tiempo de volver sobre el tema, y ​​se dirigió a Mariano Balcarce, año del Libertador para reclamar el compromiso incumplido. Pero era tarde, y Balcarce le contestó con la más absoluta verdad, urgido por el pedido de dos jóvenes historiadores -Mitre y Diego Barros Arana- había accedido al primero que le había manifestado “su intención de escribir una biografía de Padre, y pidiéndome todos los documentos que pudieran servir para aquella obra” había accedido y agregaba: “si padre lo hubiera dicho”  [7 0] .

 

Esas últimas disposiciones de San Martín, ¿están en una notaria de Bruselas?, nos quedan en principio estos seis años que hoy inauguramos para tratar de encontrarlas, porque como decía Miguel Ángel Cárcano: “La historia, es una disciplina científica, que se encuentra en constante elaboración y cambio, porque la vida es la materia con que trabaja… Las historias de ayer se mejoran hoy y se aspira a completarlas mañana” [71] .

 

Roberto L. Elissalde.

 

Vicepresidente 1º del Instituto Nacional Sanmartiniano y de la Academia Sanmartiniana.

 

(*) Conferencia de incorporación a la Academia Sanmartiniana, pronunciada el 26 de septiembre de 2024 en la sede del Instituto Nacional Sanmartiniano.

 

 

[1] PEDRO UGARTECHE TIZÓN, “San Martín en Bélgica”, enBoletín, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1965, T. XXXVIII (Primera Sección), p. 145.

 

[2] BONIFACIO DEL CARRIL,Iconografía del General San Martín, Buenos Aires, 1971, p. 76.

 

[3] https://www.arllfb.be/composition/membres/bronne.html

 

[4] LUIS SANTIAGO SANZ, “El General San Martín en Bruselas”, enInvestigaciones y Ensayos, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1973, XIV., p. 531.

 

[5] ADOLFO P. CARRANZA,San Martín, su correspondencia 1823-1850, Museo Histórico Nacional, Buenos Aires, 1911, p. 29.

 

[6] IBÍDEM, pág. 4.

 

[7] JUSTA DOSE DE ZEMBORAIN,Cinco cartas del general San Martín, Buenos Aires, 1950, p. 36.

 

[8] ROBERT A. HUMPREYS, “San Martín y Paroissien, 1824-25”, enSan Martín, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1951, TI p. 96.

 

[9] COMISIÓN NACIONAL DEL CENTENARIO,Documentos del Archivo San Martín, Imp. Coni, Nacional, Buenos Aires, 1910, T. VI., p. 518.

 

[10] IBÍDEM, T. VI., pág. 516.

 

[11] IBÍDEM, T. VI., pág. 516.

 

[12] SANZ, ob. cit., pág. 533.

 

[13] HUMBERTO F. BURZIO - BELISARIO J. OTAMENDI,Numismática Sanmartiniana, Buenos Aires, 1951, T. VI., p. 518.

 

[14] IINSTITUTO NACIONAL SANMARTINIANO,Documentos para la Historia del Libertador General San Martín, Buenos Aires, 2023, T, XXI, p. 108.

 

[15] CARRANZA, ob. cit., pág. 64-65.

 

[16] INSTITUTO NACIONAL…, ob. cit., T. XIX, pág. 222.

 

[17] COMISIÓN NACIONAL…, ob. cit., T. VI., p. 515-516.

 

[18] INSTITUTO NACIONAL…, ob. cit., T, XXI, pág. 108.

 

[19] IBÍDEM, T., XXI, p. 115.

 

[20] JUSTA DOSE DE ZEMBORAIN,Cinco cartas del general San Martín, Buenos Aires, 1950, p. 36.

 

[21] INSTITUTO NACIONAL…, ob. cit., T., XXI, pág. 119.

 

[22] IBÍDEM, T., XXI, p. 126.

 

[23] IBÍDEM, T, XIX, pág. 203.

 

[24] CARRANZA, ob. cit., pág. 76

 

[25] INSTITUTO NACIONAL…, ob. cit., T., XIX, pág. 220.

 

[26] CARRANZA, ob. cit., pág. 182

 

[27] INSTITUTO NACIONAL…, ob. cit., T., XIX, pág. 221.

 

[28] IBÍDEM, Documentos…. T., XIX, pág. 215.

 

[29] CARRANZA, ob. cit., pág. 116.

 

[30] OSCAR E. CARBONE,El patrimonio de San Martín, Museo Histórico Nacional, Buenos Aires, 1960.

 

[31] RAÚL DE LABOUGLE, “San Martín en el ostracismo, sus recursos”, enAnales de la Academia Sanmartiniana, Instituto Nacional Sanmartiniano, Buenos Aires, 1978, No. 9.

 

[32] Conferencia en la sesión plenaria privada de la Academia Sanmartiniana, el miércoles 13 de septiembre de 2023. (En prensa).

 

[33] INSTITUTO NACIONAL…, ob. cit., T., XXI, pág. 107.

 

[34] IBÍDEM, T., XXI, p. 115.

 

[35] IBÍDEM., T., XXI, p. 121.

 

[36] IBÍDEM., T., XXI, p. 145.

 

[37] IBÍDEM., T., XX, p. 332.

 

[38] COMISIÓN NACIONAL…, ob. cit., T. VI., p. 529.

 

[39] INSTITUTO NACIONAL…, ob. cit., T., XIX, pág. 209.

 

[40] IBÍDEM., T., XX, p. 335.

 

[41] IBÍDEM., T., XX, p. 335.

 

[42] CARRANZA, ob. cit., pág. 66.

 

[43] INSTITUTO NACIONAL…, ob. cit., T., XX, pág. 333.

 

[44] SANZ, ob. cit., pág. 545

 

[45] INSTITUTO NACIONAL…, ob. cit., T., XX, pág. 330.

 

[46] IBÍDEM., T., XX, p. 339.

 

[47] IBÍDEM., T., XX, p. 341.

 

[48] ​​DEL CARRIL, ob. citado, pág. 84.

 

[49] IBÍDEM, pág. 76.

 

[50] INSTITUTO NACIONAL…, ob. cit., T., XX, pág. 121.

 

[51] IBÍDEM., T., XX, p. 112.

 

[52] IBÍDEM., T., XX, p. 125.

 

[53] IBÍDEM., T, XXI, p. 148.

 

[54] IBÍDEM., T, XIX, p. 283.

 

[55] JOSÉ LUIS BUSANICHE,San Martín vivo, Ediciones Nuevo Siglo, Buenos Aires, 1995, p. 214.

 

[56] INSTITUTO NACIONAL…, ob. cit., T, XIX, pág. 278.

 

[57] INSTITUTO NACIONAL…, ob. cit., T, XIX, pág. 280.

 

[58] IBÍDEM., T, XIX, p. 280.

 

[59] CARRANZA, ob. cit., pág. 123.

 

[60] IBÍDEM., pág. 157.

 

[61] IBÍDEM., pág. 122.

 

[62] INSTITUTO NACIONAL…, ob. cit., T, XIX, pág. 291.

 

[63] ARMANDO BRAUN MENÉNDEZ, “San Martín durante el ostracismo (a través de un memorialista chileno), enBoletín, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1966, XXXIX, p. 172.

 

[64] INSTITUTO NACIONAL…, ob. cit., T, XIX, pág. 132.

 

[65] COMISIÓN NACIONAL…, ob. cit., T. VI., p. 517.

 

[66] CARLOS JULIO MOSQUERA, “Compendio de Grandeza (El cuarto testamento de San Martín – 23-I-1844), enAnales de la Academia Sanmartiniana, Instituto Nacional Sanmartiniano, Buenos Aires, 1978, T. 9, p. 63-64.

 

[67] PATRICIA PASQUALI,San Martín, confidencial, Planeta, Buenos Aires, 2000, p. 207.

 

[68] INSTITUTO NACIONAL…, ob. cit., T, XIX, pág. 132.

 

[69] IBÍDEM., T, XX, p. 90-91.

 

[70] ERNESTO J. FITTE, “La trayectoria intelectual de Mitre: del poeta al historiador”, enBoletín,Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1969, V. XXX. pag. 207.

 

[71] MIGUEL ÁNGEL CÁRCANO, “Discurso”, enBoletín,Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1969, V. XXX. pag. 90.

 

 

No hay comentarios: