LA GUERRA FRANCO-PRUSIANA


 según la visión de Rosas desde su exilio en Southampton

 

POR PABLO A. VÁZQUEZ

 

La Prensa, 13.03.2024

 

La figura de Juan Manuel de Rosas ha tomado algún protagonismo en estos días, sea por las referencias negativas que el actual presidente de la Nación realizó sobre él en los finales de la campaña electoral con vistas al balotaje; los módicos debates surgidos por notas y declaraciones de una prestigiosa historiadora realizando una comparación del estilo de gobierno del Restaurador con estos primeros tres meses de gestión del primer mandatario argentino; y su invisibilización en el promocionado ‘Salón de los Próceres’ en la Casa Rosada, donde por iniciativa de la Secretaria General de la Presidencia, la señorita Karina Milei, se trocó el destino del ‘Salón de las Mujeres’y se lo reperfiló para que sólo aparezcan varones ilustres y destacados de nuestra historia, hecho realizado simbólicamente el 8 de marzo pasado, fecha del Día Internacional de la Mujer, y donde expresamente no se incluyó al primer Jefe de la Confederación Argentina.

 

CONFLICTO BELICO

 

Aprovechando esas circunstancias, y ante un nuevo aniversario del paso a la inmortalidad de Juan Manuel de Rosas, acontecido el 14 de marzo de 1877 en Southampton, Inglaterra, traigo al presente las opiniones del jefe federal exiliado en Gran Bretaña sobre el desenlace de la guerra franco-prusiana. Conflicto bélico del siglo XIX, de enorme importancia para entender los sucesos que cambiaron el equilibrio de poder en Europa y desencadenarían con los años la Primera Guerra Mundial, se desarrolló entre 1870 y 1871, con la consiguiente derrota francesa, decantándose en el fin del Segundo Imperio y el inicio de la Tercera República, y la victoria del Reino de Prusia, la que se patentizó en la culminación de la unidad alemana bajo su mando y en la instauración del Imperio Alemán (Segundo Reich), con el mando del Kaiser Guillermo I, proclamado -para humillación francesa- en el salón de los Espejos del palacio de Versalles, y la muñeca política de su Canciller Otto Von Bismarck.

 

LAS CARTAS

 

Rosas siguió de cerca el desenlace de dicha conflagración, tal como se lee en las cartas que remitió en esos años a Josefa ‘Pepa’ Gómez. Según Raúl Fradkin y Jorge Gelman en ‘Juan Manuel de Rosas: La construcción de un liderazgo político’ (2015): “Josefa Gómez, amiga de la familia y fidelísima admiradora del gobernador caído en desgracia, fue una de las pocas personas que sostuvieron una correspondencia asidua con él hasta su muerte, así como organizó la recolección de la ayuda que algunas personas enviaban a Rosas desde Buenos Aires”.

 

Según lo investigado por Andrea Reguera en ‘Las relaciones epistolares de Juan Manuel de Rosas en el destierro (1852–1877): amistad, abandono y lamento’ (2016): “María Josefa Gómez conoció a Juan Manuel de Rosas a través de su hija Manuelita, de la que si bien fue amiga nunca formó parte de su círculo íntimo. Nacida en la ciudad de Buenos Aires, provenía de una familia de origen español. Era propietaria de varios establecimientos de campo... Estuvo casada con Antonio Elías Olivero, comerciante, quien murió asesinado en 1839. Al enviudar, se fue a vivir, como ama de llaves, a lo de Felipe Elortondo y Palacio, deán del Cabildo Eclesiástico Metropolitano, diputado de la Sala de Representantes (1831 -1838 y 1839 - 1851), director de la Biblioteca Pública, administrador de varias parroquias vacantes, como la de San Ignacio, párroco de La Merced y canónigo de la Catedral…”.

 

Volviendo al intercambio epistolar, el Caudillo de Los Cerillos, en carta del 2 de marzo de 1871, fechada meses antes de la firme del Tratado de Fráncfort del 10 de mayo de ese año que patentizaría el fin de la guerra, le escribirá a Pepa Gómez: “Triste: verdaderamente triste es considerar que las desgracias presentes sean causadas por los funestos errores y descuidos de los primeros hombres de las naciones de la civilización, incluso los de la Corte de Nuestro Santo Padre… Los verdaderos interesados no son Prusia, ni Francia. Son la Religión, la humanidad, la civilización, la paz y el porvenir de las Naciones de la Cristiandad”.

 

CONTRA EL KAISER

 

Seguidamente arremete contra el Kaiser: “Su Majestad, el Rey Guillermo, con su ministro, sigue su camino de Ambición, embriagado en sus triunfos, con la cabeza desnuda de toda sana razón. Así, no conoce, el mal que se hacen, y hacen a las Naciones de ambos Mundos, al someter, y apocar la Francia, y crearse un poder tan terrible, tanto más, al aceptar la Soberanía Imperial de Alemania… Así, pues, será perdido, como su primer Ministro (Bismarck), según lo enseña la Historia se perdieron todos los hombres que se han encontrado en casos parecidos”.

 

Resultó paradójico que la otrora adversaria de Rosas, tanto en el bloqueo francés (1838–1840) efectuado contra el puerto de Buenos Aires, como en la intervención armada junto a fuerzas británicas que desencadenaron la guerra del Paraná (1845 – 1846), cuente con la piedad del exiliado y condene la actitud prusiana.

 

SU POSTURA

 

También es crítico del discurso de S. M. la Reina Victoria, la que aceptó la situación impuesta por el Kaiser, al que felicita por su coronación como Emperador. Rosas señaló que “la trama armada por Mr. Bismarck, de orden de su soberano, de acuerdo con el de Rusia, ha dado por resultado la reunión de la conferencia en Londres, (por los representantes de los Gobiernos que firmaron los tratados en 1856)”, -refiriéndose el Restaurador a las naciones firmantes de los documentos que pondrían fin a la guerra de Crimea y el reordenamiento geopolítico europeo-, sumándose “la indicación al gobierno Norteamericano en las actuales circunstancias, de una comisión mixta, que arregle las muchas cuestiones, que aún siguen sin resolución…”.

 

Rosas advierte que “la opinión del Pueblo Británico en contra de los procederes de S. M. el Rey Guillermo y en favor de la Francia, está ya pronunciado desde que aquel Soberano habiendo obtenido victorias… siguió la guerra, hasta humillar, y apocar de todo punto, el poder de la Francia”. Suma una nota de igual tenor del 8 de marzo de 1871, donde lamenta el destino de la ‘Asamblea en París’, que tendrá repercusiones en Europa y América, ya que “no debemos, no podremos olvidar, con la concurrencia del amor a la paz en el equilibrio de las naciones. Sí: otra vez; y así únicamente aseguremos sus libertades, y derechos”. Para luego, el 11 de septiembre de ese año, protestar sobre las acciones contra la religión de la “república” francesa, el accionar de la “Sociedad Internacional de Trabajadores” que “proclama en alto, los principios sin ejemplo anárquicos de rebelión”, y el “incendio en París”, ya que la preocupación de Rosas se dirigió a los efectos de la Comuna de París, del 18 al 28 de mayo de 1871, y sus efectos “socializantes” y “anárquicos” del orden de la época.

 

LOS ULTIMOS DIAS

 

En una nota pasada rescaté una nota del último mes de 1969 de la revista ‘Panorama: Testigo de nuestro tiempo’, donde en su edición N° 136 en los primeros días de diciembre publicó: ‘Los últimos días de Rosas: exclusivo desde Southampton’, como nota de tapa, con una imagen de la tumba del Restaurador y un relato a cargo de su corresponsal Tomás Eloy Martínez, quien un par de años después dirigirá dicha publicación. Dicha crónica señaló que Rosas fue un anciano quejoso de su pobreza, y que sólo le interesó las faenas rurales, reclamar por sus bienes confiscados y redactar en infinitas versiones su testamento.

 

Sin embargo a través de testimonios de visitantes a su propiedad y de las cartas que el remitió a Josefa Gómez y otros personajes de su entorno, se descubre que estuvo muy al tanto de la situación política rioplatense, analizándola desde su experiencia como jefe de la Confederación Argentina, y de los sucesos que se desarrollaron en el viejo continente, ya que fue un lector perseverante lector de los periódicos londinenses, al punto que no perdió oportunidad de verter sus opiniones políticas ante el cardenal Wiseman y el primer ministro Lord Palmerton, en especial sobre las consecuencias políticas de la guerra franco-prusiana.

 

 

Pablo A. Vázquez

*Licenciado en Ciencia Política; Docente de la UCES; Secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas.

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