Ariel Torres
La Nación, 28 de
mayo de 2019
Permítanme
confiarles que la Semana de Mayo me duele. Me imagino la pasión de esos hombres
y esas mujeres. Los ideales en carne viva. No los ideales de cotillón, los que
quedan bien en el discurso y nada más. Me imagino a esa gente dando a luz una
nación. Repito: dando a luz una nación. Nada menos.
Donaron su
patrimonio. Donaron su trabajo. Donaron sus vidas. Murieron jóvenes en batalla
o murieron ancianos y sin otra fortuna que la de ver la celeste y blanca
flamear sobre la nación que habían parido.
Qué quiere que
le diga. Me duele en el alma. Porque todos los días deshonramos su memoria. Sí,
está bien, no todos, y tengo para mí que la mayoría de los argentinos cursa una
vida honesta, y con eso solo refunda cada mañana, con su esfuerzo y su
integridad, esta Argentina que 209 años atrás respiraba libre por primera vez.
Pero todos los
días escucho excusas surrealistas para justificar la corrupción y el saqueo, y
todo eso me destroza. Me dicen a menudo que necesitamos de nuevo un Belgrano,
un Moreno, un San Martín. No es así. No necesitamos que venga un salvador o un
prócer. Ahora los próceres debemos ser nosotros. Sin excusas. O no seremos
nada.
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