UN NIÑO Y SAN MARTÍN


César Fernández Moreno

San Martín, fatigado de galopar el cielo,
En el pueblo y mi plaza puso fin a su vuelo:
Ved ahora su brazo que hacia el azul señala,
Tan firme sobre el viento como si fuera un ala.
Desde su pedestal altísimo de piedra
Es el gran capitán del ombú y de la hiedra,
Y también de las flores que adornan los canteros;
De los ligustros graves, de los pastos terreros
Donde empuja su lodoel negro escarabajo...
Porque es el capitán de lo alto y de lo bajo,
De lo fuerte y lo débil, de lo humilde y altivo.
Lo puedo decir yo, que ante su plaza vivo,
Y, con mis compañeros, en ella río y lloro
Mientras él con justicia reparte el sol de oro.

Cuando en su pedestal juego a las escondidas
Y me toca contar en sus piedras sabidas,
Hacia él mi mirada sube entre dedo y dedo
Y en su actitud de bronce aprendo su denuedo.
Si él quisiera tomarlo de un manotazo airado,
El cielo le cabría en un puño cerrado;
Si él quisiera dos cielos, de un tajo formidable
En dos lo partiría con su virgíneo sable.
Pero él no quiere nada. Le basta lo que tiene:
El don de señalar el rumbo que conviene;
Porque donde él indica, allí el Norte se asoma,
La rosa de los vientos por él cambia de aroma.
¡Oh general del cielo! Junto a tu pedestal,
A tus plantas rendido, se desvanece el mal.
Contigo raya el día donde la noche raya,
Recíbeme en tu sombra cuando la luz se vaya.

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