SEMBLANZA

 

 de Martín Miguel de Güemes

 

Por Jorge Martín Flores

La Prensa, 16.06.2025

 

El General Martín Miguel Juan de Mata de Güemes Montero de Goyechea y la Corte nació en Salta el 8 de febrero de 1785, en el entonces Virreinato del Río de la Plata. Pertenecía a una tradicional familia de raigambre hispano católica, aristocrática, conformada por nueve hermanos, acomodada, prestigiosa y sobresaliente por sus orígenes y servicios al Rey y a la América Española. Su padre era Gabriel de Güemes Montero, oriundo de Santander España y tesorero de las Cajas Reales de España. Y su madre María Magdalena de Goyechea y la Corte, nacida en Jujuy, era descendiente directa del fundador de ésta última ciudad.

 

Su formación educativa esencial la recibió en su familia y a través de maestros particulares. Era un hombre de amplia y elevada cultura. No solamente creció vinculado a los sectores acomodados de la ciudad, sino que se codeaba con la peonada de gauchos a los que trataba de igual a igual. Aprendió a montar caballos con excelencia y ¡hasta lograba domarlos con presteza!

 

CARRERA MILITAR

 

Siguiendo el ejemplo de su abuelo materno, se abrazó a la carrera de las armas. El 13 de febrero de 1799 se incorporó como cadete a la 7ma Compañía del III Batallón del Regimiento de Infantería Fijo de Buenos Aires, que tenía su asiento en la ciudad de Salta. Tenía solamente 14 años. Y allí conoció la provincia como la palma de su mano.

 

En 1805 por disposición virreinal fue trasladado a Buenos Aires en donde tiene una distinguida participación contra las invasiones inglesas, siendo ayudante del General en Jefe de la Reconquista Don Santiago de Liniers.

 

COMBATIENDO A LOS INGLESES (1806-1807)

 

El 12 de agosto de 1806 día de la Reconquista de Buenos Aires ante las invasiones inglesas al Río de la Plata, Güemes realizó una hazaña gigantesca, conocida como “La toma del Justina” (12-8-1806). El joven Martín Miguel de Güemes, cadete de 21 años llevó a cabo su bautismo de fuego: junto con sus compañeros jinetes de los Húsares de Pueyrredón, se metieron en el Río de la Plata con el agua de sus caballos hasta el cuello, abordaron un barco ingles tripulado por más de 100 personas y armado con 26 cañones y que se había encallado en el puerto de Buenos Aires y lo obligaron a rendirse.

 

¡Ficción dirán! Para nada, historia pura… ¡Güemes a pura guapeza gaucha obligó a un barco inglés a rendirse!

 

Este hecho es reconocido por los mismos británicos. Decía el entonces capitán británico Alexander Gillespie, quien en su diario de guerra editado en Londres en 1818 como Gleanings and remarkes (traducida en 1921 bajo el título de Buenos Aires y el Interior):

 

“El Justina, de 26 cañones, tripulado con oficiales y cien marineros, de la escuadra de Popham, además de la propia dotación, que se había acercado a tierra, lo más posible, peleó bien y sus cañones impidieron todos los movimientos de los españoles, no solo por la ribera, sino también en las diferentes calles que se ocuparon, expuestas a su fuego. Y ofrece un fenómeno en los acontecimientos militares, el haber sido abordado y tomado por caballería al terminar el 12 de agosto de 1806, a causa de una bajante súbita del río.”

 

Durante la segunda etapa de la invasión inglesa (1807) fue designado para combatir el contrabando realizado por los comerciantes criollos corruptos aliados al usurpador inglés en Montevideo. Cumpliendo con honor su misión. De regreso en Salta el gobernador de esa provincia dispuso su incorporación a la guarnición de la Plaza con el grado de teniente. Luego la Suprema Junta Gubernativa del reino en Sevilla en 1809, lo ascendió a subteniente efectivo del Regimiento de Infantería de Buenos Aires.

 

ANTE EL PRONUNCIAMIENTO DE MAYO (1810)

 

Tras el estallido de la Revolución de Mayo, se encontraba en Buenos Aires. Salta fue la primera provincia que respondió a la autonomía proclamada por la Junta Provincial Gubernativa de Mayo, la cual había jurado fidelidad al rey preso Fernando VII.

 

Güemes se incorporó a las fuerzas que la Junta de 1810 sobre el Alto Perú, para enfrentar a las tropas favorables al Consejo de Regencia Español, contribuyendo con una partida de 70 hombres a la victoria de la batalla de Suipacha, el 7 de noviembre de 1810, primer triunfo de las armas patriotas.

 

COMANDANTE DE LAS AVANZADAS DE SALTA

 

En 1814, José de San Martín fue nombrado como Jefe del Ejército Auxiliador del Norte – reemplazando a Manuel Belgrano- nombró a Martín Miguel de Güemes comandante de las avanzadas de Salta, para defender la frontera norte de las invasiones realistas provenientes del Perú y del Alto Perú (actual Bolivia). Convirtiéndolo en una pieza clave para su proyecto estratégico de lucha por la independencia.

 

GOBERNADOR DE SALTA

 

El 6 de Mayo de 1815 el Cabildo de Salta, a petición del pueblo de la ciudad, designa a Güemes “Gobernador de la Intendencia de Salta”, que comprendía las actuales provincias de Salta y Jujuy y la región boliviana de Tarija.

 

El Director Interino Álvarez Thomas lo reconoce a mediados de junio de 1815.

 

LA GUERRA GAUCHA (1814-1821)

 

Es conocida la prolífica acción de nuestro héroe en la guerra por la independencia, llenándose de laureles con la denominada Guerra Gaucha (1814-1821), que manifestó su visión de estadista y militar americano. Consistió en una guerra de desgaste o guerra de guerrillas. Conocedores del terreno (sus ríos, valles y quebradas) los gauchos de Güemes atacaban por sorpresa y a gran velocidad a las tropas realistas que invadían el territorio norteño. Golpeaban y desaparecían. Causando gran descalabro en las fuerzas enemigas. Desgastándolo permanentemente, privándolos de recursos para subsistir, quitándoles el armamento y venciéndolos por el agotamiento causado con estos enfrentamientos.

 

Decía Güemes a Belgrano en 1818: “¿No he de alabar la conducta y la virtud de los gauchos? Ellos trabajan personalmente, y no exceptúan ni aún el solo caballo que tienen, cuando los que reportan ventajas de la Revolución no piensan otra cosa que engrosar sus caudales”.

 

ESPERANZA SE PRONUNCIA GÜEMES: EL RECHAZO A LA TERCERA INVASIÓN REALISTA

 

La tercera invasión realista al mando del General realista De la Serna se produjo en un momento en que América del Sur había sido reconquistada por el Ejército Español, excepto la actual República Argentina, el Uruguay que había sido ocupado por los portugueses y el Paraguay que se mantenía en su aislamiento.

 

Durante seis meses Güemes y sus milicias gauchas destrozaron un ejército que sólo controlaba el suelo que pisaba, habiendo sido acosado en no menos de 50 combates, debiendo retirarse “militarmente vencido en lucha franca, moralmente humillado y hecho materialmente pedazos en su personal y material”.

 

El 28 de mayo de 1817 el Director Supremo de las Provincias Unidas de Sudamérica Juan Martín de Pueyrredón dicta un decreto, reconociendo los excepcionales servicios prestados por Güemes; y en mérito a su brillante actuación, el gobierno lo premió con una medalla de oro y una pensión vitalicia para su primer hijo; una medalla de plata con trazos de oro para los jefes, una puramente de plata para los oficiales y para la tropa un escudo de paño con la inscripción: “A los heroicos defensores de Salta”

 

¿QUÉ IMPORTANCIA TUVO LA GUERRA GAUCHA PARA LA INDEPENDENCIA SUDAMERICANA?

 

Resistiendo con su escudo humano de montoneras de a caballo, le abrió el camino a San Martín que luego de conformar su ejército de los Andes, cruzaba las alturas de la cordillera para librar los combates por la independencia de la América del Sud. Güemes y sus gauchos infernales rechazaron sucesivamente ni más ni menos que ¡ocho invasiones de las mejores fuerzas realistas! Y ello permitió que la causa de la independencia en nuestras tierras siguiera de pie.

 

Como las fuerzas realistas no podían vencerlo con el poder de las armas. Intentaron corromperlo a través del soborno. El virrey La Serna envió tres emisarios ante don Martín Miguel, ofreciéndole dinero para abandonar la contienda. Güemes los despachó con el temple de un verdadero caballero cristiano hispanoamericano:

 

“Decid a vuestro virrey, señores -arrojando al suelo la carta con ademán suave y majestuoso-, que Martín Güemes, rico y no me por su nacimiento, ha sacrificado su fortuna entera al servicio de la Patria; y que para él, no hay títulos más hobrossos que el amor de sus soldados y la estimación de sus conciudadanos”.

 

Sintetizamos este punto, con los hermosos versos por Gustavo García Saravi en su poemario “Cómo se canta a la Patria”: "Allá en el norte, altivo, intransferible, como un torreón de furia, como un hito mágicamente eterno e infinito enarbola su muerte indestructible, iza su batallón -la fe temible- su silencio, sus lágrimas, su grito, sus oscuros caballos de granito, y este país de entonces, invisible, tierra desarrollada, madre seca, se aguanta en asombrosos y pedazos, imprecación la paz, ir la rueca. El caudillo del monte y la bravura muele en su triunfo penas y lanzazos. (Y en su sangre, la patria se inaugura).”

 

LOS ENEMIGOS DE GÜEMES

 

En palabras del Dr. Antonio Caponnetto: “Los enemigos de Güemes eran internos y externos. Los último obviamente, lo componían los llamados ejércitos realistas. Pero los primeros eran aún peores. Porque no combatían al caudillo en batalla frontal y campal abierta, sino que se aliaban secreta, reptílicamente con los enemigos. Porque no lo combatían por razones políticas, sino de oportunismo financiero, egoísta en particular. Eran en un sentido estricto de la palabra una oligarquía altiva”.

 

Güemes, servidor del bien común había ordenado su gobierno en la Intendencia de Salta hacia la causa de la libertad. Para ello perdonó las deudas de sus guachos y pidió contribuciones a los hacendados y comerciantes para que colaborasen con la lucha. En primera instancia todos habían servido a la Patria con gusto.

 

Pero con la prolongación de la guerra y con la falta de contribución económica de Buenos Aires (que había dejado a Salta a su suerte), se hizo notar el descontento de aquellos que tenían mayores riquezas y que ya no quisieron seguir colaborando con las necesidades de la Patria.

 

Tildaban a Güemes de “tirano” y “déspota” y estaban vinculados a los intereses centralistas y liberales de Buenos Aires. Crearon un Partido llamado “Patria Nueva” y aprovechando la ocasión en que el Gobernador de Salta, presionaron al cabildo y nombraron un nuevo gobernador afín a sus intereses.

Continúa nuestro maestro y amigo Don Antonio Caponnetto: “Una facción que privilegiaba la riqueza por encima de todo, cuya ideología distintiva era el liberalismo y el modernismo cultural y espiritual, esto es, el desarraigo. Por eso se llamaron a sí mismos “La Patria Nueva” por desdén a la Patria antigua y eterna, a la de la cruz y el sable, a la del poncho y la tacuara. Fue este enemigo interno el que hacía de informante de los realistas, el que propiciaba las invasiones, el que incluso las solventaba económicamente”.

 

Cuando el 29 de mayo de 1821 Güemes retornó a la ciudad de Salta, era esperado por una partida para detenerlo y enfrentarlo. Pero cuando lo vieron y escucharon su voz de mando, fue aclamado por la mayoría de los salteños bajo el grito “¡Viva Güemes!”. Era el líder indiscutido de Salta.

 

Los revolucionarios se habían ocultado o huido hacia el norte, llegando algunos hasta el cuartel general de Olañeta, jefe realista.

 

No dados por vencidos, los enemigos internos de Güemes abrieron las puertas de Salta a los realistas, traicionando a la Patria.

 

LA TRAICIÓN

 

El 7 de junio de 1821 una partida española, comandada por José María Valdés, apodado “el Barbarucho”, entró por sorpresa en la ciudad de Salta, produciendo una emboscada, en la que participan los 400 hombres de infantería. Y utilizando la información que le prestara Mariano Benítez, se cerraron todas las salidas y esquinas de la plaza, no quedando a Güemes más que montar en su caballo y saltar por sobre dos pelotones enemigos; pero al cruzar el Tagarete del Tineo (actual Avenida Belgrano), recibió un balazo. El heroico gaucho, sin apearse de su cabalgadura instigó a su caballo a que lo llevase al galope hasta el Campo de la Cruz. Allí, acompañado de un pelotón de leales e irreductibles hombres pidió ser transportado al campamento de la zona del Chamical en la Quebrada de la Horqueta, donde agonizaría sin un quejido, durante diez días, para entregar después su alma a Dios.

 

EL PASO A LA INMORTALIDAD

 

Así lo ha cantado el gran poeta e historiador Don Antonio Caponnetto: “Ha salido Güemes de la casa de Macacha. La oscuridad es casi total Monta de un salto y de memoria su caballo. Desenvaina el sable, viva dos veces a la Patria ¡Y carga! Carga solo contra las sombras. Un tiro del infierno le parte la espalda. Sus gauchos lo ven recostado sobre el cuello del caballo. Observan el gesto mudo de sus labios sellados por el dolor. ¿Puede seguir General? ¡Claro que puedo! -Dice Güemes- Penosa marcha que dura la noche y la mañana del día siguiente. Hasta que su cuerpo desangrado reposa en un modesto catre de campamento gaucho. Lloraron los hombres y las cosas de Salta aquella noche. Las lágrimas de las cosas, las cosas que tienen lágrimas. Lloraron los rostros desgajados y negros de sus infernales. Los ponchos empezaban a cruzar sus bandas negras. Y toda Salta la lloró en vidalas y entró en el ámbito triunfal de la leyenda. Y entre el sollozo de su gente, Salta lo devolvió a la tierra. En mineral visión surgió la luna por el azul sendero de la noche. Y en caminos de sangre fue corriendo por la fibra al hombre. Y palpitó la caja su mensaje y la quena se alzó redonda y alta. Y hasta el fondo mineral del cerro esa noche el dolor se llamó Salta.”

 

En la Cañada de la Horqueta, Salta, el 17 de junio de 1821 moría con honor Martín Miguel de Güemes en la Cañada de la Horqueta. Cumpliendo su palabra: “A nada temo, porque he jurado defender la Independencia de América, y sellarla con mi sangre.” (21-10-1816). Luego de agonizar durante 10 días.

 

Durante su agonía, nuevamente sobornado por emisarios realistas, quienes les ofrecían asistencia médica para retrasar su muerte con la condición de entregar las armas, pero su respuesta, nuevamente fue lacónica: “No quiero favores con perjuicio para mi país: éste ha de ser libre a pesar del mundo entero.” Clavó en cruz su sable en el suelo y pidió juramento a sus oficiales para que continúen librando batalla hasta que Salta se vea libre de todos sus enemigo, cual bastión de la libertad en América: “Voy a dejarlos, pero me voy tranquilo, porque sé que tras de mí quedan ustedes, que sabrán defender la patria con el valor del que han dado pruebas”.

 

Había dado hasta la última gota de su sangre por la Patria. Tenía 36 años.

 

LEGADO

 

A 204 años de su paso a la eternidad, su legado sigue vigente y es un llamado de atención a nuestra generación para ser líderes, es decir, los primeros en el sacrificio y los últimos en las comodidades, sirviendo al bien común con el ejemplo personal:

 

"Trabajemos con empeño y tesón, que si las generaciones presentes nos son ingratas las futuras venerarán nuestra memoria, que es la recompensa a que deben aspirar los patriotas desinteresados". (Carta de Güemes a Belgrano)

 

"¡Venid todos! Que yo en la escuela de los trabajos donde aprendieron mis bravas legiones el arte de la pelea, os enseñaré la ruta del honor y de la gloria" (Manifiesto del Gral Martín Miguel de Güemes a los jujeños – 1819).

 

 

Jorge Martín Flores

Profesor de Historia. Diplomado en Conducción y Liderazgo Sanmartiniano por la Escuela Superior de Guerra Conjunta. Vicepresidente del Movimiento Jóvenes por Malvinas.

LA CIUDAD Y SUS HABITANTES


en la época de las Invasiones Inglesas

 

POR JULIO C. BORDA *

La Prensa, 02.06.2025

 

Durante sus dos primeros siglos de existencia, Buenos Aires (fundada por segunda vez en 1580 por Juan de Garay) fue una ciudad pequeña y austera que no ofrecía grandes expectativas desde el punto de vista cultural, político ni económico, pues los grandes centros de poder se encontraban en Méjico, Lima y Quito; la Capital del Virreinato del Río de la Plata por lo tanto, fue una de las últimas fundaciones coloniales pues en el territorio argentino ya habían sido fundadas en Santiago del Estero, Corrientes, Córdoba y Santa Fe.

 

BOTÍN CODICIADO

 

Buenos Aires se convirtió desde sus primeros años de su existencia, en un botón codiciado tanto por ingleses, como así también por holandeses y franceses, la que comienza a tomar importancia a del S. XVIII cuando la extensa pampa se puebla de ganado vacuno y equino, cuya proliferación resulta sorprendente debido a la calidad de pastos que abundaban en sus campos, transformando la actividad económica de esas tierras, pues ayudó al desarrollo del comercio que comienza a crecer con la matanza de numerosos vacunos a los que sólo se les extraía el cuero para cambiarlo por artículos de acero, tejidos y yerba mate. El cuero se convirtió así, en un producto codiciado en Europa, por lo que empezó a importar a distintas ciudades del Viejo continente, ente ellas Londres, París y Roma.

 

De modo tal que Buenos Aires, comienza a tener un desarrollo económico y comercial impeensado; a todo ello se unía la abundancia de sus pastos -como ya se apuntó- el poderoso caudal de sus ríos y la riqueza de sus bosques, transformando esa tierra privilegiada, en un valioso botón que muchos países europeos codiciaban.

 

LA POBLACIÓN

 

Respecto a los porteños, es de destacar que durante los primeros años del S. XIX, Buenos Aires tenía una población que rondaba entre 40.000 y 50.000 habitantes, de los cuales la mayor parte eran españoles y luego los portugueses, predominando los blancos, y luego los mestizos, negros, indígenas y mulatos.

 

También se podrían encontrar familias francesas, napolitanas, genovesas, inglesas, holandesas, alemanas y norteamericanas que se fueron autorizadas a vivir en Buenos Aires.

 

En cuanto a los españoles, se decía que éstos eran orgullosos en demasía; tan es así que consideraron que algunos oficios como el de zapatero, pulpero, carpintero o peluquero, entre otros, eran de rango inferior, razón por la cual esas actividades estaban destinadas a los criollos de baja condición social y económica.

 

La mayoría de la población era muy religiosa, pues las familias de clase alta como las de clase media y baja, eran católicas, religión heredada de la Madre Patria.

 

Ese fervor religioso se reflejaba sobre todo, en el nombre de las principales calles de Buenos Aires, pues muchos llevaban nombre de santos; Así, la actual 25 de Mayo era la calle Santo Cristo; Florida se llamaba San José; la actual San Martín llevaba el nombre de Santísima Trinidad, etc.

 

La religión fue un duro obstáculo que los ingleses subestimaron cuando intentaron conquistar Buenos Aires, lo que les costó caro, pues nunca imaginaron que uno de los soportes que hubo para organizar la férrea defensa de la ciudad porteña, iba a estar inspirada en la Fe que el pueblo profesaba de manera tan intensa.

 

Un gran investigador, César García Belsunce, señala en relación a esta cuestión que "el pueblo de Buenos Aires, revoltoso y amigo del dinero, vociferador y pendenciero en la plebe, era en todos los casos un pueblo profundamente religioso. Los ingleses no eran simplemente contrincantes, eran los herejes, en el lenguaje de la época. Su presencia triunfante era no sólo un desafío al Reino, sinio también un agravio a la Iglesia. La Fe católica resultó un elemento de convocatoria para la resistencia y fue la causa también de la deserción de los soldados británicos de origen irlandés, ellos también católicos"´.

 

Numerosas iglesias se hallaban en Buenos Aires, siendo los más importantes el convento de San Francisco, Santo Domingo, del Socorro, la Parroquia de San Nicolás, entre otras.

 

La clase adinerada vivía en la zona de San Telmo, siendo las casas que habitaban de una sola planta con una gran azotea y enormes ventanales enrejados.

 

La Ciudad contaba con un colegio secundario, el San Carlos, pero no tenía universidades; los hijos de las familias acomodadas por lo tanto, debían ir a estudiar a la Universidad de Charcas oa la prestigiosa Universidad de Córdoba.

 

Los hombres interesados ​​en informarse acerca de la actividad política, social o cultural, asistían al café Los Tres Reyes, ubicado en la calle Santo Cristo; allí se dedicaban a discutir y analizar todos los acontecimientos de tipo político.

 

Muchos de los oficiales ingleses que participaron de las invasiones, quedaron maravillados por la inmensidad de los campos cercanos a Buenos Aires, y se sorprendieron de la abundancia de caballos, como así también de la gran cantidad de ganado vacuno, como ya se apuntó.

 

LAS COSTUMBRES

 

En cuanto a las costumbres de los habitantes porteños un autor inglés, John Bent, decía que "dormir, conversar, fumar cigarros y andar a caballo son las ocupaciones en que pasan tes cuartas partes del día. La gran abundancia de provisiones facilita su pereza, además de lo cual hay muchos propietarios, de manera que todos ellos parecen vivir en gran estilo y no tienen nada que hacer".

 

¡Pero quién iba a imaginar que en poco tiempo más ese hombre indiferente, abúlico, esclavo de la comodidad se iba a convertir de la noche a la mañana en una fiera brutal, indómita e implacable!

 

Esa es a grandes rasgos, la Ciudad que los ingleses pretendían invadir; lo que no imaginaban era la reacción de aquellos porteños que, de mansos corderos se convirtieron de pronto, en temibles leones.

 

* Abogado e historiador.

¿HUBO REVOLUCIÓN DE MAYO EN 1810?

 


Mario Meneghini

 

Según el diccionario, el término revolución expresa un cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional.

Explica el Dr. Ruiz Moreno lo ocurrido en el cabildo abierto. Ante la ausencia en España de la autoridad legítima, por hallarse detenido en Francia el Rey Fermando VII, el monarca impuesto por Napoleón era un mero usurpador. Se puso en práctica, entonces, la doctrina sobre el origen del poder vigente en la época: frente a la acefalía de la autoridad auténtica, la soberanía retrovertía en el pueblo, que había delegado por contrato tácito en el soberano.

 

En la Proclama a los habitantes de la capital del Río de la Plata, emanada de la Junta Provisional Gubernativa, se afirma:

Teneis ya establecida la Autoridad que remueve la incertidumbre de las opiniones, y calma todos los recelos. (…) Un deseo eficaz, un zelo activo, y una contracción viva y asidua a proveer por todos los medios posibles la conservación de nuestra Religión Santa, la observancia de las Leyes que nos rigen, la comun prosperidad, y el sosten de estas Posesiones en la más constante fidelidad y adhesión a nuestro muy amado Rey y Señor Don Fernando VII y sus legítimos sucesores en la corona de España.

 

Designado Presidente de la Junta, don Cornelio Saavedra, este, hincado de rodillas y poniendo la mano derecha sobre los Santos Evangelios, prestó juramento de desempeñar legalmente el cargo, conservar íntegra esta parte de América a nuestro soberano el Señor Don Fernando Séptimo y sus legítimos sucesores y guardar puntualmente las leyes del Reino.

 

El alzamiento antibonapartista en la España de 1808, produjo la reaparición del antiguo espíritu medieval feudalista y municipal que enfrentó al prometeico liberalismo que traían los ejércitos del Corso.

 

 

Perfecta comprensión del acontecimiento de la Patria Grande lo mostró don Juan Manuel de Rosas en meditado discurso ante el Cuerpo Diplomático el 25 de mayo de 1836. Allí lucen los párrafos que reproducimos: “Qué grande, señores, debe ser para todo argentino este día consagrado por la Nación para festejar el primer acto de soberanía… Y cuán glorioso es para los hijos de Buenos Aires haber sido los primeros en levantar la voz con un orden y dignidad sin ejemplo . autoridades legítimamente constituidas No para rebelarnos contra nuestro soberano, sino para conservarle la posesión de su autoridad, de que había sido despojado por un acto de perfidia . No para romper los vínculos que nos ligaban a los españoles sino para fortalecerlos más por el amor y la gratitud, poniéndonos en actitud de auxiliarlos. Acta debería grabarse en láminas de oro para. eterna honra del gran pueblo porteño. Pero ¡ah! ¡Quién lo hubiera creído! Un acto que ejercido entre otros pueblos con menos dignidad y nobleza mereció los mayores elogios , fue interpretado entre nosotros malignamente como una rebelión disfrazada por los mismos que debieron haber agotado su admiración y gratitud para corresponderlo dignamente, etc…”

 

Refiriéndose a esta alocución escribió Don Julio Irazusta: “Ella concilia el hecho de la emancipación con el lealismo imperial y monárquico de nuestro primer gobierno autónomo y salva la dignidad nacional de la tacha de perfidia colectiva…”

 

El verdadero carácter de la Revolución de Mayo fue de honor en la fidelidad y jamás de perfidia culpable de la guerra con la Madre Patria. El enfrentamiento llegó luego del 24 de septiembre de 1810, cuando la masónica Asamblea de Cádiz desdeñó el federalismo natural de Reinos y Provincias, basado en la comunidad de sangre y Fe para instaurar un inmenso Estado centralizado según el modelo de la subversión francesa. Fue el momento en que José de San Martín se incorporó a la lucha de América.

 

Fidelidad ya exhibida con altivez en las reuniones de Montevideo y Buenos Aires de agosto de 1806 y febrero de 1807, cuando Liniers fuera proclamado Jefe Militar y luego Virrey. Se daba por entonces el primer fracaso de Gran Bretaña en su intento de destruir el Imperio Hispano Católico transformando sus restos atomizados en dependencias financieras londinenses. Honor a la Patria que mostró la “Muy Fiel y Reconquistadora Ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo” en el Cabildo Abierto del 21 de septiembre de 1808 donde expresó su voluntad de formar “una Junta como las de España”.

 

Para entender el alcance que le daban a los sucesos de mayo, los habitantes de Buenos Aires, bastaría con leer la Canción Patriótica publicada en La Gaceta el 28 de octubre de 1810:

 

No es la libertad

Que en Francia tuvieron

Crueles regicidas

Vasallos perversos

Allí la anarquía

Extendió su imperio

Lo que en nosotros

Derecho natural

El mismo derecho

¿Qué tiene España?

De elegir gobierno

Si aquella se pierde

Para algún evento

No hemos de seguir

La suerte de aquellos.

 

Fuentes:

Mayo de 1810: actas del Cabildo de Buenos Aires/recopiladas por Isidoro Ruiz Moreno. Buenos Aires, 2009.

Luis Alfredo Andregnette Capurro. El verdadero Mayo; Cabildo digital, 1 de junio de 2007

Enrique Díaz Araujo. “Mayo Revisado”, T. I, Santiago Apóstol, 2005.