SAN MARTÍN Y BUSTOS


 

Con motivo de cumplirse el aniversario del nacimiento del Brigadier General Bustos (29 de agosto) nos parece interesante, hacer un breve análisis sobre la colaboración brindada por el caudillo de Córdoba al General San Martín, que haremos en base a fragmentos de la correspondencia entre los patriotas, que se conserva en los archivos.

 

La ocupación de Lima por SM (4-5-1821), no puso término a la guerra del Perú; los realistas retirados a las sierras, ocupaban allí posiciones y todo indicaba una resistencia tenaz y una campaña prolongada. SM concibe entonces un plan para acelerar el término de la guerra. El Ejército Unido Libertador debía organizarse en dos fuertes grupos. El primero, al mando de Arenales, amenazaría a los realistas acantonados en Huancayo; el segundo, al mando de Alvarado, ocuparía la zona de Puertos Intermedios, desembarcaría en Arica y se dirigiría sobre Cuzco.

 

Para concretar lo planificado, se necesitaba la participación de las provincias, cuyas tropas formarían un ejército que marcharía hacia el Alto Perú a través del frente salteño. Con esa finalidad, SM envió un comisionado con instrucciones; la persona seleccionada para esa misión fue un oficial peruano, el Comandante de Escuadrón Antonio Gutiérrez de la Fuente. En mayo de 1822, el Protector del Perú firma la credencial respectiva; en las instrucciones, SM se dirige a las “autoridades de los pueblos trasandinos”, y no a Buenos Aires, lo que evidencia que el Libertador comprendía la realidad federal que la capital se negaba aceptar.

 

En realidad, hacia 1819, la lucha entre las provincias litorales y las fuerzas que respondían a Buenos Aires, era tan abierta como la que enfrentaban las fuerzas realistas con los patriotas. La situación política era cada vez más, desfavorable a Buenos Aires que quedaba aislada. Debe considerarse también la amenaza de una expedición española, que los informes daban como destino a Buenos Aires.

 

El gobierno porteño, había sostenido que solo podía enfrentarse el peligro de aquella amenaza, con la unidad. Este había sido el argumento esgrimido desde la caída de la Junta Grande en 1811, caída producida por el golpe dado por el Cabildo porteño a la Junta Conservadora, que era la Junta Grande constituida en Congreso Legislativo.

 

Los diputados de la Junta Grande habían sido elegidos por las Provincias, mientras que el Cabildo solo era representante de los intereses de Buenos Aires.

 

La unidad era indispensable para la lucha por la independencia, pero no era menos importante la defensa de los particularismos forjados en 200 años de vida local, desarrollada en las ciudades y pueblos del interior. Belgrano explica así las diferencias, cuando el gobierno central, respondiendo al pedido de munición y caballada, le indica que recurra a cualquier medio:

 “no es el terrorismo quien puede convenir al gobierno que se desea” y que no puede permitir “que el ejército auxiliar del Perú, siga matando, saqueando, incendiando, arrebatando los ganados”. “Si se me obligara a hacer eso, renunciaría al mando por creerme incapaz de ejecutarlo”.

 

Este era el contexto motivacional de aquella sociedad rioplatense en la segunda década del siglo 19.  Los miembros del ejército no podían estar ajenos a esa polémica. Soldados reclutados en su gran mayoría por levas forzosas; suboficiales levados antes y ascendidos; en ambos casos se habían habituado al ejército, y se identificaban con él y sus misiones. Todos tenían familia, amigos, testigos de la realidad social. ¿Cómo no tomar partido?

 

Cuando en 1819 se sanciona una Constitución que establece el régimen unitario, el país estalló. Pueyrredón fue reemplazado por el general Rondeau, quien decidió concentrar las tropas nacionales en Buenos Aires para defender a la ciudad de la amenaza provinciana. San Martín desobedeció la orden de regresar y salvó al Ejército de los Andes para la empresa libertadora.

Belgrano, ya muy enfermo, entrega el mando del Ejército del Norte al general Fernández de la Cruz, quien ordena la marcha hacia la capital.

 

Al llegar a la posta de Arequito se manifiesta el descontento de gran parte de la tropa; en la madrugada del 8 de enero de 1820, los amotinados en número de 1.600 hombres a las órdenes del general Bustos, forman en línea de batalla frente a los leales al comandante en jefe. En reunión de estado mayor, se resuelve continuar la marcha con las unidades disponibles, permitiendo a Bustos retirarse con los sublevados.

 

A raíz del levantamiento de Arequito, le imputaron a Bustos el ánimo de refugiarse en Córdoba, a modo de un señor feudal para cuidar de sus propios intereses, siendo que permitió salvar al ejército del norte, que habría sido diezmado por las fuerzas superiores de las montoneras, como lo hicieron con el propio Rondeau poco después en Cepeda, vencido por Ramírez y López que llegan a acampar en la plaza de Mayo.

 

La desobediencia de Bustos, no fue otra cosa que una oportuna imitación de la conducta de San Martín.  Arequito fue el resultado del desajuste que se venía arrastrando penosamente, entre el país real y el modelo artificial que la élite porteña quería imponerle al país. Para los dirigentes de Buenos Aires las provincias no contaban, el estado debía reducirse al territorio que pudiera controlarse desde la capital; la campaña sanmartiniana era un compromiso molesto y caro.

 

Bustos asume el mando de los sublevados, por tener el mayor rango, Coronel Mayor, secundado por: José María Paz, Alejandro Heredia y Felipe Ibarra, consumando el motín en forma incruenta y ordenada. Eran cuatro oficiales de grandes cualidades. Bustos, ilustrado y sereno, como lo demostró su gobierno en Córdoba; Paz, de talento indiscutido, que cambio la toga universitaria por la espada; Heredia, doctor en filosofía y derecho; Ibarra, ex interno del convictorio de Monserrat.

 

Retornando en este relato al plan urdido por el Libertador para acelerar el proceso de la independencia, digamos que dos militares fueron tenidos en cuenta por SM para esta operación: el gobernador de Córdoba, Bustos, y, en su defecto, el gobernador de San Juan, Cnel. José María Pérez de Urdininea. SM le indica a su comisionado que ante cualquier problema que surgiera, tomara consejo de ambos oficiales.

 

Luego de cruzar los Andes, el comandante Gutiérrez se dirige a Córdoba, tomando contacto con Bustos. En la nota de SM, que le entrega, le pide al gobernador que fuera el comandante en jefe de la expedición que había diseñado:

“El comandante Gutiérrez de la Fuente es el conductor de quien me valgo para proponer a UD. la terminación de la guerra; él es la voz viva mía y por consiguiente impondrá a usted de todos mis planes. ¡Y qué campo, mi apreciable paisano, se le abre a usted para concluir esta guerra ruinosa y cubrirse de gloria! Sí, mi amigo, póngase usted a la cabeza del ejército que debe operar sobre Salta; la campaña es segura si usted me apoya los movimientos que cuatro mil quinientos hombres van a hacer por Intermedios al mando de Alvarado. (…)

La cooperación de esta división va a decidir enteramente la suerte de la América del Sur”

 

Gutiérrez le informa a SM que encontró a Bustos con la mejor disposición; éste escribió al Gral. López destacando que para dicha empresa faltan recursos que es indispensable pedir al gobierno de Buenos aires:

“Creo superfluo persuadir a UD. de la necesidad de este paso en que debe interesarse todo americano y en especial los que nos hallamos a la cabeza de los negocios públicos”.

 

Por su parte, López le comenta a SM:

“La fina política de VE previó los inconvenientes de realizarlo y de dónde deben emanar los recursos de su logro”.

 

 Para colaborar en la gestión ante BA manda su secretario, y pese a las dificultades de su provincia, ofrece 300 hombres de caballería seleccionados, siempre que BA los provea de armamentos de lo que carece Santa Fe.

Bustos, fiel al llamado de SM, no sólo hace que su secretario también acompañe a Gutiérrez a BA, sino que escribe al gobierno de Martín Rodríguez:

“no temo proponer que dé la última mano a la obra que le ha sido tan cara, tomando sobre sí proporcionar la suma suficiente para los gastos de la marcha de la fuerza y para su caja militar hasta que se franquee la comunicación del interior.”

 

SM le señala al gobierno porteño, que el Perú devolverá totalmente los gastos que ocasione esta campaña.

El gobierno de BA era conducido en realidad por Rivadavia, que escuchó al enviado de SM y terminó diciéndole que a las guerras de la independencia las terminaría él por negociaciones diplomáticas. También calificó de criminal a Bustos, desmesura que se explica por sucesos anteriores:

Durante la revolución de mayo Bustos formó parte de la Junta militar de seguridad, que dispuso la expulsión del país de Rivadavia por sospechoso de actuar a favor de los españoles. Ya había accionado con resentimiento, al frustrar el Congreso Constituyente reunido en Córdoba en 1821, convocado por Bustos.

 

Rivadavia pasó el pedido sanmartiniano a la Junta de Representantes, donde sólo el diputado Gazcón defendió la propuesta del Libertador; el diputado Manuel García llegó a expresar que al país le era útil que permaneciesen los enemigos en el Perú.

 

SM al conocer la oposición de las autoridades bonaerenses, le escribe a Gutiérrez:

“Todas (las provincias) desean la expedición, todas la claman. En ellas se encuentran todos los materiales necesarios para emprenderla, menos dinero; esto es lo único que falta”.

Con lo resuelto por la Junta, se hacía imposible organizar la expedición.

 

Bustos, decepcionado, le confesará a López:

“Por más que he aplicado todos mis esfuerzos para realizar la expedición contra el enemigo común, proyectada por el Exmo. Señor Protector del Perú, sus resultados no han correspondido a mis anhelos”.

 

Decide renunciar a la jefatura de la expedición, a favor de su segundo jefe, el Cnel. Urdininea, que con la pequeña fuerza que lograron formar Bustos y él, penetra por el Alto Perú, pero de manera insuficiente y tardía. Culmina este triste episodio de nuestra historia, con la conocida renuncia al mando de SM.

Únicamente Urdininea, que marchó con la pequeña fuerza auxiliar, tuvo el honor de participar luego en el triunfo de Ayacucho.

 

José Pacífico Otero destaca que el tiempo vino a demostrar –y Ayacucho lo prueba- que San Martín tenía razón, y que, si la diplomacia podría servir para firmar armisticios y atar temporalmente la mano al enemigo, ella no servía para desarmarlo y vencerlo.

Recién en Ayacucho, como lo diría Enrique Rodó:

“catorce generales de España entregaron, al alargar la empuñadura de sus espadas rendidas, los títulos de aquella fabulosa propiedad, que Colón pusiera, trescientos años antes, en manos de Isabel y Fernando”.

 

Córdoba puede enorgullecerse de haber sido la provincia en cuyo gobernante el Libertador confió para la empresa que hemos reseñado. Un militar a quien ya en 1807 había elogiado una poesía popular [1], por su actuación en las invasiones inglesas. Para terminar, recordemos una estrofa de esa poesía:


El valiente capitán don Juan Bustos, de arribeños,

Con diez y ocho de su gente,

Carga con valor sobre ellos,

Y se rinden los britanos

Misericordia pidiendo.

 

[1] “La gloriosa defensa”, de Pantaleón Rivarola.

 

Mario Meneghini

Fuentes:

Hillar Puxeddu, Leo. “El gobernador Juan Bautista Bustos y el Plan de Acción al Alto Perú del Gral. Dn. José de San Martín”; Santa Fe, 2010.

Conles Tizado, Denís. “Juan Bautista Bustos: federalismo y nación”; Córdoba, Cuadernos para la Emancipación.

Denovi, Oscar. “Arequito: el Ejército se identifica con el pueblo”.

 

 

DESCUBREN CARTAS DE SAN MARTÍN


 que exponen su amistad con un conde escocés que colaboró con la independencia sudamericana

 

Germán Wille

 

La Nación, 15 de agosto de 2025

 

Banff es un pueblo de Escocia de unos 5000 habitantes. Se trata de un punto del planeta alejado de millas de kilómetros de la Argentina, Chile y Perú, las tres naciones sudamericanas liberadas por el general José de San Martín a comienzos del siglo XIX. Sin embargo, de esa pequeña localidad bañada por las gélidas aguas del Mar del Norte provienen las últimas novedades históricas acerca del Libertador de América.

 

Es que en junio de este año, un grupo de investigadores escoceses y argentinos ha descubierto documentos pertenecientes al acervo de James Duff, un noble escocés de gran prestigio que vivía en ese pueblo y que era compañero de armas y amigo del general argentino. En el material encontrado destacan cinco cartas de San Martín dirigidas a Duff, que revelan conexiones políticas y diplomáticas poco conocidas entre el Reino Unido y Sudamérica.

 

"Nos sentimos honrados de haber sacado a la luz una nueva fuente de conocimiento histórico sobre el General José de San Martín y el movimiento independentista latinoamericano en general. Creemos que, en términos historiográficos, este es el hallazgo de la década", dijo a LA NACION el argentino Juan Dávila y Verdín, de 41 años, autor académico, investigador doctoral con trayectoria en historia, relaciones internacionales y educación y coordinador del grupo multidisciplinario de investigadores que trabajó en el análisis de los papeles encontrados.

 

Los papeles del amigo escocés

-¿Juan, en qué consiste el hallazgo que realizó en junio?

 

-Hasta ahora son 25 documentos en lo que eran los archivos de James Duff, el cuarto conde de Fife. Entre ellos hasta ahora hay cinco cartas de San Martín, que son inéditas. En una de ellas, escrita por el general en Bruselas, fechada en marzo de 1827, San Martín envía cálidos saludos al pueblo de Banff y le presenta al general Williams Miller al conde de Fife. Miller era un militar británico que había combatido con San Martín en Chile y que luego escribiría uno de los primeros relatos biográficos sobre el argentino.

 

-Vamos a empezar por el principio: ¿quién era James Duff y por qué era amigo de San Martín?

 

-Duff era un militar y también un noble escocés. En teoría, no le tocaba ser noble. Pero era sobrino del II Conde de Fife, que muere sin hijos. El título lo hereda su papá y, luego de muerto su padre, él se convierte en el IV Conde de Fife, y se hace cargo también del negocio familiar.

 

-¿Cuál era su negocio?

 

-Era una familia de terratenientes y comerciantes que tenían intereses en el Caribe y en Asia. En uno de sus diarios, la Reina Victoria de Inglaterra dice de Duff que era “asquerosamente rico”. Para ellos, la independencia de América era la posibilidad de abrir otro mercado.

 

-¿Cómo conoció a San Martín?

 

-A comienzos del siglo XIX, James había estado casado, pero cuando enviudó, decidió que su vida debería tener un propósito, y entonces viajó a España y se enlistó en lo que era el ejército Británico Español que luchaba en contra de los franceses, en tiempos en que Napoleón había comenzado la invasión de la península ibérica. Allí conoció a San Martín.

Efectivamente, los relatos biográficos de Duff señalan que María Caroline Manners, su esposa, falleció en 1805, cuando estaba embarazada de su primer hijo. La causa del fallecimiento fue la rabia, ocurrida luego de ser mordida por su perro favorito. La desazón lleva al Conde de Fife a España, donde tiene una actuación heroica, por la que fue declarado Grande de España y condecorado con la Orden de San Fernando.

 

Entre los aliados que combatían a Napoleón en Cádiz y Sevilla, estaba San Martín, que era capitán del ejército español. El escocés y el nacido en Yapeyú se conocieron allí, en el año 1809, y así nació la amistad. En ese entonces, el sudamericano tenía 31 años y su colega noble, 33.

“Vamos a mantener el contacto”, le dice Duff al argentino cuando el primero regresa a su patria, según el relato de Dávila.

 

-¿Y siguió en contacto con Duff y San Martín?

 

-Fueron amigos hasta el resto de sus días. A los pocos meses de España, Duff se comunica con su amigo y le dice algo así como 'Che, San Martín, aquí hay un montón de tus compatriotas latinoamericanos que están organizando algo. Te pago el pasaje y venite'. San Martín pide la baja y se va al Reino Unido.

 

El pasaje al Río de la Plata

-Dice la historia que San Martín llega a Londres a finales de 1811 y se va para Sudamérica desde allí. ¿Duff tuvo que ver con eso?

 

-Totalmente. El que le paga el pasaje a San Martín para ir al Río de la Plata es Duff. El 18 de enero de 1812, San Martín partió hacia Buenos Aires a bordo de la fragata británica George Canning acompañado por Carlos María de Alvear, Matías Zapiola y otros revolucionarios de la Argentina. Un momento que marcó el inicio de su campaña libertadora en América del Sur.

 

-Alvear, Zapiola y San Martín formaban parte de la logia Lautaro, que se formó con la finalidad de emancipar a Sudamérica del yugo español, ¿es casualidad que viajaran en el mismo barco? ¿Duff formó parte de la lógica?

 

-James Duff era masón. Y creo que San Martín ha tenido vínculos con la masonería y con gente relacionada. Era más común tener amigos masones que no tenerlos. O sea, cualquier tipo que quisiera estar bien conectado en el siglo XIX si no tenía un amigo masón, no estaba en la foto de ninguna manera. Pero por otra parte yo soy de la idea de que la logia Lautaro era una logia más operativa, que tenía un fin determinado que era la independencia sudamericana. Pero no estoy lo suficientemente documentado en este tema para hacer aseveraciones para responder tu pregunta.

 

-Lo que es seguro es que Duff financió el viaje de San Martín a Londres y de Londres al Río de la Plata.

 

- Sí. Y le dio también contactos de todos los comerciantes británicos que estaban en el Río de la Plata.

 

-¿Esos comerciantes brindaron apoyo económico?

 

-No me consta. Pero después de la Primera y Segunda invasión inglesa hubo mucha gente que quedó pululando en Buenos Aires. Se instalaron en chacras, por ejemplo, y vieron en la oportunidad de San Martín una cuestión de gloria. Además, la jubilación de militar retirado era mala, entonces, mientras más servicios dabas en otros países podías rascar un puchito más de otra pensión. Pasar a retiro en una formación del Río de la Plata por prestar servicios a la Argentina, Chile y Perú, para muchos de estos exsoldados era comprar una vaca, una chacrita, mejorar su casa... entonces sí creo que de ese lado, para poder facilitar la llegada de estos ingleses al ejército, si sirvió tener una red de contactos.

 

-Luego de la gesta de la Independencia, cuando San Martín está radicado en Europa, en agosto de 1824, visita a su amigo el conde en Duff, ¿cómo fue esa visita?

 

- Cuando San Martín llega a Banff, Duff se desvive por atenderlo. Se encarga incluso de que le den las llaves de la ciudad, el título de Freeman of the Royal Burgh of Banff. Lo recibe en su casa, una residencia impactante conocida como la Duff House. Los historiadores que estamos en esta investigación y también la gente de Banff pensamos que San Martín se hospedó en una habitación que la llamaban Príncipe de Gales, que era la mejor de toda la casa.

 

-¿Fue una visita amistosa solamente o hubo una intencionalidad política?

 

-Tuvo como intención política un poco asegurar o que James Duff le diera una mano con el reconocimiento de las repúblicas Sudamericanas por parte del Reino Unido, que le ayudara a facilitar el tema de los empréstitos para los países de América latina. San Martín tenía en Duff a un amigo “asquerosamente rico” y pero también, parafraseando a la reina, “asquerosamente influyente”.

 

-Como dijo usted antes, para Duff también era beneficiosa comercialmente una Sudamérica libre, ¿es así?

 

-Sí, era la creación de un nuevo mercado. Para crecer en el comercio. Hay un dato que estamos sobrevolando en todo esto: la visita de San Martín a Escocia es en 1824 ya los seis meses se firma el tratado de amistad entre el Reino Unido y el Río de la Plata. Otros meses más, llega el primer ganado angus al Río de la Plata, que casualmente es escocés. Y en menos de un año después llega el primer barco de inmigrantes escoceses también al Río de la Plata.

 

-¿Todo eso fue como consecuencia de esa visita?

 

-No puedo afirmar que fuera una coincidencia directa, pero evidentemente en las tertulias en Banff hubo tipos influyentes, gente con peso en Londres que quizás hayan visto una buena oportunidad de negocios, que dicen “esta gente se acaba de independizar hace poco, tienen todo por hacer”. No te olvides que en la misma época salió el empréstito Baring Brothers, en 1825, pero también salió en la misma época para Chile y para Perú.

 

La carta de San Martín

-Ahora sí, hecho el contexto histórico, podemos hablar de los documentos encontrados. Usted dijo que habían encontrado cinco cartas inéditas, pero por ahora solo se dio a conocer una de ellas, ¿por qué tomó esa decisión?

 

-Compartimos esta carta en particular para darle un valor historiográfico a nuestro descubrimiento. Porque fue escrito por San Martín desde Bruselas (el general vivió allí entre 1824 y 1830) y este año se cumplen 200 años de las máximas sanmartinianas, que las escribieron allí. La carta habla un poco de cómo es su vida en la capital de Bélgica, hace también bromas en francés. Es la carta también en la que San Martín le presenta al general Miller a Duff y en la que además habla de sus buenos amigos en Banff.

 

Quisimos hablar de esta primera carta que ya transcribimos y se tradujo al inglés -San Martín escribía a Duff en español. Ahora trabajamos para contextualizarla y empezar a producir papers académicos, pero queríamos hacer el anuncio ahora, aprovechando que yo estoy en Buenos Aires (el entrevistado vive en Europa, entre Londres y la Costa Azul).

 

-¿Por qué recién ahora se dan a conocer estos documentos?

 

-Pasó que el sobrino de James Duff, Alexander Duff, VI conde de Fife, heredó los documentos. Él se casa con una princesa de sangre real, Luisa, tienen dos hijas y demás... Luego muere, vienen la Primera y la Segunda Guerra Mundial y los archivos del tío James se pierden. Después se encontraron. Hay otra rama de la familia que se queda con otra parte de los documentos y después de muchos años, no te sabría decir cuándo, se encuentran todos los arcones con todos los archivos. Entre ellos hay paquetes de cartas ataditas. Y todo eso, para que no se arruine en algún altillo o sótano, se le da en concesión a la Universidad de Aberdeen, en Escocia.

 

-¿En concesión?

 

-Sí, solo por una cuestión de conservación, pero los archivos originales siguen siendo del actual cuarto duque de Fife, David Carnegie y un fondo fiduciario, Mare State, que son los dueños originales del material. Ellos son los que le dicen a la universidad: "Mirá, nosotros queremos que estos investigadores accedan a esto. O no".

 

-Y ustedes accedieron. Cuénteme cómo está conformado el equipo de investigadores

 

-Los que trabajan en esto son, además de mí, Colin Helling, doctor en historia del siglo XVII y XVIII, Ian Williams, ingeniero devenido en historiador junto a su esposa Pam Williams y Verónica Owen, que es una argentina que vive hace 30 años en Escocia y trabaja en educación y para el Instituto de Patrimonio Histórico de Escocia. Somos un grupo de cinco investigadores que casualmente todos tenemos un gran amor por San Martín. Mis colegas en Escocia conocieron a San Martín a través de James Duff y nosotros les pudimos conocer a San Martín desde el lado argentino.

El equipo interdisciplinario que analiza los documentos de James Duff entre los que descubrieron las cartas de San Martín está conformado por argentinos y escoceses; en la imagen, de izquierda a derecha: Verónica Owen, Ian Williams y Juan Dávila y Verdin

 

-Volviendo a la carta, ¿qué aspectos de la personalidad del prócer se pueden destacar en ella?

 

-La carta en realidad reconfirma un montón de cuestiones de él que ya existe, que se conoce, como su cariz más humano, también muy humilde. Ves un San Martín haciendo bromas de su edad (“48 navidades que gravitan sobre mi pobre individuo”), hasta le toma el pelo al conde cuando le dice si está en su casa de Banff y mantiene “su vida filosófica” o está de vuelta “en el bullicio de Londres”, porque en los archivos encontramos más de 100 cartas de amor al conde, de diferentes mujeres, que le escriben en francés, español, italiano... la carta muestra un San Martín muy amigo de sus amigos.

 

El bravo y honrado General Miller

-San Martín le presenta en esa carta al general Miller. Le dice que es un hombre “bravo” y “honrado” y que “a este tan recomendable compatriota (suyo) le merece la América una no pequeña parte de su independencia”, ¿qué papel jugó Miller en la emancipación de Sudamérica?

 

-Miller fue la mano derecha de San Martín en el cruce de los Andes y estuvo en la batalla de Maipú. Además, después participó de la independencia del Perú, donde él está enterrado ahora y donde se lo considera un héroe nacional.

 

-¿Y cómo llegó Miller a contactar a San Martín?

 

-Como te decía antes. Como otros soldados británicos, él estaba retirado, necesitaba buscarse la vida y, voy a ser burdo, pensó: “estos muchosachitos del sur están haciendo lío, tal vez les pueda dar una mano”. Y así, al poco tiempo de que San Martín llegara al Río de la Plata se apersonó y le dijo: “Estoy acá para lo que se necesita”.

 

-Y después de la guerra, el mismo Miller escribió unas memorias de San Martín.

 

-Si. San Martín le presenta a Miller a Duff y le dice: "Él está escribiendo algo. Conózcanse, visítense". Miller escribe la primera reseña de dos tomos, el relato de la independencia sudamericana, que incluye una biografía dictada por San Martín desde Bruselas y... ¿Quién financia eso? Duff, que es el que imprime los libros en 1828. Duff quería que la figura de su amigo fuera cuidada, que fuera vista como un héroe.

 

San Martín y Napoleón

-¿Es la primera obra que trata la vida de San Martín?

 

-No. Hubo otra antes. De Basil Hall, también escocés como Duff y también de la nobleza. Un hombre que viajaba por todo el mundo publicando lo que ve. Así entrevista a San Martín en Perú en 1822 y hace una buena descripción, no sé si biográfica, pero sí de su carácter. Lo curioso es que él hace publicar esta entrevista dos años después, junto con una entrevista que le había hecho a Napoleón unos años antes en Santa Elena, la última entrevista que da el corso.

 

-Increíble.

 

-Si. Ves en un mismo libro al emperador derrocado contra el héroe mestizo ascendente en el Perú. Son las primeras comparaciones que surgen entre San Martín y Napoleón. El dato también es que las dos primeras biografías de San Martín son en inglés, no en español.

 

-Por último, la relación de amistad entre Duff y San Martín también se extiende al pueblo de Banff. ¿De qué manera está presente allí nuestro Padre de la patria?

 

-El año pasado, cuando se cumplió el bicentenario de la visita de San Martín al pueblo, se hicieron celebraciones espectaculares. La gente estuvo tres días celebrando la figura de San Martín, incluso con bailes típicos escoceses y demás. Fue muy lindo. Estuvo el duque de Fife y hubo una carta del rey Carlos III felicitándonos por el bicentenario. También, en 1950, cuando se cumplió el centenario de la muerte de San Martín, el embajador argentino Carlos Hogan viajó con una araucaria que plantaron en el Castillo de Banff, que no es la casa Duff. Hogan también llevó una réplica del sable corvo del general para el museo local, donde hay una exposición permanente en su honor.

 

-Lo último, hubo un visitante ilustre en Banff también, ¿cómo llega Jorge Luis Borges a Banff, en 1964?

 

-Borges era un viajero empedernido, en uno de sus viajes a Escocia visitó Banff, no sé cómo llegó, pero él estaba muy relacionado con los círculos diplomáticos argentinos y era un gran sanmartiniano. No olvidemos también que era bisnieto de Acevedo, un de los coroneles que cruzó los Andes con San Martín. Borges estuvo aquí, lo mostró al museo, donde escribió el libro de honor y la gente de Banff guardó ese recuerdo hasta el día de hoy.

 

“La patria por encima de todo”

Entre sus múltiples títulos y actividades, Juan Dávila y Verdín es miembro de la Royal Historical Society y Fellow de la Royal Society of Arts. En 2023 recibió la llave de la ciudad de Londres y también fue declarado Ciudadano Ilustre en su ciudad natal, Santa Fe. Él también es el Secretario General del Instituto Sanmartiniano Británico, aunque despega este cargo de su trabajo como investigador de los documentos de Duff.

 

Además, este multifacético académico también tiene un enlace familiar con la gesta independentista. Entre sus antepasados está Nicolás Dávila, uno de los dos militares que encabezaron la expedición Zelada-Dávila, en enero de 1817, que cruzó los Andes junto al General San Martín.

 

Si bien Dávila y Verdín creen que el trabajo con los documentos “es un camino que recién empieza”, le parece así mismo que es “el hallazgo de la década en lo que son las relaciones argentino británicas”.

 

"Creo que esta investigación se dio como una forma de hacer algo por el país -asevera-, con la idea de crear puentes. Como parte de la primera generación nacida en democracia siento la responsabilidad de que nos entendamos historiográficamente, sobre quién es el otro, soy antiantagonismos, creo que por ahí va la investigación".

 

-Una cosa más, Juan: me resulta conmovedor como, en 1824, cuando San Martín ya estaba lejos del Río de la Plata, va a la reunión en Banff pensando en obtener los mayores beneficios para su patria, ¿nunca dejó de pensar en el bien de la Argentina?

 

-Toda su vida fue así. Cuando estuvo en Francia y cuando estuvo en Bruselas también. Él vivió muy poco en la Argentina, pero tenía mucho cariño para con estas tierras. Se sentía hijo de la patria grande, no se consideraba como un ente separado de España en lo cultural, sino como una continuación. Se consideraba rioplatense, criollo, pero tampoco renegó de sus orígenes españoles, siempre tuvo su acento. Era un tipo complejo, un hombre de mundo también. Pero la figura de San Martín, que es parecida a la de Belgrano, que murió en la pobreza, se caracterizó porque buscó siempre de poner la patria por encima de sus propios intereses. Él hizo eso toda su vida.

*****


La carta completa

que escribió San Martín al Conde de Fife

Bruselas, Marzo 19 de 1827

 

Mi querido amigo,

 

Hace un siglo que he escrito a V., pero como nuestra amistad no se demuestra por un protocolo de cartas, y si a esto se añade mi fuerte aversión a amar las plumas convendrá V. en que he tenido razón en no molestarlo con mis cartas.

 

V. ama mucho a los hombres bravos y honrados.

 

He aquí en dos palabras la apología de mi Amigo el General Miller a quien le encargo haga a Usted una visita en mi nombre. A este tan recomendable compatriota le merece la América una no pequeña parte de su Independencia y la memoria de los servicios que le he prestado a costa de su sangre en repetidas veces derramada, no podrán olvidarse mientras exista el reconocimiento entre los hombres.

 

Ignoro si estará V. en su encantadora casa de Duff House, siguiendo mantenga vida filosófica, o se habrá V. vuelto a meter en el bullicio de Londres.

 

Existen la amable mayoría y la honradez no le hieran tenga V. la bondad de darle mis memorias, como anualmente a mis buenos amigos de Banff.

 

Mi vida es tranquila y conforme, los veranos los empleo en viajar, y los inviernos formo mis cuarteles en esta: por que cuarenta y ocho navidades que gravitan sobre mi pobre individuo, no me dejan pensar en otra cosa si no en que…

Il jour d’un autre il suffit qui a la fin (“El día ajeno será suficiente, al final”.)

Il a happé le bout de l’année (“Ha atrapado el final del año.”)

 

A Dios mi buen amigo que la felicidad le sea inseparable, son los votos de mí.

José de San Martín.