Batallas en América



Combate de San Lorenzo

El Combate de San Lorenzo tuvo lugar el 3 de febrero de 1813.
Montevideo estaba sitiado por el ejército de José Rondeau, de modo que los españoles tenían que hacer uso del mar para abastecerse. Frecuentemente una escuadrilla realista salía de Montevideo en dirección al Paraná, y sus hombres merodeaban las costas robando los ganados. Una expedición compuesta de once embarcaciones, que había salido de Montevideo con el propósito indicado, fue seguida paralelamente por tierra por el coronel de Granaderos a caballo José de San Martín, al frente de 125 hombres de su Regimiento de Granaderos a Caballo.

Las fuerzas de San Martín se adelantaron, deteniéndose cerca de la posta de San Lorenzo, situada 26 km al norte del Rosario. En tal lugar existe el convento de San Carlos, en donde encerró San Martín a sus granaderos, de modo que la escuadrilla realista no pudo observarlos. Cuando los españoles desembarcaron, los granaderos sable en mano, los persiguieron obligándolos a huir despavoridos. Algunos se arrojaron al río desde la barranca y perecieron ahogados.
En la persecución rodó el caballo de San Martín, que quedó apretándole una pierna. Un enemigo iba a clavarle la bayoneta, pero en el preciso instante se interpuso el sargento Juan Bautista Cabral, que salvó a San Martín y con él, como bien se ha dicho, la libertad de medio continente.

Fuentes: Historia Argentina y Americana de Ricardo Levene y Ricardo Levene (hijo)
(Diario Clarin en Internet.)


Batalla de Chacabuco

Soldados:
3600 hombres y 9 piezas de artillería (Patriotas) - 2450 hombres y 5 piezas de artillería (España)

Antecedentes
Luego del cruce de los Andes, y ya en territorio chileno, las fuerzas patriotas del Ejército de los Andes comandadas por José de San Martín se enfrenta a las realistas en la Batalla de Chacabuco el (12 de febrero de 1817) venciendo al ejército comandado por el General Rafael Maroto Yserns.
A partir de esa victoria, los realistas empezaron a replegarse hacia el sur de donde no salieron hasta fines de la guerra y los patriotas se prepararon para desalojarlos definitivamente de Chile con la Batalla de Maipú.

Batalla
Tras reunirse el 8 de febrero en el Campamento de Curimón las columnas que cruzaron los Andes por "camino de Los Patos" con las que cruzaron por "camino de Uspallata", se resolvió atacar en la madrugada del 12. Con el fin de emplear una táctica de pinzas por el frente y la retaguardia, se dividieron a los hombres disponibles en dos:
La división al mando de Miguel Estanislao Soler debía atacar por el oeste y estaba compuestas por los batallones 1 y 11, las compañías de granaderos y volteadores de los batallones 7 y 8, el escuadrón escolta, el escuadrón 40 de granaderos y 2 piezas de artillería
La división restante estaría al mando de Bernardo O'Higgins y debía atacar por el este; estaba formada por el resto de los batallones 7 y 8, los tres escuadrones restantes de granaderos y 2 piezas de artillería.
Mientras Soler rodeaba a los realistas O’Higgins avanzaba por la cuesta vieja, en dos columnas, enfrentándose con los adelantados realistas hasta encontrarse frente a frente con el grueso del Ejército realista, por lo que decidió avanzar hacia el cerro Los Halcones y desplegar allí sus fuerzas, al tiempo que despachaba un mensajero para informar de la situación al General San Martín.
Ante la situación adversa y al no recibir respuesta, a las 11:45 ordenó a la Infantería cargar a la bayoneta, apoyada por la caballería del Coronel Zapiola. Los españoles vencidos en esa colina retrocedieron rodeando un paso donde la caballería goda atacó a la chileno-argentina (que venía persiguiendo a los españoles), pero el triunfo de la caballería patriota llegó rápidamente y las fuerzas de O'Higgins se reagruparon en un paso marcado por dos colinas a los costados.

Desobedeciendo las órdenes de San Martín de no comprometer fuego, O'Higgins ataca dos veces a los realistas sin éxito, la segunda vez las fuerzas comenzaron a dispersarse, pero cuando San Martín llega y encuentra este panorama, ordena a O'Higgins que reagrupe todos los hombres que pueda, y ataca los 3 flancos del frente español situados en colinas. Librada aquella acción, la división de Soler arribó a las 13:30 consolidándose así la aplastante victoria a favor de los patriotas al atacar con los refuerzos la retaguardia española.

Luego de 10 horas de batalla, mientras los patriotas tuvieron 12 bajas y 120 heridos, los realistas sufrieron más de 600 bajas, la captura de 500 prisioneros, 1000 fusiles, 5 piezas de artillería, 1 bandera y muchas municiones.

Consecuencias
La victoria de la batalla de Chacabuco significó un avance en la recuperación de "Chile" de las manos españolas. El periodo de la Reconquista finalizaría en el Norte luego de la batalla de Maipú.

(Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Chacabuco")


Cancha Rayada

Cancha Rayada (19 de marzo de 1818) fue una batalla de la independencia de Chile en la cual fueron sorprendidas las fuerzas patriotas por las realistas. También denominada Desastre de Cancha Rayada.

Después de la jura de la independencia el 12 de febrero de 1818 los realistas habían reconcentrado sus fuerzas en el sur de Chile, formando un total de 5 000 hombres. El ejército aliado argentino-chileno conformado por 8.000 hombres seguía a los realistas, situados en la ciudad de Talca. Al caer la noche del 18 de marzo de 1818, los realistas se guarnecieron en la ciudad y el ejército aliado acampó en dos líneas paralelas dispuesto a pasar la noche. De pronto el general y Libertador argentino José de San Martín fue avisado de que el enemigo salía de la ciudad, y sin tiempo para defenderse, el ejército realista cayó de sorpresa sobre los aliados. La gran confusión y el pánico desorganizo las filas. Pero el general Juan Gregorio de Las Heras, que conocía la táctica del ejército enemigo -consistía de tomar por sorpresa al enemigo- pudo salvar íntegra la división de 3 000 hombres escapando a menos de unos 200 metros por la retaguardia goda en un acto brillante.

Mientras San Martín logra movilizar a sus hombres hacia una posición donde tropas patriotas respondían el fuego. Una vez realizado la maniobra Las tropas patriotas se retiran con 120 muertos, 300 heridos 2000 dispersos y 21 cañones. Los realistas sufrieron cerca de 200 muertos y heridos.

(Obtenido de "http://es.wikipedia.org)


Batalla de Maipú

Batalla de Maipú fue un combate que tuvo lugar el 5 de abril de 1818, en el valle del Maipo, entre las fuerzas patriotas argentino-chilenas y los realistas, el cual decidió en gran parte la independencia de Chile. Las banderas desplegadas por el ejército aliado eran las celestes y blancas argentinas.

Se enfrentaron el ejército realista (de 5.300 hombres y 12 piezas de artillería), bajo las órdenes de Mariano Osorio, contra el ejército patriota (4.900 hombres y 21 piezas de artillería), al mando del general José de San Martín.
El hecho de armas acaeció al sur de Santiago, en los llanos del río Maipo, allí San Martín organizó a su ejercito en una posición elevada esperando el ataque español, el cuál se colocó casi cara a cara en una posición elevada de la misma manera que la posición patriota.

Poco antes del mediodía, el ejército patriota rompió fuego con la artillería de Manuel Blanco Encalada, pero luego de un tiempo San Martín se da cuenta de que los realistas tomaron una posición defensiva y decide iniciar el ataque. Envía las fuerzas atacando el centro y la derecha de los españoles, mientras que Las Heras comanda ataque por las fuerzas colocadas en otro cerro, allí los patriotas toman un cerro amenzando la izquierda realista.
Mientras tanto los ataques patriota no parecían funcionar y la batalla estaba pareja, entonces San Martín decide enviar su escolta personal a la batalla atacando y cargando con todo los flancos y el centro español, muchos creen que esa decisión definió la victoria.

En el flanco izquierdo Las Heras y sus hombres junto con un grupo de granaderos a caballo ( división creada por San Martín) toman la posición española en el cerro de la izquierda española, cuyos defensores (españoles) se repliegan al centro del otro cerro donde todavía se encarnizaban duros combates. Pero todas las fuerzas de las Heras y otros atacaron la izquierda española mientras con un movimiento oblicuo los patriotas cargan sobre la derecha y el centro godo.

Mariano Osorio, creyéndolo todo perdido se retiró a cambio de su protección personal. Ordóñez nunca se resignó a perder la batalla, y organizó maniobras con las que solo se desorganizó más debido a lo estrecho del terreno, entonces intenta formar un cuadro pero este es un desastre y se ven obligados a refugiarse en las casas de la hacienda Lo Espejo,"Fuerte", a la cual llega primero las Heras quien decide bombardearlos con artillería, pero llega otro comandante que intenta tomarlo con infanteria, al ser un desastre el ataque se decide tomar la decisión de las Heras, así las 21 piezas de artillería bombardearon incansablemente a los españoles por los cuatro puntos cardinales, hasta que se rindieron.

Bernardo O'Higgins, convaleciente de una gran herida (producto de la derrota aliada en Cancha Rayada), se presentó poco antes de terminado el último ataque contra los realistas y entusiasmados por la victoria San Martín y O'Higgins se abrazaron victorios en una escena que dio origen a un cuadro, el histórico abrazo conocido como el abrazo de Maipú, donde Bernardo O'Higgins le dice a San Martín “¡Gloría al salvador de Chile!” y San Martín le responde “General: Chile no olvidará al ilustre inválido que se presenta herido en el campo de batalla”.
Gracias a esta batalla se aseguró la independencía de Chile. Los patriotas tuvieron 1.000 hombres entre muertos y heridos. Los españoles sufrieron más de 2.000 muertos y 2.400 prisioneros. Además se capturaron grandes cantidades de municiones.


(Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Maip%C3%BA")


La historieta de Pigna sobre San Martín

Felipe Pigna es uno de los presuntos historiadores aparecidos en los últimos años, que ha alcanzado éxito mediático. Este año lanzó una colección de folletos sobre historia argentina, con forma de historieta, dedicando uno de ellos a la biografía del General San Martín[1]. En la breve introducción, de dos páginas -el folleto no está paginado- el autor realiza dos afirmaciones, que, por cierto, no documenta, puesto que el folleto carece de bibliografía. Afirma:

-”Al borde del Támesis prosperaban los grupos revolucionarios de carácter masónico como la Gran Hermandad Americana...”;
-”Con juvenil entusiasmo, San Martín desarrolló una febril actividad durante los cuatro meses que permaneció en Londres”.
-”Tomó contacto con los miembros de la Hermandad...”.
-”También se entrevistó con funcionarios del gobierno británico, como James Duff y sir Charles Stuart. Muy probablemente hayan sido ellos quienes le hicieron conocer el plan Maitland”.
-”A mediados de marzo de 1812, La Gazeta de Buenos Aires daba cuenta de la llegada de los militares argentinos.
San Martín fue recibido por el jefe de la masonería local, Julián Álvarez...Con la anuencia de Álvarez, San Martín, Carlos de Alvear y sus compañeros de vieje de la George Canning fundaron en mayo de 1812 la Logia de Caballeros Racionales, una sociedad secreta de neto corte masónico que años después recibiría el nombre de Lautaro.”

En la historieta, propiamente dicha -serie de dibujos que constituyen un relato- cuyo relator es el caballo blanco de San Martín, se reiteran las afirmaciones de ese tenor:
-”San Martín fue iniciado como masón en la Logia Integridad de Cádiz, afiliándose a la Logia Caballeros Racionales Nº 3 de dicha ciudad”.
-En otro cuadro, en casa de sir Charles Stuart, diplomático inglés, este conversa con San Martín a quien dice: “Lo veo decidido, quiero mostrarle algo. Entre los miembros de nuestra sociedad secreta se lo conoce como Plan Maitland”. Se muestra la catátula de un libro con este título: “Plan para capturar Buenos Aires y Chile y luego emancipar Perú”.

Como el folleto citado se vende en quiscos y supermercados, y está destinado obviamente a niños y jóvenes, considero necesario ocuparse de él, pues está difundiendo masivamente dos afirmaciones tendenciosas: que San Martín fue masón, y que se limitó a ejecutar un plan estratégico diseñado por un militar escocés, Thomas Maitland.
1. Con referencia a la masonería, está suficientemente probado que San Martín nunca perteneció a la misma, y que la Logia Lautaro -como lo reconoce la Masonería inglesa- era un grupo político no masónico
[2].
2. Sobre el Plan Maitland, debe aclararse que se trata de un manuscrito, sin destinatario, ni fecha, ni firma -por lo tanto, no es un documento-, que descubrió casualmente el Dr. Rodolfo Terragno en el Archivo General de Escocia. El mismo Terragno admite que, hasta 1981, cuando lo encontró, no había “ni un rumor sobre el Plan Maitland, ni referencia alguna a su autor, en toda la bibliografía sobre la independencia de Hispanoamérica”
[3].
El título de dicho manuscrito es: Plan para capturar Buenos Aires y Chile y luego emancipar Perú y México. La mención de México es un error del autor, que en el texto se refería a Quito (Ecuador). Maitland que no conoció Sudamérica, recibió información de Sir Hippisley sobre los modos de atacar las colonias españolas, que, a su vez, la había obtenido de jesuitas exiliados que conoció en Roma.
Terragno reconoce que “no hay prueba de que Maitland fuera masón”
[4], tampoco puede demostrar que haya conocido a San Martín. Sin embargo, arriesga esta hipótesis: “Que, conociendo los planes y el carácter excepcionalmente reservado de San Martín, algunos de sus numerosos amigos masones haya compartido con él (si no otros secretos de la masonería) información sobre proyectos en los cuales la masonería servía informalmente el interés del Reino Unido”[5].
El llamado Plan Maitland contiene sólo un esbozo, con ideas comunes en la época, por lo que no puede extrañar que muestre algunas coincidencias con el que ejecutó nuestro prócer, que ya había analizado un plan del Teniente Coronel Enrique Paillarde, fechado en diciembre de 1813. Pero fue con su amigo, Tomás Guido, con quien aparentemente diseñó su plan San Martín, presentado por Guido en una memoria al Director Supremo González Balcarce, con fecha 20 de mayo de 1816. Los dos biógrafos más famosos del Libertador, Mitre y Otero, coinciden en que el mérito del Plan Continental le corresponde a San Martín.
En el día de la Soberanía Nacional, debe insistirse en la necesidad de acentuar el estudio y difusión de la historia argentina, en base a los investigadores serios, y denunciar a los aventureros que deforman el conocimiento sobre los héroes y sus motivaciones.

Boletín Acción Nº 117, 20-11-07

[1] Pigna, Felipe. “San Martín”; Buenos Aires, Editorial Planeta, 2007.
[2] Meneghini, Mario. “San Martín no fue masón”; Córdoba, Boletín Acción, Nº 44, marzo 1998 [3] Terragno, Rodolfo. “Maitland y San Martín”; Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1998, pág. 15.
[4] Op. cit., pág. 173.
[5] Op. cit., pág. 178.

Nuevo agravio a San Martín

Los diarios de la fecha anuncian que el 30 de octubre fue presentada ante la Secretaría de Cultura de la Nación una solicitud para que el Gobierno permita hacer un análisis de ADN al cadáver del general José de San Martín. Según se alega, el día 4 de ese mes la Cámara de Diputados declaró de interés “la determinación de la verdad histórica respecto del origen mestizo del general San Martín” (Clarín, 4-11-06).
Uno de los firmantes del pedido es el historiador Hugo Chumbita que declaró a Clarín que “el verdadero padre biológico del general San Martín habría sido el marino español don Diego de Alvear y Ponce de León, quien en ocasión de sus viajes por las ex misiones jesuíticas, lo habría concebido con la joven aborígen Rosa Guarú, rebautizada Rosa Cristaldo, criada de la casa de los San Martín, y quien fue la nodriza del niño”.

Esta tesis de Chumbita ya fue rechazada por unanimidad en el Segundo Encuentro Internacional Sanmartiniano, realizado en Buenos Aires en Agosto de 2000. Si insiste, con el apoyo, en este momento, de presuntos descendientes de San Martín, que alegan derechos subjetivos a su propia identidad, parecería ser por motivos ideológicos. En efecto, hace cinco años afirmó que si el general volvió al Río de la Plata fue porque “era un mestizo y sufría en carne propia la injusticia del sistema colonial. Se alzó, desafiando al mundo de su padre. Transformó su humillación en rebeldía política” (Clarín, 16-7-01).

Para refutar la tesis mencionada, baste mencionar un documento, al que hace referencia el propio Chumbita: el libro de doña Sabina de Alvear y Ward, hija de don Diego de Alvear y de su segunda esposa, la inglesa Luisa Ward, titulado “Historia de D. Diego de Alvear y Ponce de León”, publicado en Madrid, en 1891.
Es cierto que don Diego estuvo en Yapeyú, con motivo de haber integrado una comisión mixta demarcadora de límites, creada como consecuencia del Tratado de San Ildefonso, entre España y Portugal, firmado el 1-10-1777.
Recordemos, sin embargo, que San Martín nació el 25-2-1778, y según la biografía citada: “fue nombrado por España Diego de Alvear a propuesta del Cuerpo General de la Armada con el título de Comisario de la demarcación de límites en 30 de marzo de 1778”, es decir, un mes después de nacido José de San Martín.

Además, continúa el relato biográfico: “No hubo de surtir efecto este primer nombramiento por oposición que a los marinos hizo el Virrey de Buenos Aires, Sr. Vértiz, que propuso otras personas de su devoción, por lo que aquellos fueron relevados por el Ministro de Indias, Sr. Gálvez, pero no accediendo el Rey en su ilustrada imparcialidad a este arreglo, ...fueron presentados y nombrados definitivamente en 1783 los capitanes de navío y de fragata José Varela y d. Félix Azara...y el mismo Alvear, reelegido a propuesta de los sres. Mazarredo, Tofino y Varela, que tan conocida tenían su superior inteligencia para aquellas ciencias”
[1]. Es decir, que cuando quedó firme el nombramiento del presunto padre de San Martín, éste tenía ya cinco años.

Otro dato significativo surge del informe oficial que confeccionó el propio don Diego, sobre el trabajo realizado, del que existe copia en la Biblioteca Nacional: recién en diciembre de 1783, partió de Buenos Aires, para efectuar la demarcación de los ríos Paraná y Uruguay
[2].
Se estima, además, que Don Diego estuvo en el pueblo de Yapeyú, recién en el año 1792, cuando San Martín tenía 14 años
[3].

En conclusión, se debería rechazar, sin más trámite, este pedido absurdo y carente de fundamentación. No hacerlo, implicaría un agravio gratuito a la memoria del Padre de la Patria, inferido por las propias autoridades de la República.

[Acción, Nº 100]


[1] Alvear y Ward, Sabina de. “Historia de don Diego de Alvear y Ponce de León”; Madrid, 1891, p. 23.
[2] Sarcona, Diego Ignacio. “San Martín y la cuestión de su origen filiatorio: reflexiones críticas”; en Revista Desmemoria, Nº 26, 2do. cuatrimestre 2000, p. 30.
[3] Díaz Araujo, Enrique. “Don José y los chatarreros”; Mendoza, Ediciones Dike-Foro de Cuyo, 2001, p. 52.

Dudas y leyendas

Es importante procurar aclarar las dudas y leyendas que circulan con respecto a la figura de San Martín, pues, como afirmaba Font Ezcurra “la historia es en esencia justicia distributiva, pues discierne el mérito y la responsabilidad”. Por eso, no puede limitarse al relato de los hechos pasados, sino que debe investigar la causa de los hechos, y esclarecer, en la medida de lo posible, los acontecimientos que se prestan a la confusión.

1) ¿Cómo puede considerarse a San Martín “padre de la Patria”, si vivió la mayor parte de su vida fuera de la patria?

Es cierto que San Martín vivió en tierra americana sólo 18 años en total, de sus 72 años de vida; 6 años en la niñez, y 12 años en su campaña libertadora. Lo que ocurre es que hasta 1816 no existía la Argentina, y aún hasta 1852 no existió, estrictamente, el Estado Argentino unificado, y recordemos que San Martín fallece en 1850.
San Martín nació en el Virreinato del Río de la Plata, que era una provincia perteneciente a la Corona de Castilla, a su vez, integrante del Imperio Español. Por lo tanto, la patria originaria de San Martín era el Imperio Español, que luego se desagrega en varios Estados independientes, uno de los cuales fue el de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Por otra parte, queda constancia escrita de que el deseo de nuestro héroe, al finalizar su vida pública, era vivir en la chacra que había adquirido en Mendoza. Se vio obligado a viajar a Europa por la situación política imperante en 1824, en que el gobierno porteño, dirigido por Rivadavia, lo consideraba un elemento peligroso, y hasta corría peligro su vida. Tal como luego le ocurriría a otros patriotas, debió vivir sus últimos años en el exilio.

2) ¿Por qué volvió San Martín al Río de la Plata, en 1812?

Sobre este punto, se han emitido varias opiniones que debemos analizar, sucesivamente:
2.1. Porque era un agente inglés
Quien primero lanzó esta tesis fue nada menos que Alberdi, en su libro “El crimen de la guerra”:
“En 1812, dos años después que estalló la revolución de Mayo de 1810, en el Río de la Plata, San Martín siguió la idea que le inspiró, no su amor al suelo de su origen, sino el consejo de un general inglés, de los que deseaban la emancipación de Sud-américa para las necesidades del comercio británico” (p. 213).
Afirmación gravísima, de la que no ofrece ninguna prueba.

Hace pocos años, un libro de Sejean “San Martín y la tercera invasión inglesa”, afirma:
“...hubo una tercera invasión inglesa y que triunfó. Y que triunfó de la mano de San Martín”. Tampoco en este caso se ofrecen pruebas, sino una serie de datos inconexos sin rigor académico.

En cierto modo, esta tesis se deriva de la leyenda, iniciada por Mitre, de la salida furtiva de San Martín desde España. La verdad, es que el propio Consejo de Regencia, el 5-9-1811, le concedió el retiro del servicio, que había solicitado, conservando el fuero militar y derecho al uso de uniforme.
Es cierto que utilizó para salir de España una visa inglesa; eso se explica pues Cádiz era un istmo, cercado en tierra por el Ejército napoleónico, y bloqueado en el mar por la escuadra inglesa. La única vía de salida era la visa del consulado inglés en Cádiz; su amigo Duff le consiguió pasaje en un bergantín inglés, hasta Lisboa, pero no le aceptó el dinero que le ofreció para no quedar obligado.

Si no bastaran estas precisiones, recordemos que Manuel Castilla, que era el agente inglés en Buenos Aires, le escribió al Cónsul Staples, el 13-8-1812, con motivo del arribo de la fragata Canning, en la que viajó San Martín desde Londres:
“Esta también un coronel San Martín...de quien... no tengo la menor duda está al servicio pago de Francia y es un enemigo de los intereses británicos”.
No resulta creíble que, si era el Libertador un agente inglés, no se le hubiese comunicado tal situación al representante en Buenos Aires. El Dr. Terragno concluye que: “San Martín no fue un agente inglés, sino un estratega que se supo aprovechar de las alianzas transitorias según su conveniencia”.

2.2. Por sentir nostalgia o el llamado de la tierra
Esto lo dice Mitre: “se decidió a regresar a la lejana patria a la que siempre amó como a la verdadera madre, para ofrecerle su espada y consagrarle la vida”.
El argumento es poco serio, si recordamos que sólo había vivido 6 años en estas tierras (5 en Yapeyú y 1 en Buenos Aires). Toda su formación, escolar y militar, la recibió en España, donde había vivido hasta entonces 28 años. Varias veces mencionó con orgullo los veinte años de honrados servicios que cumplió en el ejército español; sería insólito que recién a los 34 años de edad sintiera ese llamado de la tierra.

2.3. Porque era un mestizo
Una nueva interpretación del llamado de la tierra -esta más creíble, si fuese cierta- la difundió García Hamilton, apoyando lo afirmado por Chumbita en “El secreto de Yapeyú”, que considera que hay otra explicación para este enigma. San Martín sería mestizo “y sufría en carne propia la injusticia del sistema colonial. Se alzó, desafiando al mundo de su padre. Transformó su humillación en rebeldía política” (Clarín, 16-7-01).
La tesis de Chumbita, que fue rechazada por el Congreso Sanmartiniano, de Agosto de 2000, sostiene que San Martín fue hijo de don Diego de Alvear -padre de Carlos de Alvear- y de Rosa Guarú, una india guaraní. El Capitán Juan de San Martín, para evitar el escándalo de su camarada, habría anotado como hijo suyo a José.
Es cierto que don Diego de Alvear anduvo por Yapeyú, en su condición de marino, integrando una comisión de límites, que debía demarcar las posesiones portuguesas y españolas. Sin embargo, en la Historia de don Diego de Alvear, escrita por su hija Sabina, consta que don Diego estuvo en Yapeyú en 1792, cuando José tenía ya 12 años.

2.4. Cumpliendo un mandato masónico
Mitre y Sarmiento, además de haber ocupado la Presidencia de la Nación, fueron ambos grado 33 de la Masonería argentina, y desempeñaron el cargo de Gran Maestre (máxima autoridad). Pues bien, ambos sostuvieron que la Logia Lautaro no integró la masonería, sino que era una logia política.
Como la cuestión es importante, le dedicamos un desarrollo especial, basado en documentos de la propia masonería, en el Tema “San Martín no fue masón”, que se encuentra en este mismo sitio.

2.5. Por motivos ideológicos
Se sostiene que San Martín habría querido ayudar a aplicar en América sus ideas políticas liberales, que no podían aplicarse en España, donde, en caso de rechazarse la invasión napoleónica, quedaría restaurada la monarquía absoluta de Fernando VII.
Es cierto que San Martín, al igual que otros patriotas, adhería a las ideas que, en forma genérica, se llamaban liberales, entendidas como lo contrario a la opresión de la monarquía absoluta. Pero nunca manifestó adhesión a la ideología liberal, fundamentada en las teorías de Locke, Rousseau, y otros, que estaba ya condenada por la Iglesia desde 1791 (Carta Quod Aliquantum, de Pío VI).
Podemos citar la carta al Cabildo de Mendoza, de 1815: “no cesan los enemigos de nuestro liberal sistema, constantes en sostener el de opresión y tiranía...”.

En otra carta, al Gral. Guido (1-2-1834), expresa: “el título de un gobierno no está signado a la más o menos liberalidad de sus principios, pero sí a la influencia que tiene en el bienestar de los que obedecen. Ya es tiempo de dejarnos de teorías, que 24 años de experiencia no han producido más que calamidades. Los hombres no viven de ilusiones sino de hechos”.
Con respecto al sistema de gobierno, tuvo una posición pragmática, no tenía predilección por ningún sistema teórico. En ocasión del Congreso de Tucumán, dijo que sea cualquiera con tal que no vaya contra la religión, es decir que no sea malo en si mismo.
Tuvo en una primera etapa simpatía por la república, dada la experiencia de la corte española, pero en América, siempre postuló la monarquía, desde que llegó hasta que se fue. También lo hizo en Chile y en Perú. Creía que era necesaria para asegurar la independencia.
Para él lo esencial era la autoridad. En carta al Gral. Pinto, ex presidente de Chile, le comenta:
“su afortunada patria ha resuelto el problema (confieso mi error, yo no lo creí) de que se pueda ser republicano hablando la lengua española...importa...que la esencia de las cosas llene el objeto, lo demás es sin importancia.” (26-9-1846)

3) Verdadero motivo de su regreso
Los reyes borbónicos se habían apartado de la tradición hispánica; influidos por el racionalismo, aplicaban el llamado despotismo ilustrado. Desde el Pacto de Familia de 1761, España dejó de interesarse en América. Además, Napoleón quiebra la unidad imperial, y los americanos temían ser negociados por la Junta Central.
San Martín peleó contra el invasor francés, pero no se ilusionaba con la victoria de Bailen. Napoleón entró con 250.000 hombres y repuso en el trono a su hermano José. Suponiendo que triunfara España con ayuda de Inglaterra, sería la victoria de unos reyes ineptos.
Por eso, decidió combatir por la independencia y salvar la verdadera España, en América.

No fue una decisión personal, sino compartida por muchos nativos de este continente que vivían en España. Por ejemplo, Guido expresa en una carta: “Esclavizada la península desde 1808, y abrumada toda ella por el inmenso poder del emperador Napoleón, alejábase toda esperanza de su independencia...”.
Coincide con el comentario que hace San Martín: “En una reunión de americanos en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos acaecidos en Caracas, Buenos Aires, etc., resolvimos regresar cada uno al país de nuestro nacimiento, a fin de prestarle nuestros servicios en la lucha, pues calculábamos se había de empeñar” (carta a Castilla, 11-9-1848).
4) ¿San Martín aplicó el plan de un general extranjero?
El Dr. Terragno, en su libro “Maitland y San Martín”, sugiere que el plan continental que aplicó San Martín, fue elaborado por un general escocés, Maitland. Se trata de un escrito que el autor citado encontró en el Archivo de Escocia. En realidad, no es un documento, pues carece de fecha, de firma y de destinatario.
De todos modos, el contenido es sólo un esbozo, con ideas comunes en la época, y no un plan detallado y fundamentado, como el que propuso el Gral. Guido en 1816 -aparentemente, confeccionado conjuntamente con el Libertador.

5) ¿Tuvo San Martín un romance en Perú con Rosa Campusano?
Aunque sea un aspecto frívolo, no se debe eludir, pues de ser cierta la leyenda, la conducta de San Martín sería reprochable, al mantener una relación adúltera que trasciende al público.
La verdad es que la leyenda tiene como origen un comentario de Ricardo Palma en su obra “Tradiciones peruanas”, donde no aporta ninguna evidencia comprobable de lo que afirma. Según el historiador peruano Cesar Macera, Rosa Campusano fue una de las veinte mujeres que recibieron la Orden del Sol, creada por San Martín, como distinción a quienes habían estado detenidas y torturadas, durante el Virreinato. En la fiesta que se celebró con ese motivo, San Martín bailó con todas, sin haber ninguna constancia de que haya mantenido una relación con la mujer mencionada.

6) ¿Por qué San Martín abandonó el mando, después de hablar con Bolívar?
Para entender la decisión, es necesario mencionar el episodio de Rancagua de 1820, cuando San Martín entrega el mando del ejército libertador, al cuerpo de oficiales, alegando que no existía el gobierno del cual dependía. Los oficiales le ratifican su subordinación, pues la autoridad que recibió para hacer la guerra a los españoles no ha caducado ni puede caducar por que su origen que es la salud del pueblo es inmutable.
San Martín había rechazado la exigencia del gobierno de Buenos Aires, de disponer del Ejército de los Andes para sofocar la rebelión de los caudillos del interior, y por eso, debió viajar al Perú con la bandera de Chile. Desde entonces, su autoridad queda condicionada, y en Perú hubo varios actos de indisciplina de los oficiales.
En la entrevista de Guayaquil, quedó en evidencia que el aporte que podía hacer para terminar con la guerra era mínimo, y su jefatura no estaba respaldada por las autoridades de su propio Estado. Por eso, y no por un gesto de humildad ofrece subordinarse a Bolívar, que este no acepta, y no le queda más opción que retirarse de la vida pública.

En la bibliografía que recomendamos en este sitio, puede confirmarse lo que hemos expuesto sintéticamente. Las dudas y leyendas deben esclarecerse para no distorsionar la imagen del héroe máximo, que, si bien como todo mortal, tuvo defectos y pasiones, no merece ser desprestigiado por falsos historiadores. Así lo expresa el P. Castellani:

San Martín ha sido grande
y hoy es grande su memoria
pero no basta su gloria
a cubrir a un hijo ruín
no es lo mismo San Martín
que los que escriben su historia.

San Martín y la tradición nacional

[1]

En vísperas del aniversario del fallecimiento del General San Martín, nos parece interesante reflexionar sobre la figura del libertador de Sud América, en relación a la tradición nacional. No tiene mucho sentido limitarse a repetir datos por todos conocidos, en relación a los próceres, sin procurar que su actuación sirva de ejemplo y guía para el presente. Y, para eso, es necesario ir más allá de los hechos, tratando de investigar la causa de los hechos. Puesto que, “la historia es en esencia justicia distributiva; discierne el mérito y la responsabilidad” (Font Ezcurra).
En momentos de honda crisis en nuestra patria, no podrá restaurarse la Argentina, mientras no se afiance en sus raíces verdaderas. Ocurre, sin embargo, que desde hace unos años han surgido de la nada, presuntos historiadores, empeñados en desmerecer la personalidad y la obra de los próceres, sembrando confusión y desaliento.

En realidad, el intento de desprestigiar a quienes consolidaron la nación, comienza muy atrás en el tiempo. Recordemos por ejemplo, lo que escribió Alberdi, en su libro El crimen de la guerra (T. II, pg. 213): “San Martín siguió la idea que le inspiró, no su amor al suelo de su origen, sino el consejo de un general inglés, de los que deseaban la emancipación de Sud-América para las necesidades del comercio británico”. Por cierto que no ofrece ninguna prueba de lo que afirma, y, a 155 años de su muerte, nunca se ha exhibido algún indicio del apoyo o recompensa por parte de Inglaterra, que debería haber existido si fuese cierta la sospecha. Incluso en el exilio en Europa, durante un cuarto de siglo, muchos visitantes pudieron comprobar que vivió apenas con lo necesario, y hasta con penurias económicas, en algún momento.
En cambio, un personaje de poca monta, Saturnino Rodríguez Peña, que ayudó a escapar al General Beresford y otros oficiales ingleses, que estaban internados en Luján, luego de la invasión de 1806, fue premiado por sus servicios al Imperio Británico, con una pensión vitalicia de 1.500 pesos fuertes.
Por su parte, otro General argentino, Carlos de Alvear, siendo Director Supremo de las Provincias Unidas, firmó dos pliegos, en 1815, dirigidos a Lord Stranford y a Lord Castlereagh, en los que decía: “Estas provincias desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer a su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso.” Estos documentos se conservan en el Archivo Nacional, y prueban una actitud que nunca existió en San Martín, cuya conducta fue siempre transparente y sincera.

Los ejemplos mencionados de Alvear y de Rodríguez Peña, hacen necesario rastrear el pasado para tratar de entender el motivo de sus actitudes. Desde antes de la ruptura con España, ya habían aparecido en el Río de la Plata dos enfoques, dos modos de interpretar la realidad, diametralmente opuestos:
l) el primer enfoque, nace el 12-8-1806, con la Reconquista de Buenos Aires, y podemos llamarlo Federal-tradicionalista;
2) el segundo enfoque, surge en enero de 1809, con el Tratado Apodaca-Canning, celebrado entre España e Inglaterra, cuando este último país, que había sido derrotado militarmente en el Río de la Plata, ofrece una alianza a España, contra Francia, a cambio de facilidades para exportar sus productos. A este enfoque podemos llamarlo Unitario-colonial.

No caben dudas de que San Martín se identifica con el enfoque tradicionalista, que se manifiesta con el rechazo de las invasiones inglesas, se afianza con la Revolución de Mayo y la guerra de la independencia y culmina en la Confederación Argentina, con el combate de la Vuelta de Obligado.
Quienes atacaron a San Martín y trabaron su gestión, hasta impulsarlo a alejarse del país, se encuadran en el enfoque unitario. Son quienes consideraban más importante adoptar la civilización europea, que lograr la independencia nacional, y por “un indigno espíritu de partido” -decía San Martín- no vacilaron en aliarse al extranjero en la guerra de Inglaterra y Francia contra la Confederación. Lo mismo hicieron en la batalla de Caseros -cuando se aliaron con el Imperio de Brasil-, donde llegaron a combatir 3.000 mercenarios alemanes contratados por Brasil. San Martín llegó a la conclusión de que “para que el país pueda existir, es de absoluta necesidad que uno de los dos partidos en cuestión desaparezca” (carta a Guido, 1829).

Uno de las vías de difusión de la mentalidad unitaria-colonial, fue la masonería, que influyó en algunos próceres. Rodríguez Peña, por ejemplo, fue uno de los 58 residentes en el Río de la Plata, que se incorporaron a las dos logias masónicas instaladas durante las invasiones inglesas (Estrella del Sur, e Hijos de Hiram). Otros dos formaron parte de la 1ra. Junta de gobierno: Mariano Moreno y Castelli (Memorias del Cap. Gillespie).
Curiosamente, se ha pretendido vincular a San Martín a la masonería, cuando, además de no existir ninguna documentación que lo fundamente, toda su actuación resulta antinómica con los principios de dicha institución, cuyos miembros lo atacaron permanentemente, en especial Rivadavia (iniciado en Londres, integró la logias Aurora y Estrella del Sur). De todos modos, en los años 1979/80, un investigador argentino consiguió terminar con cualquier duda, al recibir de las Grandes Logias de Inglaterra, de Irlanda y de Escocia, la confirmación oficial de que San Martín nunca estuvo afiliado a la masonería, y que la Logia Lautaro -que cumplió un rol importante en el proceso emancipador-, fue una sociedad secreta con fines políticos, y no tuvo ninguna relación con la masonería.

El enfoque Unitario-colonial, está influenciado por el iluminismo y el romanticismo, que se puede sintetizar en una frase de Sarmiento: “los pueblos deben adaptarse a la forma de gobierno y no la forma de gobierno a la aptitud de los pueblos”. Precisamente lo contrario sostenía San Martín: “a los pueblos no se les debe dar las mejores leyes, sino las mejores que sean apropiadas a su carácter”.
Podemos resumir las diferencias entre ambos enfoques, en el enfrentamiento que tuvo San Martín con Rivadavia, desde que volvió a Buenos Aires, en 1812, hasta su alejamiento definitivo (1824). El mismo año de su llegada, le tocó a San Martín intervenir en el pronunciamiento militar que desalojó al Triunvirato, integrado por Rivadavia. La decisión obedeció a la incompetencia del gobierno que no acertaba a entender hasta donde se extendía la patria, y actuaba como si se limitara a la ciudad de Buenos Aires. Entre otros errores, ordenó el regreso del Ejercito del Norte que, de no haber sido desacatada por Belgrano, habría permitido que el ejército realista llegara al Paraná.

Con respecto al interior, Rivadavia, que se ufanaba de no haber pasado nunca más allá de la plaza Miserere, insistía en tratar a las provincias con altanería, considerando que la autoridad debía estar concentrada en la capital. San Martín, no solo veía al interior como una parte del país que debía complementarse con Buenos Aires, sino que ambos debían integrar una unidad superior; primero, la unión de los virreinatos de Lima y el Río de la Plata, más la Capitanía de Chile; luego, la América Española, como una nación desprendida del imperio español.

Con respecto al exterior, Rivadavia aspiraba a mejorar nuestra vida pública hasta ponerla en línea con los modelos europeos. Pretendía captar el apoyo de Inglaterra y Francia, con el ofrecimiento de buenas ganancias, y la disposición a acatar sus directivas. Veía el futuro argentino en el presente de Europa.
San Martín, por el contrario, creía que Europa estaba en el pasado, la España perdida se reencontraba en América, la Europa caduca rescataba aquí su juventud. Procuró, sí, que alguna potencia extranjera jugara a favor nuestro, para lo cual definía previamente un objetivo, al que debían supeditarse las negociaciones posibles.

La cultura de un pueblo se mantiene vigorosa, cuando defiende sus tradiciones, sin perjuicio de una lenta maduración. La identidad nacional se deforma cuando se corrompe la cultura y se aleja de la tradición, traicionando sus raíces. La nación es una comunidad unificada por la cultura, que nos da una misma concepción del mundo, la misma escala de valores. Se proyecta en: actitudes -costumbres - instituciones
La nacionalidad es tener glorias comunes en el pasado;
voluntad común en el presente;
aspiraciones comunes para el futuro.

Quienes pretenden suprimir del calendario el Día de la Raza, instituido por el Presidente Irigoyen, amenazan con dejarnos sin filiación, sin comprender que la raza, en este caso, no es un concepto biológico, sino espiritual. Constituye una suma de imponderables que hace que nosotros seamos lo que somos y nos impulsa a ser lo que debemos ser, por nuestro origen y nuestro destino. Ese sentido de raza es el que nos aparta de caer en el remedo de otras comunidades cuyas esencias son extrañas a la nuestra. Para nosotros, la raza constituye un sello personal inconfundible; es un estilo de vida.

La identidad nacional, está marcada por la filiación de un pueblo. El pueblo argentino es el resultado de un mestizaje, la nación argentina no es europea ni indígena. Es el fruto de la simbiosis de la civilización grecolatina, heredada de España, con las características étnicas y geográficas del continente americano. Un modelo del criollo, fue Hernandarias, nacido en Paraguay dos siglos antes de la emancipación, y que fue reelegido varias veces como Gobernador del Paraguay, y verdadero caudillo de su pueblo.
Lo que caracteriza una cultura es la lengua, en nuestro caso el castellano. Los colonialistas consideraban a este un idioma muerto, pues no era la lengua del progreso, y preferían el inglés o el francés.
Dos siglos después, muchos argentinos manifiestan los mismos síntomas del complejo de inferioridad. Muchos jóvenes caen en la emigración ontológica; en efecto, se van a otros países, creyendo que van a poder ser en otra parte. Olvidan la expresión sanmartiniana: serás lo que debas ser, sino no serás nada.

Con respecto a las instituciones, el embrionario Estado argentino adoptó el federalismo, que respetaba la autonomía de las provincias históricas. De allí que la Constitución de 1819, de cuño liberal, provocó resistencia en el interior. Las autoridades porteñas ordenan al Ejército del Norte y al de San Martín que interrumpan las acciones militares contra los realistas, para enfrentar a los caudillos. San Martín desobedece pues era evidente la prioridad de continuar la campaña libertadora. Belgrano renuncia al mando; y uno de los jefes de su ejercito, el Cnel. Juan Bautista Bustos subleva a las tropas en la posta de Arequito, comenzando un largo período de luchas civiles.
Recién con la Constitución de 1853, se pudo afianzar la organización institucional, pues en su texto se logró un equilibrio entre el interior y Buenos Aires, al respetarse los pactos preexistentes, que menciona el Preámbulo, en especial el Pacto Federal de 1831, ratificado por el Acuerdo de San Nicolas (1852), en que las provincias resolvieron organizarse bajo el sistema federal de Estado.

La emancipación de los países americanos coincide con el surgimiento del constitucionalismo escrito, y por lo tanto es lógico que quienes conducían los nuevos Estados buscaran afirmar su independencia a través de un instrumento jurídico. En el caso de San Martín, recordemos que, siendo teniente coronel del ejercito español, cumplió funciones en Cádiz, donde fue testigo del debate por la sanción de la Constitución, que sería promulgada en 1812.
Al volver ese año al Río de la Plata, San Martín comprendió la inconveniencia de seguir utilizando la máscara de Fernando VII, uno de los motivos del derrocamiento del ler. Triunvirato, que se negaba a declarar la independencia. El segundo Triunvirato (Paso, Nicolas Rodríguez Peña y Alvarez Jonte) convocó a la Asamblea General Constituyente de 18l3, que sin embargo no proclamó la independencia, ni aprobó una constitución.

Cuando se reunió 3 años mas tarde el Congreso de Tucumán, continuaba esta cuestión sin resolverse, y San Martín siguió insistiendo en la independencia que fue proclamada el 9 de julio, pero con respecto a Fernando VII, sus sucesores y metrópolis. San Martín, advertido de gestiones que procuraban la incorporación de nuestro territorio a Inglaterra o Portugal, exigió que se incorporara al acta un agregado que dice: “y de toda otra dominación extranjera”, propuesto por el diputado Medrano en sesión secreta.
San Martín no disimuló su desacuerdo con el proyecto unitario de Rivadavia, y, en cambio, se alegró por la adhesión de las provincias al Pacto Federal de 1831, sosteniendo que, estos países no pueden por muchos años regirse de otro modo que por gobiernos vigorosos, resaltando los males que han ocasionado la convocatoria prematura a congresos.

En esta hora, resulta evidente que solo podrán resistir los embates de la globalización y conservar su independencia, los Estados que se afiancen en sus propias raíces, y mantengan su identidad nacional. El ex-Presidente Avellaneda, en un discurso famoso sostuvo que: “los pueblos que olvidan sus tradiciones pierden la conciencia de sus destinos; y los que se apoyan sobre tumbas gloriosas, son los que mejor preparan el porvenir”.

Córdoba (Rep. Argentina), agosto 8 de 2005.-

Mario Meneghini

Fuentes:
Aragón, Roque. “La política de San Martín”; Córdoba, Universidad Nacional de Entre Ríos, 1982.
Revista “Masonería y otras sociedades secretas”; Buenos Aires, Nº 2, noviembre/1981, Nº 3, diciembre/1981, Nº 5, febrero/1982.
[1] Disertación efectuada en el Centro “Tierra y Tradición”, de Córdoba, Argentina, el 5-8-2005.

San Martín y Rosas

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Este es un tema que pocas veces se trata. San Martín, pese a tantos libros nefastos que se han publicado en los últimos años, conserva una imagen indiscutida para la mayoría de los argentinos. No ocurre lo mismo con Rosas, que presenta una imagen polémica; no puede desconocerse que los primeros historiadores pertenecieron al sector político que se enfrentó con él. Por eso, para tratar de ser objetivos es necesario arriesgarse a una exposición árida, analizando la cuestión en base a hechos y documentos concretos.
Los antecedentes que hoy se conocen, demuestran que hubo una relación de admiración mutua entre estos próceres, de los cuales es posible advertir una suerte de vidas paralelas. San Martín, llevando la libertad a tres pueblos. Rosas, consolidando la obra del Libertador. Resulta explicable que los dos hayan experimentado esa atracción recíproca, que suele existir entre aquellos dirigentes de empresas semejantes.

Hubo actitudes de Rosas hacia el Gral. San Martín y de éste a Rosas. Podemos mencionar dos estancias en la provincia de Buenos Aires, a las que Rosas denomina con el nombre de San Martín, a una, y Chacabuco, a la otra.
En 1841, el Ayudante de Órdenes del almirante Brown, que era Álvaro Alzogaray -quien se destacaría luego en el combate de la Vuelta de Obligado- le trasmite la propuesta de bautizar al bergantín Oscar, recientemente adquirido para la flota, con el nombre de Ilustre Restaurador. Rosas se opone, y ordena que se lo bautice con el nombre de San Martín a este velero que participó en muchos combates y llegó a ser el barco insignia de la flota.

En varios de los mensajes a la Legislatura de Buenos Aires, para informar sobre la marcha del gobierno, que Rosas dirigía anualmente pese a tener Facultades Extraordinarias, menciona elogiosamente a San Martín.
Cuando muere el Libertador, la Gaceta de Buenos Aires, por orden de Rosas, publica durante diez días una biografía muy bien escrita del Padre de la Patria. La firma “un argentino”, pero se sabe que el autor era el joven Bernardo de Irigoyen, que trabajaba para el Gobernador.

La misma disposición favorable, encontramos en San Martín respecto a Rosas, siendo de destacar el mayor gesto de aprecio y admiración consistentes en legarle su sable, en el párrafo tercero de su testamento ológrafo, firmado el 23-1-1844 y depositado -como era costumbre de la época- en la Legación Argentina en París:
“El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina, don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República, contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”.
En aquellos años vivían aún figuras prominentes, con sobrados méritos para hacerse acreedores de esa distinción. Entre los militares, que compartieron acciones bélicas con San Martín, recordemos a Las Heras, Soler, Necochea, Paz, La Madrid, y Guido, su mejor amigo.

Entre los colaboradores políticos de su gesta libertadora, vivía Pueyrredón. Entre los marinos vivía el prócer máximo de nuestra Armada, el Almirante Brown.
De los personajes civiles, que podrán hacer recibido el legado, podríamos mencionar a Larrea, único sobreviviente de la Primera Junta, y a Vicente López y Planes, autor del Himno Nacional.
Pero San Martín, distinguió a quien se acercaba más a sus propios valores, y el glorioso sable fue para Rosas. Esta decisión ha sido motivo de comentarios y de dudas.
Algunos sostuvieron que hubo un testamento posterior en el cual San Martín corrige las disposiciones del firmado en 1844. Por su parte, el Dr. Villegas Basavilbaso, Presidente de la Corte Suprema de Justicia, al entregarle el 17-8-1960, al entonces Presidente de la Nación Dr. Frondizi, el testamento original rescatado de Francia, incluye en su discurso una interpretación de la cláusula tercera del testamento. Afirma que San Martín le lega su sable a Rosas, porque era en ese momento el Jefe del Estado, y no por sus merecimientos. Deducción pueril que no resiste el menor análisis.

Otra interpretación, que ha sido compartida por muchos, la hace uno de los biógrafos más conocidos de San Martín, don Ricardo Rojas, que en artículos periodísticos en 1950, expresó que San Martín le hizo el legado a Rosas únicamente por su política exterior. Resultaría, entonces, que Rosas fue un patriota cuando defendió a su país de la agresión externa, pero fue un tirano cuando combatió a los unitarios, que promovieron y cooperaron con esa misma agresión.
Resulta, sin embargo, que el mismo prócer, en carta que le escribe a Rosas, el 10 de junio de 1839, le dice:
“...porque lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su Patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española; una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”.

Como se advierte, no es posible separar los dos aspectos de la política, porque son partes de una misma gestión pública. Lo que ocurre, es que se insiste en presentar a San Martín, sin debilidades ni pasiones, como a un Santo de la Espada, al que no se puede involucrar en definiciones políticas. Esto es imposible en los dirigentes que quieren a su patria y, si bien es cierto que el Libertador no quiso participar en las luchas fratricidas, nunca ocultó su opinión y la manifestó con franqueza.
Surge de la lectura de las siete cartas personales que le escribió a Rosas, en doce años de intercambio epistolar recíproco, así como en la correspondencia a Guido y a otras personas, que San Martín nunca permaneció neutral ni indiferente ante las situaciones que vivía el país.

San Martín sostuvo que, para cortar de raíz los males argentinos, era necesaria una mano fuerte, para establecer el orden. Y en la última carta a Rosas, del 6-5-1850, tres meses antes de su muerte, le expresa:
“...como argentino me llena de un verdadero orgullo al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor restablecido en nuestra querida Patria; y todos estos progresos efectuados en circunstancias tan difíciles en que pocos Estados se habrán hallado. Por tantos bienes realizados yo felicito a Ud. sinceramente como igualmente a toda la Confederación Argentina. Que goce Ud. de salud completa y al terminar su vida pública sea colmado del justo reconocimiento del pueblo argentino, son los votos que hace y hará siempre a favor de Ud. éste su apasionado amigo y compatriota que besa su mano.”

José de San Martín

Se puede advertir que, de los cuatro logros alcanzados por Rosas, según San Martín, los tres primeros: prosperidad - paz interior y orden, son inherentes a la política interna; y el cuarto: honor nacional, sería un logro de la política externa. Además, San Martín hace abstracción de esa dicotomía, aplaudiendo la gestión global del Restaurador, al decir: por todos estos progresos...por tantos bienes realizados...yo felicito a Ud., etc.

Aunque resulte curioso, San Martín y Rosas nunca se conocieron personalmente; y la relación a distancia, se inicia con motivo de la intervención armada que el reino de Francia inicia en el Río de la Plata, en 1838, cuando el Libertador llevaba ya quince años en el exterior.
El conflicto surgió cuando Francia reclamó el beneficio del trato de Nación más favorecida, considerando el gobierno argentino que eso debía ser consecuencia de un tratado bilateral, y no como una concesión gratuita. El cónsul pidió los pasaportes y se trasladó a Montevideo logrando que la flota francesa realizara un bloqueo del puerto de Buenos Aires, medida que representaba iniciar hostilidades en condiciones riesgosas para nuestro país, teniendo en cuenta la disparidad de fuerzas.

Fue en ese momento que San Martín se dirige al gobernador de Buenos Aires, a cargo de las relaciones exteriores de la Confederación, dando comienzo a la relación entre ambos. La carta está fechada en Gran Bourg, el 3-8-1838, y en ella se expresa:
“...ignoro los resultados de esta medida; sin son los de la guerra, yo sé lo que mi deber me impone como americano...esperar...sus órdenes si me cree de alguna utilidad...inmediatamente de haberlas recibido, me pondré en marcha para servir a mi Patria en la guerra contra Francia en cualquier clase que se me destine.”

Desde su retiro, en 1823, fue ésta la primera y única vez que San Martín ofreció regresar al país y tomar las armas. Es gesto del Libertador es de mayor valor, si se tiene en cuenta el análisis técnico que había hecho en carta a Guido: “...temo mucho que el gobierno pueda sostener con energía el honor nacional y se vea obligado a suscribir proposiciones vergonzosas”. Es decir, que estuvo dispuesto a volver no para sumarse a una victoria segura, sino para defender la bandera aún previendo una derrota.
La habilidad diplomática de Rosas consigue capear el temporal, y se suscribe un tratado que representa un triunfo para la argentina.
Actitud opuesta a la de San Martín muestra Alberdi, quien desde Montevideo fue el mentor ideológico de la intervención extranjera en el Río de la Plata, sosteniendo: “que la razón sea de Francia o de la República Argentina no es del caso averiguar en este instante”... “la conveniencia y el honor de un pueblo están en no ser hollados por un tirano...”.

En 1845, Francia inicia una segunda intervención, aliada ahora con Inglaterra. Otra vez se establece el bloqueo, por la flota anglo-francesa, y se toma la isla de Martín García. En esta ocasión, el 11-1-1846, San Martín escribe a Rosas para manifestarle que si no fuera por insuperables motivos de salud:
“...me hubiera sido muy lisonjero poder nuevamente ofrecerle mis servicios que aunque conozco serían inútiles demostrarían que en la injustísima agresión y abuso de la fuerza de Inglaterra y Francia contra nuestro país, este tiene aún un viejo defensor de su honra e independencia”.
Pese a no poder trasladarse físicamente, San Martín colabora redactando un informe profesional sobre la intervención, advirtiendo que no dudaba que las potencias podrían apoderarse de Buenos Aires, pero que no podrían sostenerse mucho tiempo y esto hace técnicamente inviable la operación. El informe fue publicado en un diario londinense que destaca que el autor es el militar que logró la liberación de Buenos Aires, Chile y Perú, del yugo español.

En 1849 insiste en carta a un ministro francés que los gastos y dificultades serán inmensos, debido a la posición geográfica del país, al carácter de sus habitantes y a la distancia desde Francia, y que es deber de estadistas pesar las ventajas que deben compensar los sacrificios. Esta carta contribuyó al nuevo triunfo diplomático de Rosas, pues fue leída en el Parlamento y tenida en cuenta para decidir el cese de hostilidades.
El mismo Alberdi, en su estudio titulado “La República Argentina, treinta y siete años después de la Revolución de Mayo”, rectifica su opinión, criticando la colaboración de los unitarios con el extranjero invasor, y aunque sigue viendo en la mano de Rosas la vara de la dictadura, dice que ve también en su cabeza la escarapela de Belgrano.

Quiero terminar esta reflexión, recordando un editorial del diario El Tiempo de Buenos Aires, de 1897, escrito con motivo de la repatriación del sable del Libertador, por Leopoldo Lugones, en el que afirma que Rosas:
“...hizo pelear a su pueblo y batiéndose -ambidiextro formidable- con un brazo contra la traición que ponía en venta la propia tierra por envidia de él, y con el otro contra la invasión que venía a saquear en tierra extraña...” “Y por segunda vez se salvó la independencia de la América...” “San Martín sintió que sus canas eran todavía pelos viriles, comprendió toda la grandeza del esfuerzo del Dictador, y dijo que en mejor mano no podía caer la prenda heroica. Redactó su testamento partiendo la herencia en dos: dejó su corazón a Buenos Aires, y su sable a Don Juan Manuel de Rosas”.

Mario Meneghini

Fuentes:
-French, Carlos. “Reciprocidad entre San Martín y Rosas”; revista del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, Nº 60, 2000, pgs. 108/119.
-Fernández Cistac, Roberto. “San Martín y la intervención extranjera”; ibídem, pgs. 120/127.
[1] Exposición en Panel, realizado en el Cabildo de Córdoba (4-9-2006).

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