LAS TRAMPAS DE LA HISTORIA: EN EL MUSEO DEL CABILDO NO TODO ES LO QUE PARECE


Por Silvina Premat 
| LA NACION, 21-8-15

Durante años quienes visitaban el Cabildo de Buenos Aires escuchaban a las guías afirmar muy seguras: "Ese reloj fue un obsequio a los cabildantes hecho por el general inglés William Beresford en 1806". O: "Aquel tintero perteneció a Cornelio Saavedra, presidente de la Junta". Ahora esos objetos ya no se exhiben al público. Fueron retirados luego de verificarse que no eran lo que se decía que eran.

En los 75 años que lleva como Museo Nacional del Cabildo y la Revolución de Mayo, crecieron entre sus muros leyendas que no se corresponden con la realidad histórica. Entre ellas se incluye la imprenta que siempre se dijo que había pertenecido a los niños expósitos y hasta la joya mayor de la colección del Cabildo: la Bandera que supuestamente se conservó como trofeo de la batalla de Suipacha. Las crecientes dudas sobre su origen obligaron a las nuevas autoridades del museo a tomar la decisión de rebautizarla con el paradójico nombre de Bandera del Misterio, con lo que en gran medida conserva un raro interés.

Por fin, Gabriel Di Meglio, director desde septiembre pasado del Cabildo, que sólo en julio último fue visitado por 47.000 personas, admitió la atribución equivocada del origen de algunas piezas. En cuanto Di Meglio llegó, escuchó también él las leyendas y no dudó en contrastarlas con las evidencias aportadas por la historia y las disciplinas de las que se vale el conservadurismo. "Me fueron mostrando que había algunas cosas mal atribuidas - dijo Di Meglio a LA NACION-. Es algo muy común en el mundo de los objetos históricos. Lo mismo pasa en el arte; a veces se atribuyen cosas con muy poco criterio. En general, en todos los museos del mundo pueden haber cosas que no sean lo que se dice que son."

Según la responsable de Gestión de colecciones del Cabildo, la museóloga y especialista en conservación de papel Virginia González, no hay documentación cierta sobre el origen del 90% de 500 piezas del patrimonio del museo. Las 800 restantes son periódicos (ejemplares de La Gaceta).

Para Di Meglio, sin embargo, "la mayor parte de las cosas están bien". Experto en la época revolucionaria de principios del siglo XIX, Di Meglio es el tercer director del Museo del Cabildo en los últimos dos años. Sucedió a Araceli Bellota, que había asumido la dirección interina en julio de 2014 cuando renunció a ese cargo Víctor Ramos a poco más de un año de haberlo aceptado. Ramos, a su vez, reemplazó a María Angélica Vernet, que había sido apartada luego de dirigir el Cabildo desde los años 80.

 
"Cuando comencé a colaborar con el museo como guía, mientras aún estudiaba museología contaba a los visitantes la historia del reloj que regaló Beresford a los cabildantes", recuerda González, quien integra el staff del Cabildo desde 2002.

Su primera tarea fue completar un inventario inconcluso, por lo que debió registrar todas las piezas del patrimonio. En los últimos dos años, cuando las autoridades del museo se lo permitieron, concretó los estudios sobre objetos que desenmascararon finalmente cantidad de falsedades que seguían repitiéndose desde hacía largo tiempo.

El dato de que hay documentación cierta sólo del 10% del patrimonio del Cabildo no implica la falsedad, sino la falta de certeza sobre la procedencia de las piezas.

"Eso pasó porque no había reglamentación para las donaciones y cualquiera podía traer un objeto diciendo que había pertenecido a su tatarabuelo fulano y nadie verificaba nada", dijo la especialista. Y agregó además: "Ahora ya no es así. En los últimos diez años, la Dirección Nacional de Patrimonio se dedicó fuertemente a desarrollar una compleja y precisa normativa que regula las donaciones y los préstamos de bienes culturales".

Las sospechas en González fueron alimentadas por la cantidad de "se dice que...", "se cuenta que..." que quitaban credibilidad a la presentación de la muestra permanente del museo. "Nos pusimos a investigar porque los objetos tienen que decir algo al visitante, si no lo hacen no tiene sentido que estén allí."

CUATRO LEYENDAS

1. Bandera de Suipacha

Se decía que había sido tomada a los realistas en la batalla de Suipacha, en 1810, cerca de Tupiza (actual Bolivia). Historiadores uruguayos dijeron durante años que no podía ser de esa batalla porque tiene el escudo realista y cuatro escudos de Montevideo.

Hoy se sabe que fue capturada a los contrarrevolucionarios. Pero no hay datos para dilucidar si fue recogida en 1814 por los revolucionarios cuando tomaron Montevideo o si estuvo en Suipacha. Sigue expuesta como "la bandera del misterio"

2. Tintero de Saavedra

Se decía que era un tintero que perteneció a Cornelio Saavedra, presidente de la Primera Junta.

Hoy se sabe que el objeto que se exhibía no era un tintero, sino una especie de cenicero, que, además, no pudo haber pertenecido a Saavedra porque es de bronce bañado en plata, una práctica que era inexistente a principios del siglo XIX. Así lo determinó un técnico en artes aplicadas que fue convocado por las autoridades del Museo del Cabildo. Ya no se exhibe

3. Reloj de Beresford

Se decía que el general William Carr Beresford había concurrido al Cabildo, en la época de las invasiones inglesas, para reunirse con los cabildantes. Pero no los encontró y, enojado por la impuntualidad, se fue y regresó con un reloj que puso en la puerta y dijo: "Para que tengan presente la hora".

Hoy se sabe que, si eso sucedió realmente, el reloj que obsequió Beresford no es el que se exhibía. Un experto en relojes históricos lo dató a fines del siglo. Y el episodio del relato es de 1806. Ya no se exhibe

4. Imprenta

Se decía que había pertenecido a la famosa imprenta de los niños expósitos que funcionó en la Manzana de las Luces en la época del virrey Juan José de Vértiz. Fue reclamada durante muchos años por el gobierno de la provincia de Misiones.


Hoy se sabe que es una reconstrucción realizada en 1942 con partes originales de una imprenta de fines del siglo XVIII usada por el Cabildo en 1816 para dar a conocer su decisiones. El pedido de Misiones caducó. Se exhibe como "Prensa tipográfica".

EL SABLE DE SAN MARTÍN


Alejandro Fargosi
La Nación, 20-8-15

San Martín compró su sable corvo en Londres, hacia 1811. Lo trajo a Buenos Aires, lo usó durante toda su campaña libertadora, lo hizo llevar a Europa, lo legó a Rosas en su testamento, lo trajeron a Buenos Aires, Rosas lo volvió a llevar a llevar a Europa y, tras su muerte, al fin volvió a Buenos Aires, directamente al museo.
Es decir que duró entero más de 200 años, pasó por combates y batallas, viajó entre Europa y la Argentina en barco cinco veces y hasta sobrevivió a dos robos violentos. Pero llegó el kirchnerismo y fue dañado de gravedad: su dragona, que estaba integrada al mando, desapareció en algún momento por el traslado y absurdo e innecesario desarmado del sable.

Esa dragona nunca había sido separada del sable, como ahora se afirma desde el Gobierno. Además de mudarlo del Regimiento de Granaderos al Museo Histórico Nacional, habría sido entregado a un platero no especializado en sables antiguos, para que lo desarmara, copiara y volviera a armar. Un absurdo completo, porque existen suficientes copias que se hicieron sin desarmarlo, que equivale a dañarlo.

Ya había copias exactas y no se necesitaba manosearlo. Menos todavía desarmarlo. Y, por supuesto, jamás romperlo. En ese proceso perdió su dragnona. Quizás ahora dicen que estaba en el museo, lo cual contradice los cientos de fotos del sable en Granaderos.

Ojalá esté a resguardo, pero es inadmisible que haya sido separado del sable, ya que eso implica que fue cortada, desarmada o rota. Algún día lo sabremos. Ojalá que sea pronto. Y si el sable sufrió esos u otros daños, la responsable legal es la Presidenta.



 El Sable, símbolo de mando del Oficial

Por el My (R) Sergio O. H. Toyos

El sable y la espada han sido desde siempre las armas utilizadas en combate cuerpo a cuerpo. Cierto es que también hubo dagas, alfanjes, machetes, y otras armas blancas de variadísimas formas, dependiendo en todos los casos, de las culturas practicadas en los lugares en que se empleaban.
Cuando el avance de la tecnología dio a éstas, paso a retiro obligatorio, permitió que algunas quedaran en uso como símbolos del mando de los oficiales. Esa distinción, en nuestras Fuerzas Armadas y muchas otras, también se trasladó con el tiempo a los suboficiales superiores por entenderse que tras muchos años de servicio se encontraban en condiciones de desempeñar funciones inherentes a los oficiales más jóvenes.

A principios del siglo XX, más concretamente en 1910, el Ejército Argentino adoptó el sable de oficial que hoy conocemos, luego de usar por varios años otros diseñados específicamente como armas, más pesados y aparatosos y consecuentemente, extemporáneos.
Desde el nacimiento del Ejército, sin embargo, la tropa (suboficiales y soldados), usaban modelos de fabricación en serie. Los oficiales, en cambio, usaban armas de su elección y adquisición personal, siendo tal vez los más conocidos y de historias singulares, los empleados por San Martín, Belgrano y otros próceres nuestros. El primero, fue comprado en Londres, durante la breve estadía que hiciera allí el futuro Libertador, luego de abandonar el ejército peninsular y decidir consagrarse a la Libertad de América, su tierra.

Partes del sable
1 - Empuñadura
2 - Pomo
3 - Guardamonte
4 - Hoja
5 - Dragona
6 - Vaina

El sable de los oficiales argentinos es de estilo alemán, y desde su misma adopción, se lo tomó para fines simbólicos y ceremoniales, como una forma de identificar en ellos al símbolo del mando que detentaban. Había dos versiones más: una con forma de estoque, de hoja de sección triangular, recta y de unos 50 cm. de largo. Su vaina de acero pavonado disponía de dos argollas para dejar colgar al costado izquierdo por sendos tiros. Sin guardamanos, su empuñadura, era igual o muy parecida al actual.

También y en forma posterior, apareció el couteaux (pronúnciese “cutó”), que suspendido con un tahalí, tenía una hoja del mismo tipo que la versión larga, pero recta y corta, más apta para usar en campaña. Su empuñadura también carecía de guardamano y tenía una dragona con una bellota de cuero color marrón, igual a la que se utilizaba con el sable estoque.

Hacia 1947, los oficiales generales comenzaron a usar una réplica del sable utilizado por el general San Martín. Al mismo tiempo, los cadetes del Colegio Militar de la Nación , fueron provistos de una versión facsimilar y reducida del mismo. Pero estos sables carecerían de valor en sí mismos si no fuera por el significado intrínseco por el que se constituyen en símbolos del mando. No son simples aditamentos de las galas e insignias de quienes los portan, ni tampoco su uso constituye un mero formulismo.

Existen varias versiones sobre el significado de los grabados que lo adornan, pero una de las más fieles, en virtud de la antigüedad que posee quien me lo relatara, proviene de un viejo oficial, que se lo hiciera conocer allá por 1946. El relato pertenece al teniente coronel (R) D Américo Flaiban, egresado ese mismo año. 
Dice el teniente coronel Flaiban:

‘El 19 de diciembre de 1946, habiéndome recibido como subteniente dos días antes, me dirigí al agasajo que, en homenaje por nuestro egreso y a modo de bienvenida, nos brindaban nuestros camaradas más antiguos en el Círculo Militar de Olivos. Ya allí, próximo al guardarropas, me encontré con un viejo amigo de la casa, el entonces teniente coronel Miguel Ángel Montes, quien tras felicitarme, me presentó a su acompañante, el general D Anacleto Solá, expedicionario al desierto.

‘El viejo militar retuvo mi mano entre las suyas un largo rato. Pude ver en sus ojos la misma emoción que unos días antes había visto en mi abuelo, el sargento mayor expedicionario al desierto Manuel Díaz, que había llegado a ser boletinero en el escuadrón de Ramón Falcón.
‘Yo temía llegar tarde a la demostración que nos esperaba y no pude menos que disculparme y despedirme. ‘Me estaba desenganchando el sable para dejarlo con la gorra y los guantes en el guardarropa cuando el general Solá me preguntó si sabía lo que estaba dejando allí.

‘Un tanto sorprendido le respondí que sí, que era el símbolo de mando de un oficial. De acuerdo -me dijo- pero ¿sabe Ud. cuál es su significado intrínseco? Ante mi silencio me dio esta explicación:

‘El puño del sable que significa la Verdad tiene acuñado en su pomo el escudo Nacional, hache, en el guardamanos están talladas las mas caras tradiciones nacionales; simbólicamente figura la efigie del Cuzco hasta donde llegaron las armas argentinas llevando la libertad.
‘La curvatura es igual a la del usado por el Libertador de origen morisco y representa el Equilibrio, la Justicia, y la Paz.
‘Este es Marte, dios de la guerra y en su anverso esta la Libertad.
‘ La Dragona tiene una cinta con un lazo corredizo, que como Usted sabe el oficial ciñe a su muñeca cuando desenvaina el sable.
‘Bueno, si extendemos esta cinta, dentro de ella cabe la cabeza de un hombre.
‘Y aquí, en la hoja esta grabada la inscripción "SEAN ETERNOS LOS LAURELES", que son los propósitos de nuestro Himno Nacional.'

‘ Mientras yo mostraba mi sorpresa ante tantas cosas que con su explicación tomaban un verdadero y profundo relieve, el General Ricardo Anacleto Solá hizo una breve pausa y después concluyó con estas palabras:
‘Siempre que desenvaines tu sable, empuñando la verdad y teniendo al Escudo Nacional como divisa en defensa de nuestra libertad, aunque te empeñes en la guerra, las más caras y gloriosas tradiciones, te protegerán las manos, tuya será la victoria y eternos serán los laureles. Pero piensa que atado a la muñeca llevas un juramento prendido que te recuerda: MAS VALE MORIR AHORCADO QUE TRAICIONAR A LA PATRIA'.

La traducción simbólica de los elementos del sable se complementa con la advertencia que se les hace a los cadetes cuando, en su investidura, se les entrega la réplica facsimilar del sable del Libertador. Este desde el fondo de la Historia, pareciera decir:

‘No me saques sin razón ni me guardes sin honor'


           





¿UTILIZACIÓN IDEOLÓGICA DE LA HISTORIA?


Carta a  La Voz del Interior
Córdoba, 14-8-2015

Sr. Director, respetuosamente deseo solicitarle un derecho a réplica de una nota aparecida en su periódico el día 13 del cte. en la sección de Opinión, pág. 10 A, el título “La utilización ideológica de la historia y sus peligros”. En ella el autor denosta contra el Brigadier Rosas pero pensando en el kirchnerismo y atribuyéndole similares defectos.

Como miembro correspondiente para Córdoba del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”, me veo en la obligación de no dejar pasar el cúmulo de errores y desconocimiento que refleja dicha nota.

1)    En realidad el revisionismo histórico nace académicamente en el siglo XIX, cuando un miembro de la generación del 80 y discípulo de Mitre, Adolfo Saldías, por su parentesco con los Terrero accede a que Manuelita le entregue un arcón que contenía toda la documentación de los gobiernos de Rosas. Saldías hombre honesto transcribe dichos documentos y grafica los gobiernos referidos. Se lo da a leer a Mitre y éste le pide que le cambie el nombre biográfico para que no se tome como un panegírico, así nace “Historia de la Confederación Argentina”, obra cumbre en la que luego abrevaron todos los autores revisionistas entre los primeros Vicente Quesada en dicho siglo. En el siglo veinte estalla como corriente historiográfica no politizada con una Pléyades de autores como los Irazusta; Ibarguren; Goyeneche; Doll; Rosa; Uzal; Oliver; Chávez y muchos otros, todos de una honestidad profesional nunca desmentida.

2)    El autor habla de izquierdas y derechas, anacronismo si los hay.

3)    Niega la defensa de la Soberanía cosa que le reconoció hasta el propio Gral. San Martín que incluso antes de Obligado le legó su sable corvo. (Al Prof. Arce le parecerá poco serio nuestro Libertador? Quien incluso se había ofrecido en colaborar en la defensa de la Patria en esos momentos.

4)    Sobre Rosas se han escrito un cúmulo de grandes barbaridades pero nadie osó de tildarlo de ladrón. ARCE SI!!! No sabe este buen señor que Rosas era un puntilloso cuidador de los dineros públicos que además poseía una gran fortuna personal. Su abuelo materno Clemente López de Osornio era dueño de la estancia “Rincón de López” que ocupaba un extenso territorio en el Sud de la Pcia. de Buenos Aires. En donde trabajó hasta independizarse del negocio personal y manejó otras estancias hasta que adquirió las propias pero TRABAJANDO, no robando como insinúa Arce que piensa en el kirchnerismo y no se atreve a nombrarlos y traspola en Rosas dichas culpas.

5)    En cuanto a complicidad económica con los ingleses, estos lo combatieron desde que sancionó la Ley de Aduanas en 1837, que impedía la libre navegación de los ríos a las naves extranjeras.

6)    Sobre el exilio en Inglaterra lea la actuación del Papa Pío IXº con quien se reunieron Rosas y Pascual Echagüe, quienes convinieron para salvar al gauchaje de la represión que se perfilaba, el ostracismo de Rosas a cambio que no desarrollara tareas políticas. (Lo mismo le aconteció a Artigas en el exilio paraguayo)

7)    Por último como deduzco que es un militante radical le recuerdo al Sr. Arce que los tres grandes precursores del radicalismo tuvieron que ver con Rosas: Leandro Além fui hijo de un mazorquero ajusticiado junto a Ciríaco Cuitiño a la caída del Restaurador; Yrigoyen era sobrino de Alén y existe una versión no confirmada que sería hijo de Rosas de una relación extra matrimonial. Y finalmente el “Demóstenes” del radicalismo, el Dr. Aristóbulo del Valle era hijo del Coronel Narciso del Valle, del regimiento “Húsares de la muerte”, que actuó como Edecán de Rosas. En fin creo haber esclarecido un poco las turbulentas elucubraciones de dicha nota y estoy dispuesto a continuar haciendo este tipo de tarea, a quien lo requiera, a pesar que ya acumulo más de 40 años de docencia universitaria y terciaria.

Prof. Lic. Carlos Pachá
Presidente de la Fundación Historia y Patria
Miembro correspondiente para Córdoba del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”

 D.N.I. Nº 7972921

BASTÓN DE LINIERS



Foto del bastón que donó el héroe de la Reconquista de Buenos Aires a la Virgen del Rosario del Milagro, y que está depositado en la Basílica de Santo Domingo de Córdoba.
Fue exhibido en el marco de las Jornadas por el Bicentenario Argentino, organizadas por el Centro de Estudios Cívicos, en agosto de 2010.

CAMBIOS MUSEOGRÁFICOS EN LA CASA HISTÓRICA DE LA INDEPENDENCIA NACIONAL



      JUNTA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE TUCUMÁN

   San Miguel de Tucumán, 21 de julio de 2015


La Dirección Nacional de Patrimonio y Museos últimamente realizó la renovación museográfica de las salas del principal monumento  histórico del país: el Museo Casa Histórica de la Independencia Nacional. Para concretar el nuevo guión no se consultó a ninguna institución tucumana dedicada a los estudios históricos, como es la Junta responsable de esta nota.

Cada museo tiene su temática y el de éste es el Tucumán de la época de la Independencia, el que brindó las condiciones sociales y políticas para que sesionara el Congreso que declaró a nuestra patria nación soberana desafiando una difícil situación de grandes peligros externos e internos: La amenaza de una expedición lanzada desde España para acallar movimientos independistas y la división entre las entonces llamadas Provincias Unidas del Río de la Plata. ¿Cumple la renovación museográfica ese principal requisito? Veamos:

En la antes llamada Sala Virreinal, o del Antiguo Régimen, se ha creado un sector dedicado a los pueblos originarios más apropiada para un museo de Antropología. En ella se ha ubicado al Coronel Bernabé Aráoz, un personaje arquetípico y paradigmático del Tucumán de las dos primeras décadas del siglo XIX, decisivo para la concreción de las grandes gestas tucumanas de ese tiempo: la Batalla de 1812 y la Declaración de la Independencia en 1816, cuando era Gobernador de la Provincia. También participó en la Batalla de Salta. Su retrato se exhibe sin dato biográfico alguno, entre un enorme cartel sobre Tupac Amaru y otro del Imperio Español.

Por la renovación museográfica se ha creado uno que podemos definir como “museo para leer” en vez de “museo para contemplar” pues los megaploteos ocupan la mayor parte de las salas en detrimento de lo que fue el estilo de la exhibición tradicional: objetos relacionados con personajes y con el momento histórico y social del Congreso. Es un hecho lamentable puesto que al patrimonio de la Casa Histórica -integrado mayormente por donaciones realizadas por tucumanos- es extraordinario. Está compuesto por más de 700 piezas representativas de aquella época heroica, entre ellas una espléndida colección de objetos de plata labrada y trabajada a martillo, pinturas cuzqueñas, mobiliario de madera tallada y cuero repujado, producción típica de la carpintería tucumana que abasteció el territorio nacional. 

No están exhibidos retratos como el de doña Agüeda Tejerina de Posse, pintura de Amadeo Gras, ejemplo sobresaliente de civismo, que difundió una conmovedora proclama dirigida a las mujeres tucumanas pidiendo contribuciones para armar una milicia que ayudara a la defensa de Buenos Aires atacada por las invasiones inglesas. Tampoco el célebre general Gregorio Aráoz de Lamadrid, guerrero en las batallas de Tucumán y Salta, patriota de una valentía extraordinaria esta su retrato. Otros ejemplos podrían darse de piezas patrimoniales guardadas en depósito en vez de ser mostradas a la población para su goce e instrucción.

Este Museo es de la  Casa donde se declaró la Independencia, pero también fue una casa de familia típica de aquel entonces; por lo tanto, debe mostrar al visitante como era la vida en esos tiempos, quienes la habitaron, quienes fueron sus propietarios exhibiendo sus retratos y/o piezas museales que les representen. Entre los propietarios se debe recordar al doctor Nicolás Laguna precursor de la independencia, diputado por Tucumán a la Asamblea del Año XIII, dos veces gobernador de la Provincia.

Igualmente, el patrimonio de la Casa cuenta en su acervo con objetos que permiten apreciar los cambios que provocaron las guerras de la independencia en las que Tucumán desempeñó papel protagónico: espuelas de plata con sus cadenas, de hierro con ataujía y nazarenas; bala de cañón; bayoneta, fusil marca T.W Seer, capturado a los ingleses. Todos ellos son piezas auténticas,  sin embargo hoy tienen prioridad las réplicas.

También debe mostrar el Museo los tiempos que siguieron a la Declaración de la Independencia, las guerras civiles, la promulgación de la Constitución, la Organización Nacional. En grandes carteles se mencionan los hechos, pero no se exhiben objetos auténticos sobre los mismos a pesar de que los hay. Por ejemplo: los impertinentes de Juan Bautista Alberdi, -redactor de las Bases de nuestra Constitución- su traje de niño, el ejemplar de su obra que le perteneció. El espléndido bastón de marfil y oro que fue del General Justo José de Urquiza acompañado de la nota en la que dice que con el “juró como primer Presidente Constitucional respetar y hacer respetar la hermosa carta de la República”.

El Congreso que declaró la Independencia el 9 de julio de 1816 también debió dar una Constitución a la nación naciente, pero eso ocurrió en 1853. Y  aún debió pasar un tiempo más hasta la Organización Nacional con la capitalización de Buenos Aires y otras medidas que moldearon la Argentina moderna,  tarea en que dos tucumanos desempeñaron trascendental papel: Nicolás Avellaneda y Julio Argentino Roca. De estas etapas históricas el museo cuenta con ilustrativo patrimonio, pero no está exhibido.

Los museos deben exhibir su acervo, es lo que corresponde hacer en estas instituciones pues es lo que conmueve al visitante, lo que lleva a la interpretación y al estudio del hecho histórico. Con los cambios realizados, los megacarteles, los pocos retratos y objetos  que se exhiben, no bastan para cumplir este propósito.

El despojo al Salón de la Jura de la Independencia es una afrenta a los hombres que la declararon. Los retratos de los congresales han sido colocados en la parte posterior de ámbito, en doble fila y algunos sobre las puertas. Originalmente, desde la inauguración del templete que  protegía el salón, construido en 1902, estuvieron colocados a lo largo de sus muros como reviviendo la presencia de los diputados que se reunieron en él a partir del 24 de marzo del año 1816, para trabajar día a día ubicados en sillas  y mesas prestadas por el vecindario. Actualmente gran extensión de esos muros está vacía y, para limitar el acceso del público, se ha colocado un burdo caño pintado de blanco. Podemos decir que el salón ha sido desjerarquizado.

Pero lo que más asombra al visitante y hasta casi suena a sarcasmo, es la incorporación de un retrato del caudillo uruguayo José Gervasio de Artigas, hombre de tendencia localista y segregacionista. Intentó formar una federación compuesta por Uruguay, Santa Fe, Entra Ríos, Corrientes y Misiones en contraposición de la postura de quienes propugnaban la unidad nacional. No apoyó la realización del Congreso al extremo de que, en abierta manifestación a su rechazo, ni Uruguay ni las provincias dominadas por él enviaron diputados que las representaran. Afortunadamente en el Congreso primaron quienes sostenían la importancia de la unión nacional; como escriben los historiadores Carlos A. Floria y César García Belsunce fueron los hombres más representativos de sus respectivas provincias, valiendo este juicio tanto en su relación a su capacidad intelectual como a su prudencia política… recobraron la visión nacional para superar sus enfoques localistas y así hicieron posible un hecho tan magno como fue la Declaración de la Independencia el 9 de Julio de 1816, rodeados del apoyo del pueblo tucumano que, habiendo colmado las galerías y patios de la histórica Casa, desbordó hasta la calle en su incontenible entusiasmo.

Por todo esto, que es una síntesis de las arbitrariedades históricas, museológicas y museográficas que han ocasionado los cambios, es que la Junta de Estudios Históricos de Tucumán opina que debe reconsiderarse la medida que los dispuso y dar nuevamente al Museo de la Casa Histórica de la Independencia Nacional la jerarquía que le corresponde y mostrar el desempeño de Tucumán en la construcción de la nación.

Sara Peña de Bascary       
 Prof. Elena Perilli de Colombres 
Lic.. Teresa Piossek Prebisch