HIMNO AL GENERAL SAN MARTÍN


Yerga el Ande su cumbre más alta,
dé la mar el metal de su voz
y entre cielos y nieves eternas
se alza el trono del Libertador

Suenen claras trompetas de gloria
y levanten un himno triunfal,
que la luz de la historia
agiganta la figura del Gran Capitán.

De las tierras del Plata a Mendoza,
de Santiago a la Lima gentil
fue sembrando en la ruta laureles
a su paso triunfal, San Martín.

San Martín, el señor de la guerra,
por secreto designio de Dios,
grande fue cuando el sol lo alumbraba
y más grande en la puesta del sol.

¡Padre augusto del pueblo argentino,
héroe magno de la libertad!
A tu sombra la patria se agranda
en virtud, en trabajo y en paz.

¡San Martín! ¡San Martín! Que tu nombre
honra y prez de los pueblos del sur
aseguren por siempre los rumbos
de la patria que alumbra tu luz.
 

(Música: Arturo Luzzatti - Letra: Segundo M. Argarañáz) 

UN YANQUI EN LA CORTE DE JUAN MANUEL


Coronel  JUAN  BAUTISTA  THORNE

Hoy 1º de Agosto se conmemora el 129º aniversario del fallecimiento de otro notable defensor de nuestra soberanía, especialmente en la paradigmática batalla de “Vuelta de Obligado”.
Repasemos su biografía:

Nació en Nueva York, el 3 de marzo de 1807, su padre Enrique Thorne, ingeniero naval luchó por la independencia de Estados Unidos.
Juan Bautista Thorne conoció Buenos Aires en un viaje de instrucción y siendo cadete de una Escuela de Marinería. Como marino viajó mucho antes de establecerse definitivamente en un país, conoció las principales capitales europeas y hasta residió un tiempo en Brasil.   Fallecido su padre, el joven Thorne solicitó su embarco a su tío, comandante de un barco corsario americano.. Finalmente recaló en Buenos Aires donde dejaría su vida 60 años más tarde,-tenía 18 años cuando llegó- tras ofrendarle su sangre en cuanta oportunidad pudo. Gracias a los oficios de José. M. Pinedo, se incorporó como voluntario a la Armada Nacional, y con ella hizo su primer viaje a Santa Fe, luego al Japón y China. En marzo de 1825, en vísperas de la primera guerra con Brasil, se incorporó definitivamente a nuestra marina.   Sobre esta actitud de defender la soberanía argentina, solía afirmar… “soy argentino por simpatía, y por haber adquirido con mi sangre tan glorioso título…” En los primeros meses de 1826, el general irlandés Guillermo Brown (1777-1857) comenzó a formar la escuadra argentina para la Guerra del Brasil; en esa flota se alistó Thorne en junio de 1826 como guardiamarina y piloto.

De allí en adelante, se sumaron a su foja de servicios, nombres heroicos; ya sea contra el Imperio, contra los anglo- franceses, y no le faltaron las batallas contra las fuerzas unitarias, donde él estuvo del lado del gobierno constituido, “a quien la gran mayoría del país obedecía”: Patagones, el río Colorado, Martín García, Obligado, Quebracho, Caaguazú, Cagancha, Pago Largo, Sauce Grande, no son sino algunos peldaños de la escalera que llevó a la gloria de Juan Bautista Thorne. Estando a bordo del “Chacabuco” – aspirante de 1º- tuvo lugar la primera acción de guerra para la Armada Argentina, y su iniciación no podía ser sino algo de la naturaleza de lo que ocurrió en “Carmen de Patagones”.

La Nación empeñada en una guerra con el Imperio parecía ofrecer a éste una fácil presa en dicha localidad. No contaron con el carácter de los hombres que enfrentaban.  Frente al puerto se hallaban tres naves recientemente capturadas al Brasil. El orgullo brasileño y el deseo de revancha los impulsaban a intentar el rescate de sus barcos.
La flota agresora estaba compuesta por  varios navíos de guerra. En ese aspecto es justo aclarar que Brasil poseía una poderosa Armada, pero por contrapartida sus soldados carecían del valor y empeño de nuestros compatriotas, tanto es así que en muchas ocasiones debieron engrosar sus ejércitos con mercenarios alemanes o suizos, que como mercenarios que eran podían ser comprados y cambiaban de bando. Rosas hizo uso de esas falencias y en algunas ocasiones sobornó a tropas alemanas. La nota emocionante de la jornada la constituyó el abordaje del “Itaparica”. Acción decidida por iniciativa de Thorne, que dominó de esa manera a una tripulación de 120 hombres, como era el buque imperial. El fracaso de esas fuerzas fue total. No sólo desde el punto de vista moral, sino que la pérdida de 28 cañones, 30 oficiales, 600 soldados y siete banderas fue un rudo golpe para su potencia material. 

  Thorne sufrirá prisión, luego de ser herido cinco veces, todo “por mi patria argentina”  según sus propias palabras. En prisión permaneció hasta la paz, y su vuelta le permitió relacionarse con otro marino de su calibre: Leonardo Rosales, que comandaba la  “Sarandí”. Entre sus muchos cargos, destinos, combates, heridas y cautiverio que cosechó y sufrió en la agitada epopeya de su vida. Sobre estos avatares solía expresar: “…Llevo en mi cuerpo las severas impresiones del plomo del Brasil, del plomo de la Francia, del plomo de la Gran Bretaña, y estos signos me hermosean a mi vista y estos signos me enorgullecen al contemplarlos…”   intentaré reflejar algunos de los más destacados episodios.
De regreso en Buenos Aires fue recibido con honores y designado 2º Comandante del famoso Bergantín “Republicano”.
En 1833 y como segundo al mando de la Goleta “Margarita” hizo la campaña al desierto a las órdenes del Jefe del ala izquierda de la expedición, Don Juan Manuel de Rosas. Thorne fue el primero   que se internó, con su nave, en el extenso brazo del Río Colorado.

La guerra del Paraná
Luego de la Campaña al Desierto fue condecorado y ascendido a Comandante de la Goleta “Sofía”. 
  En 1838 fue puesto a cargo de la defensa de la isla Martín García, como jefe naval de la misma, y segundo del jefe de la guarnición militar, el coronel Jerónimo Costa. Fue el jefe de la artillería en la defensa de esa isla contra el ataque francés de octubre de 1838, en que, con apenas un centenar de gauchos, resistieron durante varias horas el ataque de toda una escuadra armada de cientos de cañones. Fue tomado prisionero por los franceses junto con Costa y los demás oficiales. Pero, en premio al valor mostrado, fueron trasladados a Buenos Aires.
El Comandante de la Armada francesa, Almte. Hipólito Daguenet tuvo la hidalguía de destacar por escrito, en comunicación a Rosas, el comportamiento de estos valientes. Poco tiempo después Thorne se tomaría el desquite contra los franceses en las márgenes del río Paraná.

Se incorporó a  la campaña contra Genaro Berón de Astrada en 1839. Fue el jefe de artillería del ejército vencedor en la batalla de Pago Largo. Y también participó como jefe de la artillería en la invasión a Uruguay, que terminó en el desastre de Cagancha,  en el que fue seriamente herido.
Combatió contra Lavalle en las batallas de “Don Cristóbal”  donde los federales obtuvieron un rotundo triunfo en el otoño de 1840. Volvió a chocar con la llamada “Legión Libertadora” en “Sauce Grande”, donde fue herido de un lanzazo. Casi en convalecencia se enfrentó con contingentes franceses en Río Seco (Santa Fe).
El 1º de noviembre de 1840 fue ascendido al grado de coronel, ya en 1841 sufrió la derrota de Echagüe a manos de las fuerzas que comandaba José María Paz en la gravosa contienda de “Caaguazú”, donde nuevamente fue herido. 
El “Manco” Paz relata en sus memorias dicha batalla y elogia el manejo de la artillería enemiga por parte de un oficial extranjero cuyo nombre no recuerda.

Ese oficial extranjero era Juan Bautista Thorne, cuya artillería apagó los fuegos de la de Paz, y le habría desmoralizado su infantería si ésta no hubiese iniciado un movimiento de frente, simultáneamente con las caballerías de Nuñez y Ramirez que decidieron la retirada de Echagüe. En la retirada cuando Paz se acercaba, Echagüe hacía alto, la artillería de Thorne recomenzaba sus fuegos y proseguía la retirada después de haberlo contenido. Ello concretará la posibilidad de la retirada en orden de que habla Paz, y el hecho de evitar la caída total de Echagüe. El precio de esa acción es una herida de lanza, que le traerá trastornos más tarde.  En 1842 retornó al servicio naval, esta vez a las órdenes del ilustre Almirante Guillermo Brown, para apoyar el bloqueo a Montevideo.  Participó en la gloriosa jornada de la batalla de “Costa Brava”, en donde las fuerzas argentinas consiguieron una trascendente victoria ante Giuseppe Garibaldi, conocido como    “chacal pirata” a pesar de contar éste con el apoyo de galos y sajones.    Hasta diciembre de 1844 se extenderá su vigilancia en la zona, llevará tropas o acompañará buques mercantes con provisiones.  La escuadra federal de río, al mando de Thorne, se ve desmantelada por la necesidad de fortificar la costa- asediada por fuerzas enemigas- con su artillería.

Combate de la Vuelta de Obligado
En el marco de la llamada “Guerra del Paraná” descollará en  la acción bélica más importante de esa contienda y me estoy refiriendo al “Combate de la Vuelta de Obligado” efectuado el 20 de noviembre de 1845, fecha que es designada como día de la “Soberanía Nacional”. En la misma actúa como jefe de la batería “Manuelita” – una de las cuatro emplazadas por Mansilla – que es la más expuesta por su posición, agreguemos que en todo momento se  arriesgaba de manera temeraria, paseándose por toda la batería arengando a sus tropas y dirigiendo los disparos.
Combatió heroicamente contra las fuerzas anglo-francesas que finalmente forzaron el paso. Thorne al permanecer, como era su costumbre, en la primera línea de batalla, sufrió gravísimas heridas. Las esquirlas de una granada le fracturó un brazo y parte del cráneo, derribado por el impacto del proyectil se incorporó prestamente afirmando “…no ha sido nada…” sin embargo había quedado sordo para siempre y con secuelas en su brazo.  

Combatió también en la batalla de Punta o Angostura del Quebracho (4 de junio de 1846) contra las escuadras bloqueadoras.
El Expéditive destruyó a la Batería Nº 1.  La poderosa artillería de dicha nave disparó durante 3 horas a la Batería Nº 1 matando prácticamente a todos. A las 4 PM el asistente de Alzogaray disparó su última andanada de un cañón de 24 libras. El teniente Felipe Palacio y el teniente de Navío Eduardo Brown tenían baterías rasantes y por ende no estuvieron involucrados en esta acción.
Juan Bautista Thorne con no más de ocho cañones de 10 libras tuvo que combatir contra doce cañones de 64 libras, dos de 80 libras y ocho de 33 libras. A las 5 PM se encontraba prácticamente sin municiones. Thorne recibió dos veces la orden de retirarse pero contestó que aún le quedaban algunos disparos por realizar.    Según algunos historiadores fue sordo desde entonces.  Sin embargo, Thorne siempre sostuvo que su sordera se debió al combate de Angostura del Quebracho.  De todas formas a partir de aquí fue apodado “el sordo de Obligado”. 

Al final de su carrera militar Thorne presentaba un eczema cicatrizal causado por una herida de metralla, proyectiles en ambas piernas (que rehusó sacarse) y un montón de cicatrices en su brazo, tórax y espalda. Repuesto de sus heridas fue nombrado Comandante en Jefe de la costa del Río Paraná. Defendió esas costas en 1846, contra la misma flota anglo-francesa que regresaba de Paraguay, participando de las batallas y escaramuzas designadas como “San Lorenzo”; “El Quebracho”; “Acevedo”; “El Tonelero” y otras. 

  El 9 de enero Mansilla participa a Manuel Corbalán (Edecán de Rosas): “Navegaban (los enemigos) nuestro majestuoso Paraná convoyando cincuenta transportes de infames piratas especuladores bajo diferentes pabellones de naciones amigas, indebidamente enarbolados en un río interior de nuestra República”. El mismo parte da cuenta de los choques entre ambas fuerzas y luego agrega, “…El entusiasmo de nuestros artilleros, señor General, es digno del mayor encomio, lo mismo que su destreza y ojo certero. El teniente coronel D. Juan Bautista Thorne, capitán Santiago Maurice y mis ayudantes de órdenes han llenado valerosamente su deber, despreciando los peligros como verdaderos argentinos federales”.

El general Martín de Santa Coloma eleva el parte de Thorne a Mansilla, agregando:
“Felicita y recomienda a la consideración del General Mansilla al teniente coronel Juan B. Thorne y a todos los denodados oficiales y tropas; todos se han disputado la gloria de pelear y buscar los puestos más peligrosos en medio de entusiastas aclamaciones”
 Thorne fue un militar al servicio del país, y según su propio testimonio siempre estuvo de parte del orden legal, del gobierno a quien seguía la mayoría del país. Por ello, peleó al lado de Rosas. Es indiscutible, no obstante, la simpatía por el partido federal, y parece que ello lo llevaba a pintar sus mástiles de color rojo. Su unión con el gobernante argentino fue muy estrecha, y éste lo condecoró varias veces.  CASEROS lo encuentra en servicio, que sólo interrumpió por cortos períodos de tiempo, según vimos. Luego de varios destinos se hallaba empeñado, en ese entonces en la formación de una escuadra con el objeto de impedir el paso de Urquiza por el Paraná. Luego del derrocamiento de Rosas, Thorne no escapó a la revancha unitaria y quedó separado del servicio, sin explicaciones de ninguna especie, por superior decreto del gobierno provincial. Thorne solicitó a Valentín Alsina su pase a inválidos, para recibir una pensión que entiende merecer. ¡Vaya si la merecía! Sin embargo le fue dada la baja absoluta de las fuerzas militares. A Thorne, lo hicieron pasar por las “Horcas caudinas”   degradándolo públicamente.

  A fines de 1852 (con 45 años de edad) se unió a las fuerzas del general Hilario Lagos en su lucha contra el gobierno unitario de Buenos Aires. Participó en el sitio contra Buenos Aires al año siguiente.     Una comisión constituida por el general Zapiola, Goyena y Manuel Lynch le dio de baja según el decreto emitido por el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires del 23 de Febrero.
En su libro Ratto transcribe la emotiva carta escrita por Thorne el 29 de mayo de 1852 donde solicita se lo retire a inválidos con el sueldo de tal. Recién en 1861 se le otorgo una pensión vitalicia como teniente coronel.

Así les pagamos a nuestros héroes
Sus últimos días
  Los porteños no le  perdonarían su adhesión a la revuelta federal y sin condenas le aplicarían un ostracismo encubierto y lo sumirían en la miseria desconociendo los servicios prestados al país. Como capitán de un barco mercante, viajó varias veces a la India; trabajó en variadas tareas como perito naval en ese país. Pero había formado su familia en la Argentina, por lo que quiso regresar.

Thorne en la senectud          
En Septiembre de 1868 (con 61 años de edad) fue indultado por ley y reinscripto con su grado de coronel. Pero no volvió a tener mando de buques de guerra. El Coronel Juan Bautista Thorne falleció pobre y olvidado en Buenos Aires el 1º de agosto de 1885, a los 78 años de edad, en su casa de calle Tucumán 1482, en Buenos Aires, siendo las 7 de la mañana del mencionado día. Dejando viuda a Doña María Abad que lo sobrevivió hasta 1929, casi nonagenaria. Thorne, según Ratto, falleció de un ataque de broconeumonía, quien cuenta además el Dr. Castillo, su médico, necesitando hacerle una cura de ventosas, no pudo hacerlo,  porque se lo impedían las cicatrices del guerrero.

“Tribuna Nacional”, en su edición del día siguiente, manifestó, por su parte, que el fallecimiento se produjo por falla del corazón. En aquella edición del 2 de agosto, el diario mencionado, dice textualmente: “Juan Bautista Thorne. Ayer a las 7 de la mañana dejo de existir, victima de un ataque al corazón, el anciano jefe de la Armada, coronel D. Juan Bautista Thorne, el cual sirvió a las órdenes del almirante Brown en diferentes combates navales. Por el ministerio respectivo se decretaron los honores militares que corresponden a su rango.
Hoy a las 4 de la tarde serán conducidos sus restos mortales al cementerio del Norte. Paz en la tumba de ese buen servidor de la Patria”. 

El eximio poeta Héctor Pedro Blomberg   en su brillante obra “Cantos Navales Argentinos”, le dedicó un poema a Juan Bautista Thorne que tituló:

LAS   NAVES   ROJAS   DE   LA  FEDERACIÓN

Rojos son las mesanas y los trinquetes,
Las cureñas, las bandas; rojas, sangrantes,
Las camisas que llevan los tripulantes,
Desde los condestables a los grumetes,

Y usan galones rojos los comandantes,
Allá van por las aguas del patrio río,
Clavados en el mástil los pabellones:
En el puente de cada rojo navío
Se oye la voz de un “cielo” ronco y bravío,

Junto a la negra boca de los cañones.
Son las goletas rojas de Costa Brava,
Son las que respondieron en Obligado
Al clamor iracundo que las llamaba
Para batir la flota que navegaba

El Paraná invadido y ensangrentado.
¡Bergantines de Thorne! La voz del viento
Dice en la arboladura la copla errante
Que recuerda en su recio y extraño acento

Aquellas que en el viejo puente sangriento
Se oían en los tiempos del Almirante.
Con sus rojas banderas en la mesana,

Allá van sus bravías tripulaciones:
“Federación o Muerte”, se oye, lejana,
La canción que cantaban en la mañana
Junto a la negra boca de los cañones.